Enseñan valores, promueven hábitos y actitudes necesarias para afrontar la vida. Ayudan a sus hijos a levantarse cuando caen y celebran como propios sus éxitos; todo para que se conviertan en hombres y mujeres que aporten a sus familias y a la sociedad y, por ende, al desarrollo de su país. Son madres y damos gracias por ellas.
Un día como hoy, cuando el país hace un alto para celebrar y reconocer su rol en la sociedad, exaltamos la tarea doblemente especial que hacen las madres que crían a personas con discapacidad, como las mujeres de esta foto, que tienen hijos con trastornos del espectro autista que son atendidos en la Fundación Enséñame a Vivir.
Cuatro de las madres que asisten a la Fundación Enséñame a Vivir compartieron con este medio su experiencia de ser mamá de un niño con esta condición.
Todas coincidieron en la necesidad de estar atentos a las señales, de aceptar el diagnóstico y actuar de inmediato para ayudar al niño.
Julissa Madrid es madre de un niño de seis años y señala que una característica necesaria para afrontar esta tarea es el empeño. “No es fácil, pasamos días difíciles y otros son muy lindos”, afirma, al tiempo que reconoce que a lo largo de ese recorrido se aprende mucho.
Mientras que Jackeline Hidalgo tiene un hijo de cinco años y afirma que “ser mamá de un niño especial” al principio te hace derramar unas lágrimas, pero luego se convierten en alegría. Reconoce que incluir a los chicos en un programa de terapias desde temprana edad es la clave. Su niño se trata desde que tiene año y medio y hoy tiene muchos días excelentes, se comunica, quiere relacionarse con otros y jugar con los niños. Es un niño feliz, afirma, y nosotros también.
Para Gina (su hijo tiene nueve años), se trata de una batalla difícil, pero que también tiene recompensas porque “son niños muy sinceros”. “No tenemos un manual para tratarlos y ellos te enseñan día a día que tienes que aprender cosas nuevas”, expresó.
A aquellos padres que están comenzando este camino, Gina les recomienda aceptar el duelo que implica escuchar el diagnóstico, armarse con terapias y tener mucha fe. “Préstale mucha atención si tu hijo no te mira a los ojos, si tu hijo te rechaza, abrázalo, no pienses que son malcriadeces o berrinches, hay un por qué de cada cosa”, apuntó.
Coincide con Gina, Giomara Quijada (su hijo tiene siete años). “No es sencillo pero es posible”, expresó al recordar el camino recorrido. “Hay que tratar de buscar siempre otras opiniones, ayuda, no aislarse y hacerlo a temprana edad del niño”, indicó.