Había una vez un festival...

Había una vez un festival...


Cannes, Berlín, Venecia, San Sebastián y Toronto se visten de cine una vez al año. Películas vírgenes, talleres cinematográficos, concursos, alfombras rojas, flashes, glamour y los rostros sonrientes de Hollywood convergen en la fiesta.

Es lo que se vive en estas citas anuales, las más importantes cuando de festivales de cine se habla. Mueven, paralelamente, la cultura y economía en esas ciudades mientras se exhiben filmes.

En Panamá no se puede marcar el calendario y contar los días para que llegue “el Festival de Cine de Panamá”. No existe, más que en el deseo y en los sueños de los amantes del cine alternativo y de quienes, con las uñas, se dedican al rollo del séptimo arte en el país.

Pero no siempre fue así. Antes se hacía un festival internacional de cine en suelo istmeño. Hay que remontarse a las décadas de 1960 y 1970. Para septiembre de 1970, diarios como La Esatrella de Panamá y Crítica anunciaban en primera plana la inauguración de la octaba versión del Festival de Cine de Panamá, con la participación de una delegación de actores europeos, protagonistas de varios de los filmes en cartelera.

El festival era una iniciativa del sector privado que luego se dejó de hacer, cuenta Luis Pacheco, presidente de la Asociación Cinematográfica de Panamá (Asocine). Desde entonces permanece el bache cultural.

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