¿Qué pensaría el juez Raymond Dearie de las promesas que los hermanos Martinelli le hicieron en su juzgado el día de su condena? ¿Si los viera participando en la campaña presidencial del padre, aquel que acusaron de coimero, o si, como ahora, ha trascendido que uno de ellos sería su suplente como diputado por el circuito 8-4?
El 20 de mayo de 2022, los hermanos Ricardo y Luis Enrique Martinelli Linares, enfrentaron a Dearie, quien iba a dictarles sentencia por blanqueadores de dinero. Ambos ya se habían declarado culpables y habían responsabilizado directamente a su padre, el expresidente Ricardo Martinelli Berrocal, de involucrarlos en la comisión de los delitos.
Sus abogados defensores, de forma magistral, fueron dibujando ante el juez a unos muchachos que, si bien habían aceptado haber blanqueado $28 millones en coimas pagadas por Odebrecht, estaban completamente arrepentidos, pedían perdón y mostraban propósito de enmienda.
El objetivo aquella tarde era rogar clemencia ante el juez, luego de que la fiscalía pidió de 9 a 11 años de prisión para cada uno. El 5 de junio 2023 se les vio a ambos en la convención de Realizando Metas, el partido fundado por el expresidente, cuando era declarado oficialmente como candidato a la presidencia en las próximas elecciones.
También, el propio Martinelli confirmó esta semana que optará por una de las curules reservadas por dicho partido para ser diputado en el circuito 8-4 y, trascendió, además, que uno de sus hijos, presuntamente Luis Enrique, sería su suplente.
El padre, que jamás ha aceptado la comisión de un solo acto de corrupción ni ha sido condenado en ninguno de los múltiples casos por los que se le acusa –salvo en el caso del caso New Business– aspira volver al poder y gobernar en base al “billete” que circuló entre los panameños durante su pasado gobierno.
“Nuestro cliente Rica, y su hermano Luis Enrique, quedaron envueltos en esta conspiración de lavado de dinero en 2009 por su padre, que era entonces presidente de Panamá, quien era el beneficiario de los sobornos de Odebrecht”, dijo el abogado de Ricardo Martinelli Linares ante el juez.
En el curso de la audiencia, los abogados de cada uno de los acusados, refutando a la fiscalía, fueron dibujando una imagen de chicos buenos, estudiosos y simpáticos que sucumbieron a los deseos de un padre ambicioso, que los condujo a ser cómplices en la obtención de coimas y en esconderlas en el sistema financiero americano.
“Ellos fueron intermediarios de su padre, empujados por su padre”, a cometer los delitos, remarcó el abogado.
El primero en dirigirse al juez fue Ricardo. “He cometido un delito y quiero asumir mi responsabilidad”, inició. “He de cargar con este profundo remordimiento por el resto de mi vida. Quienes han sufrido más por estos actos lamentables, que se hubieran podido evitar, han sido mis compatriotas, el pueblo panameño. Me da dolor pensar que mis acciones hayan contribuido a erosionar la confianza ciudadana, el buen gobierno, las instituciones y el estado de derecho en mi país.”
Rica, aceptando inequívocamente que él había tomado decisiones equivocadas, le suplicó al juez “que me conceda una segunda oportunidad, para poder ver a mi familia y para poder así iniciar el largo y arduo proceso de hacer mi próxima versión, una versión mejor que esta que usted tiene frente a sí”.
Y concluyó diciéndole al juez: “Estoy seguro de que esta historia tiene un arc of redemption (frase en inglés que significa cuando una persona malvada se convierte en buena), y yo le prometo trabajar en ello diligentemente para lograrlo”.
Luego, le tocó el turno a Luis Enrique. Ya su abogado había rogado clemencia, aceptando su error, y pidiéndole una nueva oportunidad.
El segundo hermano aclaró que él admiraba tanto a su padre, su éxito como empresario que, por complacerlo, nunca pensó que terminaría en un tribunal. Le aseguró al juez que esa conducta se había convertido “en el peor error de mi vida”.
“Era muy tarde cuando me di cuenta de lo que él me puso a hacer. Fui débil cuando debí ser fuerte. Nada bueno ha salido de esto”. Seguidamente, le pidió perdón a su familia y al pueblo panameño.
“Señor juez, no tengo palabras suficientes para expresar lo arrepentido que estoy por el delito que cometí. Si usted me concediera un acto de misericordia, le aseguró, sin la menor duda, que jamás volverá a escuchar el nombre de Luis Enrique Martinelli Linares, nunca, nunca más”, concluyó compungido.
De poco sirvieron los argumentos de la fiscalía, que le recordaron al juez que ambos hermanos habían actuado activamente, junto a su padre, por años, en la trama de exigir sobornos y diseñar esquemas de blanqueo de los fondos recibidos. “Creyeron que Estados Unidos operaba de la misma manera que su país cuando su padre era presidente”, dijo una fiscal, refiriéndose al uso del poder para beneficiarse, “sin importar que el dinero se lo quites al pueblo”.
El juez Dearie terminó conmovido, y los hermanos recibieron una condena mucho más benévola de la que solicitaba la fiscalía: solo tres años de prisión. Si los viera ahora, apoyando una vez más a su padre…