Las quejas de inmigrantes extracontinentales, en su mayoría musulmanes, volvieron a escucharse en el albergue Masdii, de Metetí, provincia de Darién, a 160 kilómetros al este de la capital, motivadas por el hacinamiento, pero también por el hambre que soportan.
Un funcionario del Servicio Nacional de Migración (SNM) que mantuvo reserva de su identidad reveló que ayer había 405 inmigrantes de África y Asia en este poblado a orillas de la vía Panamerica, cifra que bajó a 325, aunque se esperan otros 90, concentrados en El Real de Santa María, 50 kilómetros al sureste.
La mayoría procede de Bangladesh, Somalia, Ghana, Eritrea, Nepal, Pakistán, India y también de Cuba.
Xhulia Kurti, de Albania, única que hablaba algo de español, informó que llegó a Metetí hace un mes con su esposo, y se quejó de la excesiva y lenta burocracia para facilitarles su salida hacia Estados Unidos.
Lamentó que no hay agua, los sanitarios yacen saturados y los alimentos incluyen carne de cerdo, que no comen por ser musulmanes, lo cual les obliga a consumir únicamente arroz. “Estamos pasando hambre”, subrayó.
Entre estos centenares de viajeros se pudo advertir de que más de 60 sufren diarrea, lo que puede agravarse dadas las pésimas condiciones higiénicas del “albergue”. Las enfermedades de la piel, desgarramientos musculares y dolores intestinales son frecuentes, lo que deben soportar ante la escasez de medicinas del centro de salud.
Abdul Hossain, de Bangladesh, admitió que en Panamá los han tratado mejor que en Colombia, donde tanto los soldados como los “coyotes” los saquearon.
Sin embargo, algunos declararon que el SNM les despojó de sus documentos, dinero y celulares. “Ellos prometieron que nos los devolverán antes de irnos”, dijo.
Jehad Mohamed, propietaria del almacén La Oferta, afirmó que ayer, más de 100 de estos ciudadanos cerraron la calle, en protesta por el atraso de los permisos para seguir su camino.
A su vez, Carlos Vega, vecino de la posada, narró que la semana pasada dos grupos de ellos se enfrentaron por el hacinamiento, lo que obligó al Servicio Nacional de Fronteras a rociar gas pimienta, lo que afectó a la vecindad.