Luchadora por la salud pública

Luchadora por la salud pública


A finales de la década de 1980, en plena efervescencia de los problemas políticos que experimentaba Panamá, y tras el cierre de las escuelas por varios meses, Arlene Calvo, entonces una estudiante de secundaria del Colegio San Vicente de Paul, se mudó con su familia a Estados Unidos.



“Mi papá es médico y estaba haciendo un entrenamiento en Estados Unidos en ese tiempo. Mi familia es muy académica y no estábamos haciendo nada acá. Así que nos fuimos para Tampa, Florida, y allá terminé mi último año de secundaria”.



De su infancia en su terruño recuerda especialmente los paseos familiares a la playa, en Punta Chame y Farallón. Irse de Panamá fue difícil. “Extrañaba mucho, pero tenía una meta, que era terminar mis estudios”. Las oportunidades se dieron y la joven se quedó varios años hasta completar una licenciatura en química, una maestría y un doctorado en salud pública. 



Actualmente, la doctora Calvo trabaja con el Departamento de Salud Familiar y Comunitaria de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de South Florida en Estados Unidos y está asignada al programa de Panamá. Fue ella quien abrió esta oficina cuando volvió a su país, en 2002. Desde entonces, su enfoque de trabajo es más que nada comunitario.



“Al volver, hice muchas cosas en el área de investigación, que es lo que me gusta hacer”, recuerda. Fue la primera directora del Instituto de Investigaciones Científicas y Servicios de Alta Tecnología (Indicasat) e inició, con unos colegas, una fundación sin fines de lucro dedicada a la investigación clínica, especialmente en el tema de vacunas. “Junto a investigadores como Xavier Sáenz-Llorens, Eduardo Ortega y Javier Nieto, trabajamos por mucho tiempo en esa fundación. Luego decidí seguir en el área de investigación, pero más en lo académico, a través de la universidad”.



La científica también tuvo un cargo directivo en el Instituto Conmemorativo Gorgas de Estudios de la Salud (Icges), en un proyecto de capacitación sobre el tema de influenza a nivel regional, con fondos del Departamento de Salud de Estados Unidos, y aún es investigadora afiliada al Icges. 



Calvo dicta una clase sobre salud de la mujer, en modalidad online, a estudiantes de Estados Unidos. Cuando termina el curso, los alumnos viajan a Panamá y durante 10 días visitan con ella algunas instituciones, como clínicas, hospitales y el Instituto Nacional de la Mujer, y se reúnen con actores clave en temas de salud femenina. “El enfoque no es tanto clínico, sino social, cultural y de derechos humanos, que impactan a la salud de la mujer. Los estudiantes hacen un proyecto y se les deja a las instituciones”.



EL CLICHÉ DE ‘LA MUJER EN LA CIENCIA’



A menudo se escuchan expresiones como “la mujer en la ciencia”, “la mujer en la política” y otras similares, que denotan asombro o rareza de que una mujer ostente un cargo de poder o una profesión considerada “difícil”.



Al respecto, Arlene Calvo, quien también es madre de una niña de ocho años, recuerda un texto de la periodista y escritora feminista Gloria Steinem, en el que expresaba que el día que se deje de hablar “de mujeres en algo” será cuando ya sea norma que las mujeres estén involucradas en esa actividad.



“La razón por la que se habla de la mujer en la ciencia es porque no hay muchas. Ojalá un día dejemos de hablar así. La mayoría de estas actividades [en ciencia] no son realizadas por mujeres, aunque el 50% de la población productiva en todos los países casi siempre es mujer”. No obstante, reconoce que hay grandes avances. 



“En los cargos que he ocupado, he aprendido a ser fuerte, a comandar un barco con una dirección fija, a creer y a hacer las cosas, no a nivel individual o de una institución, sino de país, pensando cómo se proyectará Panamá con alguna investigación”.



