Era un hombre de carácter fuerte. Fumador empedernido, formal al vestir su atuendo de sacerdote, José Félix Guembe despertó la admiración en la década de 1940 de los moradores del distrito de Soná, en la provincia de Veraguas, quienes incluso soñaron con su beatificación y posterior canonización. Hoy día, pocos lo recuerdan.
Su apostolado en tierras sonaeñas le valió la admiración de los lugareños, quienes después de su muerte, ocurrida en 1947, le solicitaron a la Iglesia católica que lo elevará a santo, debido a los supuestos milagros que les había hecho.
Uno de los milagros que los más viejos del pueblo todavía recuerdan fue el que recibió un morador de nombre Guillermo Martinelli, quien tras superar un serio problema de salud lo agradeció donando una considerable cantidad de dinero para la construcción del mausoleo en donde hoy están los restos del cura.
Pero ahora, 64 años transcurridos parecen haber sido suficientes para que pocos en el pueblo, o casi nadie, hablen del sacerdote que una vez les hizo milagros.