Con una estructura mental aguda, clara y a la vez flexible, la psiquiatra hace un análisis de nuestra sociedad y, al final, de nosotros mismos. Para meditar.
¿Qué edad tenemos los panameños como sociedad?
Llegando a los 18. Estamos saliendo de la escuela, creyendo que somos adultos.
¿Cómo somos?
Como un adolescente: rebelde, idealista, que rompe reglas, pero que está contenido por otros porque va a la escuela, usa uniforme, tiene horario y supervisión. Ahora que estamos llegando a la universidad, debemos contenernos definiendo qué queremos, eligiendo carrera, quiénes serán nuestras nuevas amistades…
¿Nuestra infancia fue linda o difícil?
Inocente. Creyendo lo que nos decían otros, sin criterio formado y con alma noble. Siguiendo reglas impuestas.
¿Y cómo hemos cambiado?
Como los jóvenes, pareciera que no tenemos miedo, pero a la vez le tememos a todo. A contagios, no ser queridos o gustados, a no ser bonitos, a no ser como los otros. Quieren ser lo que ven y a través de quienes los ven. Empiezan a procesar que son parte de lo que ven. Están más conectados con el mundo exterior que interior.
¿Cuándo pasaremos a ser adultos?
Cuando desarrollemos el juicio crítico. La capacidad de evaluar las situaciones y los riesgos y sus consecuencias.
Aún en este mundo tan acelerado, ¿como sociedad crecemos más lento que como personas?
Cuidado que no. Somos un país chiquito que nos meten en una lista, y nos paramos de tú a tú diciendo “hey, respeta”. Ya exigimos respeto sin importar la edad.
¿Y somos una sociedad respetuosa?
Estamos como en la transición. La sociedad y la humanidad. Cada día se rompen más barreras. En nuestra sociedad se mezclan las edades y formas de pensar. Mira la representatividad electoral. Tú eres como el eslabón perdido: una mezcla de la que viene, la que es y la que fue.
¿Sabemos quiénes somos y qué queremos ser o todavía no?
No. Pero tampoco es una preocupación, antes tenías que ser algo. Ahora queremos ser, nada más. Ahora todo fluye más, pero también se estanca más.
¿Somos predecibles o uno nunca sabe qué esperar de nosotros?
Como los algoritmos, somos predecibles. Pero no sabemos hacia dónde vamos. Creemos saberlo, pero no sabemos.
Una cualidad muy panameña.
Memoria corta. Eso es bueno y malo. Sana traumas rápido, pero hace que se olviden grandes eventos, como la invasión. Y también la multiculturalidad. Un niño en Panamá crece con acceso a todo tipo de comida y personas. Eso apenas empieza en otros países. Es como un Nueva York chiquito. Con lo bueno y lo malo.
¿Cuántas morales tenemos?
Muchas. Lo que es moral para una generación es inmoral para la otra. Antes tatuarse, leer libros eróticos, hablar de sexualidad o de suicidio era mal visto. Ahora es parte de la cultura. Nada es ni bueno ni malo, solo es según el momento.
¿Nos juzgamos más duro a nosotros o a los demás?
A los demás. Uno no ve lo de uno. Nos juzgamos por el ojo ajeno, peor usamos el ojo propio para juzgar a los demás. Excepto cuando queremos autodestruirnos, lo que nos lleva a la depresión, conductas de desesperanza…
¿Reaccionamos o pensamos?
En unas cosas pensamos mucho y no reaccionamos. En otras reaccionamos sin pensar.
¿Somos coherentes o incoherentes?
Ambas. Por ejemplo, lo coherente es hacer una autopista de ocho carriles. Lo incoherente es que desemboca en dos al final. Proyectos coherentes con ejecución incoherente. Así somos como sociedad. Y nuestro mayor reto es ser coherentes entre lo que pensamos y hacemos.
¿Por qué somos intolerantes entre nosotros, pero no con los corruptos?
