Comienzo con decirles que tengo muchos amigos santeños, a quienes admiro muchísimo por su tesón para defender lo suyo. Dicho esto, reafirmo que considerar a la pollera santeña como la única digna de participar en un desfile hecho con fondos del estado es ignorar nuestra riquísima cultura nacional.
Me refiero al Desfile de las Mil Polleras, que se efectuó el pasado sábado. Entiendo que no se permitió a polleras del resto del país participar en el mismo; por ejemplo, que a las damas solo se les permitió desfilar con polleras montunas y de gala al estilo santeño.
Esta decisión conlleva a ignorar el vestuario tradicional regional de Chiriquí, Veraguas, Herrera, Coclé, Panamá, Colón y Darién, y decirnos que solo el santeño califica como “oficial” de Panamá. Yo soy la primera en admirar el vestuario santeño por lo complejo de su elaboración artesanal; uno los momentos que más atesoro fue el día que me puse una pollera de lujo de esta región. Pero igual de impactante fue el día que me puse una ocueña, que adquirí mi chiricana y mi chorrerana, y que toqué las telas de una centenaria veraguense de lujo. Igualmente, cada segundo que pasé investigando nuestro proyecto de Polleras Panameñas es inolvidable para mí.
Panamá, a pesar de ser un país tan chiquito, guarda en si una variedad y riqueza folclórica digna de admirar. No es de panameños decir que solo un área del país es salvaguarda de la cultura nacional. Panamá no es un pedazo: es una nación.
Me cuenta Marcia Rodríguez, reina nacional congo, que cuando el desfile se efectuaba en calle 50, no había distingos regionalistas. Sugiero volver a este esquema, siempre y cuando se respete el vestuario tradicional de cada área. Mi consejo a todas las regiones del país es buscar mecanismos para salvaguardar la originalidad de sus vestuarios, y evitar estilizados que no son representativos de nuestra nacionalidad.
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