Sábado 13 de junio de 2015, 6:14 p.m. Esther Toala contesta el celular al segundo timbrazo. Llevaba días buscando a quién donarle mi leche materna y, entre consulta y consulta, finalmente di con ella.
Toala es la pediatra neonatóloga que dirige el banco de leche de la Caja de Seguro Social (CSS), que al momento de mi llamada estaba en quiebra. Literalmente en quiebra. En el momento más crítico desde su creación en 2013, en palabras de Toala.
Ese banco de leche, el único activo en todo el país, tiene, generalmente, unas 10 donantes activas. Una por provincia, para que se haga una idea... Ese sábado no había ni una sola.
No había ni una onza de leche disponible para alimentar a los cinco niños con menos de mil gramos (unas dos libras) que tenían hospitalizados. Niños que pesaban menos que un molde de pan.
Son niños tan prematuros –tres de ellos con 27 semanas de gestación– que sus madres todavía no tenían activados los procesos de producción de leche. Otro de ellos quedó huérfano a horas de haber nacido y el último, no podía recibir alimentación materna porque su mamá era portadora de VIH.
Los bebés prematuros son inmaduros cerebral, respiratoria y digestivamente. Hasta la leche materna les resulta difícil de digerir. Por eso, explica Toala, ni siquiera es una opción alimentarlos con leche de fórmula.
Con esa tienen el riesgo de enfermarse de enterocolitis necrotizante, que les puede perforar el intestino con posibilidad de muerte.
Así que, para estos niños, la diferencia entre seguir vivos y no lograrlo podía hacerla que recibieran la leche que sus madres no podían darles. Hoy, los cinco niños están vivos y creciendo con normalidad.
PASO A PASO
La necesidad era tal que Toala, que al momento de la llamada ya estaba en su casa, se ofreció a atravesar la ciudad a esa hora para hacerme los exámenes, buscar la leche y empezar el trámite.
El banco de leche funciona lejos de la burocracia conocida con la que se maneja la CSS y cualquier institución pública de este país.
El lunes a las 9:00 a.m. ya estaba todo listo. Yo ya había recibido la visita de tres técnicas, quienes me tomaron muestras de sangre; me explicaron, panfletos en mano, cómo extraerme correctamente la leche, y partieron con un cooler con frascos de leche extraída durante los últimos 12 días.
Leche que ocupaba tres tablillas de un congelador grande. Por cada donante, el banco de leche recibe aproximadamente 20 onzas semanales. Yo les entregué, esa primera vez, alrededor de 540 onzas.
Si fuera agua, sería la cantidad ideal a tomar para un adulto por ocho días. Produzco 45 onzas al día, en promedio: o sea, 315 onzas a la semana.
La dono en su totalidad; mi bebé no puede consumirla porque le produce alergia. La leche donada alcanza para alimentar a 11 bebés prematuros al día. 14 de cada 100 niños nacidos en la CSS son prematuros.
NEGATIVOS POSITIVOS
El miércoles ya habían salido –negativos– los resultados de los exámenes, que son los mismos que se hacen en el banco de sangre: VIH, hepatitis B y C, sífilis, virus linfotrófico humano 1 y 2 y enfermedad de Chagas.
Así que pasaron al siguiente paso: el examen de observación. Se aseguraron de que la leche tuviera el color adecuado y no presentara escarcha (de la ropa), fibras de telas, vellos, bruscas o escamas de la piel.
Luego vino el análisis de control de calidad de la leche, con dos aspectos a tomar en cuenta: el contenido calórico y el grado de acidez.
Sobre lo primero, cada onza contiene unas 20 calorías que pueden aumentar o disminuir de acuerdo con la alimentación de la madre donante.
Mis muestras estaban entre 17 y 21, con posibilidad de subir a 30 calorías si aumentaba mi consumo de salmón, nueces, aguacate y sardinas (alimentos con alto contenido en omegas).
En cuanto a la acidez, la leche va de grado 1 a grado 8. A mayor la calidad, menor la acidez. Los prematuros toleran la leche cuya acidez oscila entre 1 y 4, mientras los bebés que ya comen pueden tomar la que va de 5 a 8.
En esta prueba, que depende entre otras de la frescura de la leche, mis muestras sacaron entre 2 y 3.
“Resultó perfecta para los prematuros de bajo y extremo bajo peso, tanto en la acidez como en las calorías; esos chiquitos no requieren el máximo de calorías porque no necesitan engordar, sino sobrevivir”, explicó Toala.
Definido eso, la leche pasó a la siguiente etapa: la pasteurización. Se sometió a una temperatura de 62.5 grados centígrados a baño María por 30 minutos e inmediatamente después se enfrió a -5 grados.
El mismo procedimiento de pasteurización de la leche de vaca, y con el mismo fin: eliminar los microorganismos existentes.
Por último, la leche pasó por un control microbiológico en el que se cultiva la leche (metiéndola en un envase en donde crecen las bacterias) por 48 horas.Ahora sí, la leche estaba lista para fraccionar y distribuir. Para dar vida.
