La investigación científica no se traduce solo de permanecer en un laboratorio haciendo experimentos para desarrollar fármacos o curas para enfermedades.
También se puede hacer ciencia aplicada al estudio del comportamiento de la sociedad.
En esto último es en lo que está inmersa la psicóloga y científica social panameña Anilena Mejía, quien desde diciembre pasado labora como investigadora en el Instituto de Investigaciones Científicas y Servicios de Alta Tecnología (Indicasat), en donde está como parte de una beca de reinserción de talentos de la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación.
Luego de obtener su título en psicología en la Universidad Santa María la Antigua, Mejía estudió una maestría en psicología clínica y de la salud, así como un doctorado en psicología clínica de la Universidad de Manchester, Inglaterra; e hizo su posdoctorado en psicología clínica en la Universidad de Queensland, en Australia.
La ciencia social ha sido su campo, y su línea de investigación consiste en el estudio de la crianza como herramienta para prevenir la violencia.
Según Mejía, quien también es docente universitaria, la crianza o aquella relación “cuidador-niño” (que desempeña ya sea la madre, el padre, el abuelo, la niñera, etc., al cuidar a un niño) es la más básica y la primera que ocurre en la vida. “Esto es un acuerdo común en todas las corrientes teóricas en la psicología. Es posible ver esta relación desde un punto de visto clínico (enfermedad), pero también es posible entenderla como una oportunidad para prevenir problemas más adelante en la vida”, expone.
Mejía ha realizado varias investigaciones en torno a los procesos de crianza.
En mayo pasado la revista científica American Journal of Community Psychology publicó un estudio de Mejía sobre los cambios en la crianza que brindan cuidadores luego de recibir programas de intervención parental.
Estos programas son, en palabras de Mejía, intervenciones que utilizan conceptos de la psicología, principalmente, para poder ofrecer apoyo al cuidador primario de un niño. “Se han desarrollado mayoritariamente en otros países, como Inglaterra (y Europa en general), Estados Unidos y Australia. El problema es que ‘los exportamos’ sin saber si sirven para nuestra gente o no sirven. Es como que asumimos que la realidad allá es igual a la de acá”.
Así mismo, en el mes de julio el journal Prevention Science publicará otro estudio en el que Mejía participó, el cual buscó contrastar enfoques sobre cómo se adaptan los programas de intervención parental en las diversas culturas.
Buena crianza contra la violencia
La psicóloga, científica social y profesora universitaria Anilena Mejía, quien ha hecho diversas intervenciones en torno a cómo la crianza se vincula a la violencia, piensa que en Panamá hay familias en barrios “vulnerables” que tienen una peor calidad de vida que el resto de la población.
Ante esa realidad, Mejía busca crear soluciones “culturalmente apropiadas” para Panamá enfocadas en mejorar la relación de crianza.
La científica asegura que de la crianza se aprende mucho para “mejorar la sociedad y evolucionar”.
Una reciente investigación que Mejía hizo sobre el tema fue publicado en una revista científica, y el próximo mes se publicará un segundo estudio suyo en otro journal. La científica brinda una entrevista a este medio en que señala sobre el rol de la ciencia social así como el valor de la crianza.
-¿En qué radica la importancia de que ambos estudios hayan sido aceptados en revistas científicas, y de qué manera sus resultados puede apoyar a la implementación de mejores prácticas que fomenten una crianza positiva?
Yo creo que es clave que cada centavo que invertimos en ciencia sea diseminado al público o comunicado de alguna manera. No todos los estudios científicos llevan a cambios en las políticas públicas; de hecho casi ninguno, porque la ciencia se mueve más lento que las estructuras sociales. Pero cada estudio es conocimiento nuevo, y debe ser difundido. Nuevas generaciones pueden necesitar ese conocimiento. Es común que algunos estudios no sean citados hasta 20 años después. Eran innovadores y visionarios en sus tiempos.
Las revistas científicas son clave porque las leen estudiantes e investigadores alrededor del mundo. En ciencia intentamos publicar en aquellas con mayor impacto dentro de nuestra disciplina. La cantidad de veces que nos citan indica la cantidad de veces que alguien en el mundo científico utilizó ese pedazo de conocimiento para algo. Las tesis en Panamá, por ejemplo, son conocimiento. Deberían ser difundidas más ampliamente.
Los resultados de mis estudios pueden ser utilizados por científicos locales e internacionales a los que les interese el tema, y también por organismos internacionales como las Naciones Unidas y el Banco Interamericano de Desarrollo, que intentan implementar programas de crianza en Panamá y Latinoamérica. También los ministerios tienen un resumen de mis estudios.
Lastimosamente a los científicos no nos entrenan para movernos a nivel de implementación, pero hacemos nuestro intento. Lo importante es que el país sepa que estamos aquí, y que si tienen alguna idea o algo que les gustaría solucionar, cuentan con nosotros como “mentes críticas” para apoyarlos a encontrar esa solución.
-¿Nadie nace con la predisposición ‘a ser violento’, sino que la crianza que un niño recibe es el factor determinante en esto?
Esto es debatible. Existen teóricos y científicos que buscan encontrar “el gen” o “la marca biológica de la violencia”. Esto no está mal, sino que es un paradigma diferente. Es una psicología más objetiva intentando poner el dedo sobre el problema. Yo me entrené en una psicología más subjetiva y constructivista, en donde la realidad se construye a través de la relación con el otro.
Entonces, el ambiente y las relaciones son factores primordiales. Sin embargo, la mejor respuesta es que hay que integrar ambas visiones. En la ciencia tenemos la “mala costumbre” de pelearnos entre escuelas. Eso es una cosa pasada de moda. Ahora está de moda integrar o aprender de otras escuelas. Los científicos millenials criticamos, pero al mismo tiempo aprendemos de otros e integramos.
-Haciendo una radiografía de Panamá, ¿considera, a grandes rasgos, que la crianza en la sociedad panameña puede tener desafíos que enfrentar?
Yo creo que el principal desafío son los relevos generacionales y los rápidos cambios sociales. La sociedad parece estar cambiando a una velocidad muy rápida (...) Hoy en día, la dieta ha cambiado, y los padres tienen que adaptarse a esos cambios. Los nutricionistas hablan de la proteína y del entrenamiento funcional.
El desafío de Panamá es encontrar soluciones costo-efectivas para ofrecer apoyo a cuidadores de diversas generaciones. Como bien dijo uno de mis supervisores hace años, la crianza es una tarea de toda la vida. Los abuelos siguen criando, y siguen necesitando apoyo en esta labor.
Ha logrado combinar la psicología con la investigación y la docencia. ¿Qué es lo que más disfruta de su profesión?
Muchas cosas. Me encanta ser mentora de estudiantes más jóvenes. En este momento tengo tres estudiantes: dos de maestría y una de licenciatura.
Por ejemplo, mi estudiante de licenciatura en Psicología, Lucía Bertello, de la Universidad de Panamá, está explorando si el entrenamiento musical de la Fundación Danilo Pérez previene dificultades emocionales y conductuales en niños.
Bertello comenzó su tesis hace menos de seis meses y ya tiene todos los datos de este estudio piloto, que pensamos publicar en los próximos seis meses. Ella es la autora principal. Eso me llena de emoción. Yo no voy a durar para siempre, y poder pasar lo que sé a otros más jóvenes es muy inspirador.