El sentimiento de nostalgia comenzó a apoderarse de los damnificados de las comunidades de El Llano y Nuevo Horizonte, en el distrito de Chepo.
Unas 180 familias, según cifras preliminares del Ministerio de Vivienda y Ordenamiento Territorial (Miviot), perdieron sus casas como resultado de las inundaciones del pasado 8 de diciembre.
La abuela Marina Fernández, quien vivía en Nuevo Horizonte, describe en una oración la melancolía que la embarga: “A mis 89 años estoy rodando como una piedra”.
Fernández y otros cuatro miembros de su familia son los únicos que permanecen en el Primer Ciclo Cañita, donde estaban albergados sus vecinos de Nuevo Horizonte o La Tristeza como también se le conoce.
El resto fue trasladado hace dos semanas a otro local del Ministerio de Educación (Meduca), donde permanecerán hasta que construyan, detrás de la sede de la Policía Nacional y la Junta Comunal de Cañita, los albergues temporales.
Aunque también existe la promesa del representante de Cañita, David Córdoba, de reubicarlos en un terreno ubicado en río Paja.
Mientras esto ocurre Elizabeth Martínez, nieta de Fernández, pasa sus días estirando los alimentos donados, pero cocinarlos es toda una odisea. Como utensilio principal de cocina tienen una paila, que alguien les prestó, a la que solo le cabe una libra de arroz; además, carecen de platos y cubiertos suficientes.
Martínez, madre de dos niñas de siete y un año, respectivamente, cocina a leña los alimentos que luego comparte. “Es tan poquito que siempre nos quedamos con hambre”, dice.
Fernández, por su lado, dice que Mariela, su bisnieta de siete años, “devora los granitos blanquitos de arroz”.