‘La calidad no es negociable’

‘La calidad no es negociable’
‘La calidad no es negociable’

Conforme la población envejece, aumenta la incidencia de enfermedades crónicas y degenerativas como el alzhéimer, la esclerosis múltiple y la artritis, entre otras. La medicina puede controlarlas hasta cierto grado y hay mucha investigación para crear nuevas drogas y tecnologías para administrarlas. Pero el peso sobre los presupuestos de salud es enorme y, sin políticas adecuadas, los sistemas de salud pueden reventar económicamente. En este escenario, hay una voluntad de abaratar costos, pero, ¿a qué precio?El Dr. Gilberto Castañeda, investigador del Departamento de Farmacología del Centro de Investigación y Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional de México, quien participó esta semana en una sesión científica para neurólogos de Centroamérica realizada en Panamá, menciona que reducir los costos en medicamentos es adecuado, siempre y cuando estos satisfagan la calidad. El tamaño adecuado de cada partícula del ingrediente activo y la calidad de los excipientes, que no son ingredientes activos pero permiten, entre otras cosas, que un medicamento tenga acción rápida o lenta, dependiendo de lo que necesita el paciente, son algunos parámetros a considerar.

“Preocupa que en algunos casos, incluso en países de primer mundo, esta voluntad de querer ahorrar y tratar más pacientes ha causado, en ocasiones, que lleguen medicamentos de mala calidad. De repente, se importan medicamentos de países como India o China —y no quiero decir que por ser de esos países sean malos, sino que tienen líneas de producción de buena calidad y otras ‘para quien los compre’—. Esto llevó a detectar en varios países de América Latina medicamentos subestándar”. 





¿Qué debemos entender por “medicamento subestándar”? 

El experto explica que un medicamento original está respaldado por estudios clínicos de eficacia y seguridad y con base en eso, la autoridad sanitaria lo acepta o rechaza. Al ser aceptado, se puede comercializar, y está protegido por una patente. Cuando esta expira, aparecen los “no innovadores”. Hay que distinguir entre un genérico verdadero, que sí cumple con los parámetros de calidad y bioequivalencia, y tiene evidencia de eso, y una copia subestándar que no lo hace. "En ciencia nos manejamos con evidencia. Queremos medicamentos innovadores y genéricos que tengan una calidad certificada y de acuerdo con la ley y las regulaciones internacionales. A veces se adquiere un medicamento subestándar por cuestiones pseudoeconómicas, pero en realidad es un falso ahorro porque el medicamento más caro es el que no cura”.

¿Qué hay de los medicamentos biológicos y biosimilares?



Estuve aquí hace año y medio hablando de biológicos. Son mucho más complejos, pero también tienen sus reglas de calidad bien establecidas por la Organización Mundial de la Salud. Los biosimilares requieren de los parámetros de calidad y bioequivalencia, pero también de estudio clínico que demuestre que funcionan igual que el innovador. 

 

Vender medicamentos es un buen negocio y las compañías que invierten fuertemente en esto también pretenden tener ganancias importantes. Por lo tanto, tenemos que forzarlos a que inviertan suficiente en demostrar calidad. El caso de los biológicos es importante porque no solo está el asunto de las moléculas en sí, sino también la conservación. Hay que conservarlos refrigerados y si la cadena de frío no se respeta, tendremos problemas.

 

Implicaciones para los pacientes



Castañeda agrega que hay medicamentos de “ventana terapéutica estrecha”, es decir, el paciente debe tener una concentración en sangre determinada, pero si hay errores en esa concentración, pierde efectividad o puede tener efectos tóxicos.



“Imagine un paciente epiléptico al que de pronto se le cambia a un medicamento subestándar, de mala calidad, con menos concentración, y empieza a convulsionar. Esto es catástrofico para una persona, que no puede llevar su vida normal y el miedo que tendrá de que vuelva a convulsionar. O puede empezar a mostrar toxicidad, problemas de movimiento o cardiacos”.



Otro ejemplo es el de pacientes que reciben un trasplante de órgano y deben usar inmunosupresores para evitar el rechazo hacia el órgano. Si el medicamento falla en su calidad, el trasplante se echa a perder, así como los recursos y sacrificio invertidos en él.



“Nos preocupan también los antibióticos de mala calidad, que propician la resistencia bacteriana”.



El investigador concluye que los gobiernos deben entender que al adquirir medicamentos, no solo se trata del precio. "A calidad igual, preferimos el precio menor. Pero un precio menor, con calidad menor, nos va a salir, a la larga, mucho más caro y con sufrimiento para el paciente”. 

 

Su mensaje es que todos los involucrados en el uso de medicamentos (médicos, enfermeras, farmacéuticos, la seguridad social, los ministerios de salud y los pacientes) tienen que familiarizarse con los parámetros de calidad de los medicamentos, tanto innovadores como genéricos, y exigir que todo lo que se use sea de la calidad adecuada. “Una vez que la calidad esté asegurada, podemos procurar el precio más conveniente. Pero la calidad no es negociable”.


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