El año 2022 estuvo cargado de eventos políticos, económicos y culturales que marcaron a Panamá. Es difícil escoger un solo evento noticioso como el más relevante; sin embargo, 2022 se caracterizó por un hecho fundamental en la política panameña: el mayor ejercicio de reclamo ciudadano en toda la era democrática.
De forma autónoma y orgánicamente, los gremios educativos, el pueblo Gnöbe Buglé y el principal sindicato del sector de la construcción, paralizaron al país por casi un mes, dejando al área metropolitana en una situación de escasez de alimentos y llevando adelante una terrible huelga educativa, justo tres meses después de haber reiniciado las clases luego de dos años de paralización por la covid-19.
Esa no fue la noticia del año; el evento más trascendental del 2022 fue la mesa única de diálogo, que por cerca de tres meses representó la primera vez, en los 33 años de democracia, que amplios sectores de la población, afectados por una acumulación de acciones y omisiones estatales, tuvieron la oportunidad de emplazar al alto funcionariado del Estado, para presentarle su queja de la mala gestión de los asuntos públicos y exigir la rendición de cuentas por políticas económicas con graves consecuencias.
La mesa desarrollada con la mediación de la iglesia católica y cargada de mensajes de la doctrina jesuita, fue duramente cuestionada por lo sectario de algunos de sus planteamientos y descalificada por la ideología de algunos de sus protagonistas.
El proceso debió comenzar con los tres sectores que paralizaron al país y luego, tan pronto como fuera posible, se debieron integrar otros sectores en ese mismo diálogo de Penonomé. Eso no pasó y se transformó en la principal falencia de ese esfuerzo.
La constante crítica de los sectores empresariales de todo el país y del segmento urbano de la sociedad civil, hizo mella en el comportamiento de la mesa y opacó sus logros.
El Estado panameño reaccionó respetuosamente a las protestas nacionales y evitó derramamientos de sangre. Quizá fue en exceso tolerante con el cierre de la vía Panamericana, que impidió la libre circulación de alimentos de la región occidental hacia la región metropolitana, así como la distribución de productos como tanques de gas, combustibles y medicamentos, provenientes de la región metropolitana hacia el resto del país.
Lecciones de un diálogo
La mesa única del diálogo, le dio voz a sectores que tradicionalmente no participan de las redes sociales o los espacios de opinión en los medios de comunicación. El esfuerzo dejó muy claro los límites de las herramientas tradicionales de las políticas económicas panameñas, como el control de precio, la eliminación de aranceles de exportación y el establecimiento de topes de los márgenes de comercialización que fracasaron en disminuir el precio de los productos de la canasta básica y en los medicamentos de primera necesidad.
Las intervenciones más exitosas fueron esencialmente el subsidio del precio de los combustibles y el establecimiento de algunas tiendas del Instituto de Mercadeo Agropecuario en zonas remotas de las comarcas indígenas para servir de proveedor a los minoristas locales.
El precio de $3.25 por galón de gasolina o diésel produjo paz social, disminuyó las presiones inflacionarias sobre las cadenas de distribución y el transporte de pasajeros, y representa el resultado más palpable de la presión popular hacia el gobierno del presidente Laurentino Cortizo.
Por otro lado, el compromiso del Estado de dotar al sector educativo preuniversitario con un presupuesto equivalente al 6% del producto interno bruto (PIB) quedó como una obligación escalonada que dependerá de la voluntad política de gobiernos futuros.
Este diálogo no fracasó, ya que fue el primer ensayo de lo que debe ser el gran acuerdo nacional para una estrategia de desarrollo de Panamá. Aunque por un breve tiempo los sectores populares pudieron ejercer su poder, la situación se fue degradando y la presión sobre la iglesia católica y el gobierno del presidente Cortizo aceleró el cierre del ejercicio. El gran diálogo nacional, solicitado por las fuerzas políticas del país, como alternativa a la mesa única de diálogo, solo le quedan tramitaciones burocráticas dentro de la Universidad de Panamá para emitir el certificado de defunción de este proceso.
En un año 2023, que promete estar cargado de importantes decisiones judiciales y de una intensa fase del proceso electoral, todos los diálogos han quedado postergados. En su gran mayoría cumplieron con su propósito verdadero, el de tranquilizar una crisis. En el caso de la mesa única de diálogo, se dio un proceso de aprendizaje social en el que la mayoría silenciosa hizo su reclamo en la calle para producir una negociación, lo que significa que ejerció su poder ciudadano para hacer valer sus reclamaciones. En julio del 2022, ya demostró lo que podía hacer organizadamente; en agosto y los meses sucesivos lo hizo en un diálogo en Penonomé. Queda por saber si en mayo del 2024 también lo hará en las urnas.