EL NIÁGARA EN BICICLETA
Desde esa primera vez, cada lunes, miércoles y viernes las técnicas del banco de leche pasan a buscar la leche.
Son cinco extracciones diarias de 15 a 20 minutos cada una, así que llegan cargadas de frascos vacíos (esterilizados y envueltos) y se van cargadas de frascos llenos.
Los envases son otro detalle. El banco de leche no solo tiene escasez de donantes, sino también de frascos. Resulta que en Panamá no es fácil conseguirlos con las especificaciones requeridas: de vidrio, transparentes y con tapa plástica, pues la metálica tiene tóxicos que pueden ser contaminantes.
Los procesos de análisis de calidad y pasteurización son realizados de manera arcaica. Segura, pero arcaica y demorada.
La medición de acidez, por ejemplo, la hacen con el primitivísimo acidímetro de Dornic, que no es automático. Es con una perilla y funciona con una gota que debe colocarse manualmente. Si se van dos, hay que volver a empezar.
Las calorías, en tanto, se determinan con un crematocrito, que mide la cantidad de crema que tiene la leche centrifugando la muestra en unos tubitos de vidrio pequeños.
Y luego les toca a las técnicas (son 12) medir con una regla común y corriente la cantidad de crema y calcular –con una calculadora tradicional– el valor energético de calorías por onza.
Estos dos procesos podrían simplificarse si el Seguro tuviera una pipeta electrónica y un analizador de leche humana, que les permitiría ingresar la muestra y saber, en segundos, la cantidad de proteína, grasa, calorías y acidez.
Esos dos instrumentos costarían $70 mil, pero el banco de leche ni siquiera tiene presupuesto propio. Pellizca del presupuesto del Departamento de Neonatología.
Aun así, Toala asegura que el banco que dirige es la niña bonita de la CSS, a la que ante necesidades básicas la dirección responde.
El mismo problema de presupuesto lo tiene la Comisión Nacional para el Fomento de la Lactancia Materna, y quizá por eso la gran mayoría de los ciudadanos no saben cómo ni dónde se dona leche en Panamá.
LA LACTANCIA, EN DATOS
Esa comisión –conformada por un representante de los ministerios de Salud, Trabajo y Educación, de la CSS, la Cámara de Comercio y las sociedades de Pediatría, Medicina General, Ginecología, Medicina Perinatal y Enfermeras– sesiona una vez al mes, pero solo aborda temas técnicos.
Cuando hace actividades, como seminarios o charlas para personal de salud, le toca buscar ayuda en donantes y en organismos internacionales, pues no tiene asignación presupuestaria para hacer lo que dice su nombre y es su misión: fomentar la lactancia.
Para la pediatra Mitzila Rosas, representante de Salud ante esa comisión, hay escasez de donantes no solo por la falta de promoción, sino también por “la cultura arraigada de la alimentación artificial. No se ha terminado de aceptar la lactancia como patrón normativo de la alimentación y hay gran presión publicitaria sobre los beneficios de la leche de fórmula”.
En Colombia, donde también dono, el proceso es un poco más complejo. Los exámenes de sangre, por ejemplo, van por cuenta del donante. En Panamá basta con una llamada. Con una llamada y con voluntad.
Cuando hay campañas de donación de leche, como ahora que se celebra la Semana internacional de la lactancia materna, el banco de leche de la CSS recibe cantidades importantes de frascos.
Las otras 51 semanas del año, la situación es preocupante.
Si usted está interesada en donar leche materna, el teléfono del banco de leche de la Caja de Seguro Social es el 503–6865.
La bondadosa leche materna
Por sus componentes inmunológicos, cada vez que el niño se amamanta recibe una vacuna. Entre otras, la leche materna protege al lactante contra diarreas, alergias, resfriados e infecciones de oído, y reduce la posibilidad de enfermedades como diabetes, hipertensión arterial, leucemia, linfoma y obesidad. Además, hay estudios que señalan que los niños que lactan tienen un mayor coeficiente intelectual. Para la mujer, entre los mayores beneficios está la recuperación posparto, la disminución en el sangrado y una involución uterina más rápida. Hay publicaciones que muestran menor incidencia del cáncer de seno y de cuello uterino entre las mujeres que amamantaron. Los beneficios económicos son de gran relevancia en las familias que optan por la lactancia. Alimentar a un niño con la alternativa alimenticia de menor costo disponible en el mercado puede representar un costo alrededor de los $100, solo durante el primer mes y teniendo en cuenta únicamente el costo directo del alimento.
En una comunidad de bajos recursos, la lactancia es un factor determinante para la prevención de enfermedades como la desnutrición; mientras que en una población de altos ingresos puede prevenir enfermedades que son resultado de la sobrealimentación del lactante, como obesidad, diabetes o hipertensión.
**El autor es tutor en el curso de procesamiento y control de calidad de leche del Programa Iberoamericano de Bancos de Leche IberBLH y coordinador del Banco de Leche del Hospital de Kennedy, en Bogotá