ESFUERZOS MÚLTIPLES



Entre sus actividades académicas y de investigación, Calvo encuentra tiempo para hacer pilates, escuchar música, cocinar y pintar. “Recientemente descubrí los libros de colorear de adultos”. Ha sido consultora, y en esa línea ha trabajado con la Unicef, en temas de nutrición en América Latina y análisis de calidad del agua. “He hecho consultorías con el Icges, sobre escritura de propuestas de proyecto y también formo parte del comité de ética de esa institución”. Está involucrada en la nueva normativa de investigación de salud en Panamá, y suele participar en el desarrollo del Plan Estratégico Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación.



“Parte de lo que queremos hacer para reforzar la ciencia en Panamá es crear una masa crítica de nuevos investigadores. Hacemos seminarios, talleres de escritura científica, métodos de investigación, de buenas prácticas clínicas”.



En enero pasado, participó en la III Conferencia Internacional “Vacunología en los Trópicos”. “Soy creyente en las vacunas”, dice, pero “no se debe bajar la guardia en la prevención”. Por ejemplo, además del zika, hay otras enfermedades que causa el mismo vector, como dengue y chikungunya, explica la científica. “Aun si hubiera una vacuna para todas, no hay que bajar la protección, evitar tener basura y contenedores de agua acumulada, etc. Igual que la vacuna contra el virus del papiloma humano (VPH), que es excelente y va a ayudar en la epidemiología a nivel mundial del cáncer cérvico uterino, pero la mujer se tiene que hacer su examen de Papanicolau anual. Es importante no asumir que una vacuna es la solución definitiva”.



PLANES



Arlene Calvo se mantiene activa desde diferentes trincheras, trabajando a favor de la salud pública, haciendo docencia, investigación y apoyando la ciencia como pueda. Desde hace 10 años trabaja en la comarca Gnäbe Buglé, tratando de entender los factores relacionados con el desarrollo del VIH. A futuro, le gustaría seguir con el programa de investigación de la Universidad de Florida, “para hacer más proyectos que impacten en las comunidades para controlar enfermedades y entender qué factores culturales, biológicos o ambientales pueden influir”.



Reconoce que aún hay una “brecha” en prevención. “Está comprobado que prevenir tiene un valor más grande que desarrollar hospitales y tratar a los pacientes. Ese tipo de estudio ahora está empezando a arrancar en Panamá”.



Traducir los resultados de los estudios que se hacen en laboratorios a la población, es otro desafío. “Necesitamos más fondos –públicos o privados– para investigación en Panamá, para darle una inyección a la ciencia. El desarrollo del país depende de la ciencia”. 



“A nivel personal, he contribuido a formar una familia de jóvenes que están estudiando y trabajando en proyectos para mejorar la salud en el interior del país, con una connotación social”.



Un proyecto que la entusiasma es el de capacitación de profesionales en temas de salud de la mujer, utilizando el mercadeo social. Un proyecto con fondos del Reino Unido en el que se instruyó a unas 50 personas y en el cual trabajaron en equipo, atendiendo las necesidades de cada lugar. Por ejemplo, en la comarca Gnäbe Buglé se trató el tema del VIH en adolescentes; en Los Santos, el cáncer cérvico uterino en mujeres mayores. “Espero que estos pequeños proyectos puedan ir creciendo para tener un mayor impacto en la salud de la mujer”.



Otro aspecto que resalta es que se debe prestar más atención al crecimiento del país, pues el descontrol y la falta de planificación inciden en enfermedades respiratorias, accidentes de trabajo, la violencia, un mayor consumo de alcohol, el estrés y la falta de tiempo que pasan los padres con sus hijos. “Eso tenemos que verlo, estudiarlo, y creo que ya estamos tarde”.

 

Otros datos

Arlene Calvo tiene una licenciatura en química, una maestría y un doctorado en salud pública. Actualmente está trabajando en un libro sobre salud indígena, que debe estar listo en octubre. Se trata de una colaboración internacional, en la que ha trabajado con el Ministerio de Salud de Panamá y la Universidad
de Florida.

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