Porque la sociedad se juzga por lo que ella misma es. Porque entramos en modo sobrevivencia, mientras no te afecte te lo aguantas. Cuando se active el modo convivencia y nos importe el uno con el otro, seremos más tolerantes entre nosotros. Por ejemplo, el tráfico. Hoy estamos todos en el mismo cuarto, pero caminando en diferentes direcciones y tiempos.
¿Cómo pedir no a la corrupción, si la tenemos enquistada más en nosotros?
¿Por qué pedimos ahora que no haya corrupción si ha habido siempre? Igual que la basura. No te molesta hasta que está en tu patio y apesta. Porque te sobrepasó, ya no la puedes manejar. Porque si no, te la sigues aguantando. Igualito.
Y seguimos eligiendo corruptos… ¿síndrome de Estocolmo, disociación, desesperanza aprendida o…?
Todas. Y pereza: queremos que todo nos lo resuelvan y ya. Pero también estamos en el proceso de aprender a no elegir corruptos, aunque aun en la etapa de deseo, ensayo y error. Todavía creemos lo que dicen en las redes.
¿Estamos siendo mejores cada día?
No, pero queremos ser. Nunca hemos sido tan iguales y tan desiguales. Más allá de la limitación de la educación, es el acceso a la comunicación. Eso nos empareja y a la vez nos separa. Cualquiera puede hacer algo viral. Pero una cosa es la inmediatez y la otra la permanencia.
¿Y cuál tenemos más hoy?
La inmediatez la exigimos en lo que esperamos. La permanencia sigue en los malos hábitos que toma tanto cambiar.
¿Somos confiados o desconfiados?
Ambas. Confiamos según los likes. Confiamos en la audiovisual porque nos da pereza de confirmar las cosas, y repetimos sin saber. Pero a la vez somos desconfiados en lo que poco y los pocos en los que podemos aún confiar. Y no solo eso, sino que destruimos, no construimos.
¿Pesa más la forma o el fondo?
Depende del espectador. A la mayoría le gusta el teatro de comedia, a pocos les gusta el teatro intelectual. El que lo reta. Le huimos al fondo; entre más intenso es, más. El fondo es doloroso y obliga a trascender, y por eso nos vamos por la forma.
¿Por qué le compramos las mentiras a los políticos, pese a la evidencia?
Por el buen mercadeo. El mercadeo vende lo que quiere vender.
¿Y qué quieren vender los políticos?
Muchos usan necesidades de otros para venderles soluciones que son, al final, para llenar sus propias necesidades.
El político más parecido al panameño.
El que está arriba en el momento, porque es el que elegimos. ¿Y por qué lo elegimos? Porque nos reflejamos. Ellos no son más que el reflejo de la sociedad. Aunque en verdad no elegimos: elegimos entre las opciones que nos dan.
¿Qué cualidad tenemos en común?
Hay muchos políticos, pocos patriotas. Igual es en la sociedad.
¿Cómo lee usted el ‘robó pero hizo’?
Era tan evidente la corrupción, que ya no elegíamos entre el corrupto y el no, sino el que hacía o no. Sobrevivencia. Si me vas a asaltar, prefiero que solo me quites la cartera, pero no me golpees. Hoy estamos golpeados, violados y sin cartera. Pero, claro, lo correcto sería que no me robaras. Y que yo no tuviera miedo de que me robaras. A eso deberíamos aspirar.
¿Cómo nos medican los políticos?
Como cuando tratas la infección. Le bajas la fiebre, pero no le tratas la causa.
Sociopatía, inconsciencia, narcisismo, impulsividad… ¿qué tienen nuestros políticos?
La mayoría, sociopatía y narcisismo, sin duda. Pero sed de poder. No solo es plata. Es poder. Y protagonismo.
¿Por qué cambian al llegar al poder? ¿O solo se nublan o se desnudan?
Si no tienen madurez y principios, se nublan y se pierden. La prepotencia se paga con la humillación. Se ponen a prueba los valores: o crecen o desaparecen… en cualquier posición de poder. Y el poder real no es el político sino el que está detrás. Por eso existe la corrupción.
