Incluyen a 13 chicos con autismo y otras condiciones en escuelas regulares

Incluyen a 13 chicos con autismo y otras condiciones en escuelas regulares


Si las paredes de la antigua sede de la Embajada del Reino Unido de Panamá en avenida Balboa hablaran, emitirían el eco de niños y jóvenes con condición de autismo, síndrome de Down, parálisis cerebral y discapacidad intelectual, quienes reciben ahí servicios educativos en el Centro Ann Sullivan Panamá (Caspan).

David*, quien tiene ocho años, una voz dulce como sus ojos miel y una sonrisa cautivadora, es uno de los 110 estudiantes matriculados.

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Luces para el autismo

Dato

Uno de cada 88 niños ha sido diagnosticado con un trastorno del espectro autista, según el Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos.



Se trata de un niño observador y obediente, dice su maestra.

El niño, al notar que tenía visita de los comunicadores de este diario en su aula, se acercó a saludar. Con su mano derecha extendida, recibió al fotógrafo y al periodista:

–“¡Hola!, ¿cómo te llamas?”, les preguntó a ambos, pero con especial atención al fotógrafo, pues sus ojos no quitaban la vista de su cámara.

–“Mucho gusto. Me llamo Roberto”, le contesta el reportero gráfico.

–“¿Roberto? ¿Tu nombre no es Raúl?”, le cuestiona el niño. Su maestra le explica que Raúl es otro fotógrafo que hace retratos en Caspan.

David volvió a su puesto y se preparó para ir junto a sus compañeros a ver la película Bolt al “cine”.

Sus profesoras habían preparado un simulacro de los pasos que involucra la acción de ir al cine: desde hacer la fila en la taquilla, comprar los boletos con monedas y dinero real de diferentes denominaciones hasta hacer palomitas y disfrutar de la película.

“Hasta luego, ¡mucho gusto en conocerlos!”, se despidió David, un niño con autismo que durante sus primeros días en Caspan le pegaba a sus compañeros y a sí mismo, afirma la psicóloga y docente Dionicia Wright, coordinadora del área técnica.

“Antes era muy agresivo, pero ha aprendido a controlar su conducta”, afirma.

David y sus compañeros son capacitados en el centro a través de la enseñanza funcional y la educación inclusiva por medio de estrategias para el aprendizaje que buscan estimular habilidades diferentes, indica Karinthia Carrillo, directora general de Caspan.

En estos casi tres años de operaciones, se ha logrado incluir a 13 estudiantes del centro en escuelas regulares.

Hoy se conmemora el Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo. Uno de cada 88 niños ha sido diagnosticado con un trastorno del espectro autista, según el Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos.  (*El nombre fue cambiado por confidencialidad)

 

Lecciones a partir de la vida diaria

El autismo, un trastorno del neurodesarrollo caracterizado por la alteración de la interacción social, la comunicación verbal y no verbal, y el comportamiento restringido y repetitivo, es un rompecabezas sin resolver, pues se desconoce su causa y se carece de cura.

Sin embargo, la metodología de enseñanza del currículo funcional natural -que consiste en impartir a las personas con condición de autismo habilidades académicas, sociales, laborales y de autocuidado en ambientes naturales- es una alternativa para las instituciones educativas dedicadas al abordaje de estas, logrando incluir así a los jóvenes en sus familias y en la comunidad.

Así lo explica Karinthia Carrillo, directora general del Centro Ann Sullivan Panamá (Caspan), que funciona desde el 30 de mayo de 2012, ofreciendo servicios educativos a niños y jóvenes de 0 a 18 años, y más con condición de autismo, síndrome de Down, discapacidad intelectual, diagnósticos combinados, entre otros, en ciudad de Panamá, Herrera, Veraguas y Chiriquí.

Además, el centro les brinda orientación a los familiares de los estudiantes para que pongan en práctica las estrategias educativas en los hogares, pues la filosofía de enseñanza de Caspan indica que los chicos obtienen un 30% del aprendizaje en el centro y otro 70% en sus hogares, menciona Carrillo.

Actividades cotidianas

En Caspan se les enseña a los estudiantes a desenvolverse en actividades de la vida diaria. Por ello, los programas están diseñados para que los chicos estén en aulas clasificadas de acuerdo con su edad cronológica en 0 a 2 años, 3 a 5 años, 6 a 8 años, 9 a 11 años, 12 a 14 años, 15 a 17 años, así como 18 y más. Dependiendo de sus edades, se realizan dinámicas.

La idea es “buscar oportunidades” de la vida diaria para que los niños y jóvenes practiquen y desarrollen habilidades conductuales en determinada actividad, explica la psicóloga y docente Dionicia Wright, coordinadora del área técnica.

Algunos padres quieren que sus hijos aprendan a leer o a escribir su nombre, pero en la vida diaria es más importante que el joven pueda valerse por sí mismo en actividades como bañarse, comer y saber reconocer monedas y billetes para hacer compras por sí mismo, enumera la especialista.

Por ello, en Caspan si uno de los alumnos está de cumpleaños, se le hace una fiesta en el centro, por lo que van acompañados de sus profesores a un supermercado para comprar las comidas y las bebidas que se consumirán en la reunión, añade la psicóloga.

Incluso, a los más grandes se les llevó a una discoteca de día para que conocieran el ambiente, bailaran y disfrutaran de un open soda. Asimismo, se les ha llevado a centros comerciales y a restaurantes.

Tecnología y disciplina

La robótica también es utilizada en la metodología de enseñanza de Caspan, ya que desde el año pasado el centro cuenta con robots que fueron donados por la fundación Lego para ser usados en los procesos formativos de niños y jóvenes con autismo, una herramienta que facilita habilidades en los estudiantes como la interacción, concentración, colaboración y a seguir indicaciones, afirma la educadora Emelideth Valenzuela, coordinadora de capacitación, investigación e innovación de Caspan.

“El robot se introduce en el aula como facilitador de actividades puntuales planificadas por los especialistas y que llevan implícito el desarrollo de objetivos puntuales para cada chico”.

Adicionalmente, el centro tiene un aula interactiva que cuenta con recursos tecnológicos.

También se les ha inculcado disciplina a los estudiantes por medio de clases de karate. Este tipo de dinámica ha permitido que los alumnos desarrollen habilidades sociales, mejoren su coordinación motora y refuercen su contacto visual, plantea Valenzuela.

Lecciones aprendidas

A sus 11 años, Lorena*, estudiante de Caspan desde 2012, sabe sancochar papas, pelar huevos hervidos y hacer ensaladas.

“Yo puedo sola” es la frase insignia de esta niña con autismo, cuya madre ha podido percibir un “antes” y un “después” en ella.

Hoy es muy independiente. “Antes necesitaba ayuda para todo; ahora ella quiere desenvolverse por sí misma”, comparte.

En este periodo, Lorena ha mejorado su comunicación oral y ha moldeado su conducta en supermercados, cines, restaurantes, centros comerciales y cines, dice su mamá, y agrega: “Los padres de hijos con condición de autismo deben ser persistentes con ellos, incluirlos en actividades y creer en que ellos podrán modificar su conducta, así como lo ha logrado mi hija”.

(*El nombre fue cambiado).

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