Quienes editaron sus textos describen su estilo de redacción: “Alicia era como un cascabel, sonora y amorosa; siempre cantando y chisteando, y con ese mismo buen ánimo enfrentaba sus coberturas. Su estilo de escribir, a imagen y semejanza de su corazón, era vibrante. Sus textos eran iguales a sus ojos, un conjunto de chispas que abrazaban toda la alegría posible”.
Para volver tantas veces, solamente se puede concluir que ese es mi lugar, mi casa, mi patio de juegos y mi escuela. Gracias, #La Prensa
Alicia Mon Chambers
Tomado de Facebook
Su trabajo era, literalmente, su vida. Su entrega por su profesión era tal que no le importaba sacrificar noches y días libres para hacer una cobertura, independientemente de dónde fuera.
El periodismo fue su complemento perfecto, pues escribía de todo aquello que le apasionaba.
El entusiasmo que sentía por su carrera quedó plasmado en sus publicaciones. “Nunca dejaré de dar gracias a Dios por la más grande iluminación mental que me dio al momento de decidir que quería ser periodista”, plasmó en Facebook en una ocasión.
Así la recuerdan en Vivir+, que la escuchaban sin querer queriendo. Era imposible no oírla y no sentir curiosidad por saber qué escuchaba. “Ponme a prueba, pregúntame y la que sea te la canto”, le dijo una vez a una compañera de la sección.
Y no solo sabía de música popular. En una ocasión se le escuchó mientras entrevistaba por teléfono al pianista Jaime Ingram, y era como ser testigos de la conversación de dos viejos amigos. Se reía y le preguntaba sobre la dificultad de interpretar la pieza “tal” de piano, o el soneto que no se nombra en este texto porque desconocemos cómo se titula. Alicia conocía a los clásicos casi tan bien como las piezas de moda, y eso le hacía ganarse la amistad, así como el respeto de los entendidos. Por eso, ella era música y nunca jamás será silencio.
La danza se convirtió en su otro amor y fue la protagonista de varios de sus textos.
Escribir sobre danza era su forma de proyectar su entorno, que al igual que el ballet, era siempre alegre, rítmico... iluminado. Sus palabras transcribieron las coreografías de Petipa, Ivanov y Reisinger, y abarcaron mucho más que una vocación. Fue su forma de vida, su convicción y una huella indeleble entre sus lectores.
“¡Ay, mi amor!”, exclamaba Alicia con una carcajada al momento que alguien en la redacción decía alguna imprudencia o una que otra inocencia, y esa se convirtió en la frase de todos.
Era una fuerza que movía todo a su paso. No es sorpresa que haya tocado (o mejor dicho, zarandeado) a tantos.
“¡Ay Fulanita, tan bella, cómo la quiero, mua!”, decía después de una conversación con alguien.
“¿Tú quieres a todo el mundo, entonces?”, le preguntaba una de sus compañeras en broma, porque ella no se había percatado de que realmente era así.
Alicia veía lo positivo en la gente, y repartía abrazos sin pena. Quería con ganas, y su confianza era plena. Sus amigos eran lo más valioso. Lejos de ser perfecta, era una buena amiga.
Alicia jamás pasaba inadvertida por nadie, ni nunca caerá en el olvido.
Cuando estaba concentrada escribiendo, no había forma de llamarle la atención, ni cuando era hora de comer. Pero cuando no estaba en cierre, jamás se encontraba en su puesto. Es más, pasaba más tiempo sentada sobre el escritorio de sus compañeross
Sin importar lo que tenían sobre el mismo, echaba todo a un lado y ahí se acomodaba. Por más que se hiciera el intento de concentración, era imposible con su risa, aquella que iba agarrando más fuerza y magnitud a medida que soltaba cada carcajada.
Las paredes de la redacción también la escucharon hablar de su mejor amiga, la Sra. Geneva, su amadísima mamá, y de sus queridas perritas ‘Charlotte’ (q.e.d.p.) y ‘Camila Antonia’.
Alicia se convirtió rápidamente en una persona en que todos sabían que podían confiar. Jamás se le escuchó decir algo malo de alguien, y a veces era dramática, pero eso era parte de su encanto.
Cada vez que alguien decía algo fuera de lo usual, solo lo miraba y le decía: “jamás había conocido a alguien como tú” o “you’re such an extraordinary person”.
Ahora La Prensa le agradece a ella. Como cantaba su querido Cerati: Gracias por venir, Alicia.