¿Cómo le va a un decente en Panamá?
Difícil. Pero no imposible. Es una decisión de cada situación. Y redefinamos qué es bien. Tener plata o poder no lo es.
Unos tienen credibilidad y la pierden. Otros la recuperan. ¿Eso es normal?
Es como la virginidad. Si se pierde no se recupera, pero eso tampoco te convierte en prostituta. Promiscuidad es otra cosa.
¿Por qué dejamos pasar tanto, y de la nada, nos indignamos como nunca, pero luego volvemos y nos dormimos?
Porque estamos en la transición entre individualidad y colectividad. Y, como un adolescente vivimos ofendidos, pero salvo contadas veces, nos defendemos.
Ejemplos del día a día que nos pintan de cuerpo completo.
Todos se vuelven expertos en todo cuando no lo son en nada. Inmediatez y muy pobre tolerancia a la frustración. Somos superficiales, pero a la vez cambiantes y preocupados por el ambiente, y adoptamos perros. Una metamorfosis.
¿Nos importa más ser o pertenecer?
Pertenecer. Pero a veces cuando pertenecemos nos falta ser.
Nuestra ley como sociedad ha sido...
La ley del embudo: lo ancho para uno y lo angosto para otro.
Sobre la actualidad nacional, ¿qué mensaje reciben nuestros jóvenes?
Que aunque no causaron el problema, sí son parte de la solución. Ya no ven la corrupción como la meta a imitar.
¿Somos negativos, realistas o ilusos?
Todos, según el momento.
¿Somos un país feliz como dicen los estudios, o negamos la realidad?
Es difícil entender a los adolescentes. Bueno, así mismo.
¿Qué necesidad psicológica explica por qué un millonario roba?
Roba por poder y control, no por plata.
¿Y la ambición se cura?
Los trastornos de personalidad no tienen cura. Además, es adictivo.
La adicción más difícil de dejar.
La comida. Es la única que necesitas para vivir. Todo lo demás lo podrías dejar.
Religión o política: nos divide más...
La religión se hizo política.
¿Cuál tiene menos verdades?
Ambas.
¿Cuántas verdades hay?
Solo estar vivo y estar muerto. Lo demás está en la cabeza de cada uno.
¿Por qué le tememos tanto a envejecer?
Porque envejecer te acerca a la muerte y a la gente le aterra morir. Pero ser joven tampoco es garantía de estar vivo. Nos han vendido el culto al joven, el cambio rápido, lo perecedero. Si tu carro tiene tres años ya es malo, si te salen líneas de expresión o la papada no está pegada, te operas… Desde los 20 usando bótox... explícame. Quieren ser igual a los otros. Hay que vivir cada etapa. Con sus dolores y sus gozos: aplica en edad y sociedad.
Preguntas rápidas. ¿La gente cambia?
La personalidad se termina de formar a los 21 años.
Redes sociales, en una frase.
Conexión y desconexión. Cada vez más conectados a las redes, pero más individualistas y aislados.
¿Qué hacer para criar a un niño que no tenga que vivir en el psiquiatra?
Amarlo, dedicarle tiempo. Y ni eso no te garantiza nada, pero sí lo atenúa. Y el mayor problema no es ir. Es necesitar y no ir.
¿Cómo volvemos a los niños más sensibles y observadores?
Exponiéndolos a la naturaleza. Te enseña todo lo que debes saber en la vida.
¿Por qué hay tanta automedicación entre los panameños?
Porque queremos sentirnos bien y ya, sin resolver el fondo de las cosas.
¿Anestesiarnos?
Recuperar el control.
¿Y en qué se diferencian las medicinas de las drogas y el alcohol?
En nada.
Las tres barreras de nuestro progreso.
Ignorancia, envidia y pereza.
PERFIL
Médico psiquiatra e investigadora. Actualmente es la jefa del servicio de Psiquiatría de Panama Clinic.