Un ser humano sometido a las peores condiciones tiene la capacidad de recuperarse.Esa imagen de una planta reverdeciendo entre las piedras bien podría explicar cómo es que individuos pueden sobreponerse ante la adversidad.A todo lo anterior se le asigna el término “resiliencia”, una palabra que ha levantado notoriedad en escenarios actuales. Incluso, el Informe de Desarrollo Humano Panamá 2014, “El futuro es ahora”, lo menciona con amplia dedicación y lo define de la siguiente manera: “Es la habilidad de una persona para enfrentar experiencias negativas en la infancia y recuperarse sin secuelas psicológicas, cognitivas, emocionales y sociales”.La resiliencia sale a flote como un aliciente ante las falencias socioeconómicas presentes en una población doblegada por la desigualdad. Por ejemplo, el 14.2% de los istmeños vive en extrema pobreza, y consecuentemente esta deplorable condición repercute en los niños, niñas y jóvenes.
Resiliencia
Sin embargo, no solo la falta de recursos pone obstáculos para el desarrollo óptimo de los individuos desde temprana edad, también carcome los cimientos del núcleo familiar, la inexistencia de afectividad hacia los hijos o la poca dedicación a ellos. En este sentido, el documento detalla que el 45% de las familias no lee ni siquiera por mes un cuento a sus hijos de 11 meses, 4 o 5 años. Lo que deja ver un distanciamiento -involuntario o no- entre los integrantes de la familia. La resiliencia es un concepto esperanzador ante el panorama que supone que infantes conviven en ambientes violentos, en desnutrición, carentes de estímulos o afrontan problemas familiares como el divorcio, que pudieran acarrear retraso cognitivo o deficiencias socioemocionales, y por tanto, un incierto futuro.
Si la resiliencia se plantea como una solución alternativa que garantiza que una vez el individuo sobreviva al peor escenario en la infancia puede conducirse y desarrollarse en la adultez de manera positiva. Entonces, ¿es innata, se aprende o se desarrolla la capacidad de resiliencia?
LA CAPACIDAD DE SER RESISTENTES
Todo acto tiene consecuencias. No es de extrañar que se piense que un individuo violento es el resultado de una infancia difícil, marcada por actos agresivos recibidos de parte de sus superiores.
Sin embargo, una teoría distinta viene a invertir lo que se creía por sentado. No siempre los que sufren se quedan en el mismo eslabón, no siempre se repite el círculo vicioso, algunas veces se rompe el patrón gracias a la resiliencia.
Para dar un panorama más amplio a este término, la psicóloga Ana María Flórez se refiere al médico francés Boris Cyrulnik, quien lo utilizó por primera vez, dándole el significado de “renacer del sufrimiento”. Cyrulnik experimentó la resiliencia en sí mismo: era un niño de familia judía durante la Segunda Guerra Mundial, por lo que vivió escondido, luego apresado y, por último, logró escapar con ayuda de terceros. Tras miles de vicisitudes, como fue afrontar la muerte de sus padres y ser asignado a un orfanato, Cyrulnik de adulto se interesó en el estudio de la psiquiatría con la intención de ayudar a niños traumatizados.
Crecer con refuerzos
“El ser humano necesita talento y capacidad para superar las heridas del pasado -reflexiona la especialista-, ese talento nace de una fortaleza interior que todos tenemos desarrollada en mayor o menor medida”.
“Todas las personas tenemos grados distintos de resiliencia, el niño va creando resiliencia de acuerdo con las experiencias que haya tenido”, aboga su colega Mayté Isabel Domínguez, quien ha trabajado con niños o jóvenes infractores en centros de cumplimiento de menores.
Sin embargo, la resiliencia no se activa de forma mágica, ya que requiere de soporte. Necesita como ejemplos de referencias a guías o modelos positivos en su hogar o entorno.
En ese sentido, el Informe Nacional de Desarrollo Humano 2014 del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) destaca la importancia de influencias positivas cuando el núcleo familiar presenta deficiencias (divorcios, separaciones o disfuncionalidad), que vendrían siendo suplantadas por actores del sistema escolar, las iglesias, las instituciones y organizaciones sin fines de lucro.
De acuerdo con el especialista en investigaciones sociales en la oficina nacional de PNUD, Martín Fuentes, datos que llamaron la atención en los infantes es que aun cuando estos están bajo el cuidado de familias funcionales, se nota un desapego o carencia de afectividad.
Un individuo que reciba estímulo cognitivo, pero no cariño y afecto va a tener limitantes en sus relaciones sociales y puede sentirse menos satisfecho de sí mismo.
Una característica que el especialista pondera es que la resiliencia es una herramienta eficaz, especialmente si se desarrolla durante la etapa adolescente.
“Un alto nivel de resiliencia tiene que ver directamente con el autoconcepto, la seguridad en sí mismo y el equilibrio emocional que posea la persona”, distingue la psicóloga Domínguez, especialista en el tratamiento con menores y adolescentes.
EL TRIUNFO DE LOS QUE NO SE INTIMIDAN
“Los niños que enfrentan adversidades con éxito tienden a ser menos ansiosos, a ser activos, sociables, con un temperamento agradable que atrae la atención de adultos y de sus pares”, detalla el documento.
La actitud optimista con que toman los individuos con resiliencia la vida fue un punto de interés en la encuesta detallada en el informe. Jóvenes entre 15 y 24 años opinaron sobre su estado de satisfacción. Aunque el 14% de ellos expresó sentirse menos seguro en su propio hogar, el 91% dijo estar “satisfecho con la vida” y el 90% creía “estar mejor en 10 años”. Lo que a grandes rasgos da un pantallazo de cómo ven su futuro los jóvenes, una actitud positiva que es valorada por el PNUD. Fuentes recalca que en la medida en que los individuos se fortalezcan, se aspira a que las sociedades se conviertan a su vez en sociedades resilientes, capaces de afrontar las adversidades, incluso los desastres naturales. Así se logra que “las sociedades sean más integradas, solidarias y estén preparadas para enfrentar los desafíos”, concluye el investigador.
SOCIEDADES SOLIDARIAS
CULTIVAR RESISTENCIA
Según la doctrina del Nobel de Economía del año 2000, James Heckman, un fiel creyente de que las circunstancias adversas cambian la biología del cuerpo, la formación del chico (a) no debe limitarse a estimular sus habilidades cognitivas; es decir, las asociadas a la buena comunicación o el rápido raciocinio, sino también se deben cultivar habilidades socioemocionales como la perseverancia, la motivación, la autoestima, la confiabilidad y el autocontrol para su desarrollo integral.
No le llame la atención al niño solo sobre lo mal que hace algo, sino que resalte sus habilidades y talentos; eso le hará bien para su autoestima a largo plazo, recomienda Domínguez a tutores y maestros para acrecentar el nivel de resiliencia de niños que viven expuestos a condiciones sociales de vulnerabilidad.