El 30% de la basura que se produce a diario en la ciudad de Panamá, es decir, unas 700 toneladas, va a parar al mar, según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) y el Ministerio de Ambiente.
La mayoría de esas toneladas corresponde a plástico, un elemento que tarda unos 400 años en degradarse.
Expertos en biología marina y oceanografía sostienen que cuando este material comienza a degradarse genera microplásticos que son consumidos por peces y crustáceos.
Frente a esta situación, la Autoridad de Recursos Acuáticos de Panamá tiene entre sus proyectos poner en marcha un centro de investigaciones marinas para conocer los efectos del plástico y otras sustancias, como los plaguicidas, en las especies marinas y luego en la población que las consume.
Mientras, el Ministerio de Ambiente trabaja una propuesta de legislación sobre plásticos, para enfrentar el problema de la basura que va al mar.
PLÁSTICO, DEL MAR A LA MESA
El plástico está viajando literalmente del mar a la mesa de los consumidores de mariscos, y Panamá no escapa de este escenario.
A esta conclusión llegaron organizaciones como el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma, por sus siglas en inglés), biólogos, científicos y autoridades, quienes han observado cómo en las últimas décadas la basura impacta sobre los recursos marinos.
Datos del Pnuma precisan que cada año cerca de 8 millones de toneladas de plástico terminan en el mar, incluidos los llamados “microplásticos” (pequeñas partículas de plástico), que pueden afectar a todos los organismos marinos, entre ellos peces, aves marinas y mamíferos como ballenas y delfines.
Incluso, plantean que estas partículas suponen también un riesgo “potencial” para la salud humana.
En el caso de Panamá, cifras suministradas por la Autoridad de Aseo Urbano y Domiciliario, así como por el Ministerio de Ambiente, indican que cerca del 30% de la basura que diariamente se produce en la ciudad de Panamá, o sea, unas 700 toneladas, va a parar directamente al mar. La mayoría de estas toneladas de desechos corresponde a plástico, el cual tarda unos 400 años en deshacerse en el mar.
Biólogos y oceanógrafos como Isaías Ramos, del Centro de Incidencia Ambiental, y Edison Barbieri, del Instituto de Pesca de Brasil, señalan que cuando este material comienza a desintegrarse genera pequeñas partes que son consumidas por aves, tortugas y peces.
Barbieri, quien fue invitado por la Autoridad de los Recursos Acuáticos de Panamá (ARAP) para un taller sobre ecotoxicología (estudio del efecto de compuestos químicos tóxicos sobre los seres vivos), señaló que en el país suramericano han realizado estudios recientes sobre los efectos del plásticos en dos especies: aves marinas y tortugas.
En el caso de las aves, dijo que en esos estudios detectaron que el 90% de las que fueron encontradas muertas tenía plástico en su estómago, y que las tortugas atravesaban por la misma situación.
“El problema del plástico es muy serio, ya que cuando se degrada empieza a producir bifenilo, un producto químico”, explicó.
Incluso, agregó que detectaron que este químico causa que las especies marinas como aves y tortugas tengan más hembras que machos. “Aumentó el número de hembras en esas especies por causa del bifenilo”, aportó.
En lo que respecta a los peces, Barbieri dijo que algunos tipos de plásticos también los están perjudicando.
“Aunque todavía no tenemos datos científicos del efecto de esto en los humanos, lo más probable es que hay consecuencias. Nosotros somos parte del ecosistema, y si no es directamente, seguramente indirectamente estamos siendo afectados”, añadió el oceanógrafo.
En ese sentido, mencionó que cualquier desecho que termina en el mar regresa a la mesa en los alimentos, en el aire que se respira o en el agua que se va a beber.
“Mi recomendación a Panamá, que tiene dos mares, es incrementar el reciclaje en general y no tirar basura al mar porque va a volver”, dijo.
Por su parte, el biólogo del Centro de Incidencia Ambiental manifestó que hay mucha fiscalización sanitaria sobre lo que comen las especies para el consumo humano, como cerdos, vacas y aves en general. No obstante, detalló que hay poca vigilancia para los peces.
“Nadie vigila qué se come el pez”, subrayó Ramos, quien coincidió con el oceanógrafo brasileño en que es un tema que deben investigar las autoridades como la ARAP, el Ministerio de Ambiente y el Ministerio de Desarrollo Agropecuario (Mida).
LOS PLAGUICIDAS
Otro aspecto que es evaluado por las autoridades es la presencia de plaguicidas en peces de agua dulce.
En ese sentido, expertos de la ARAP, MIDA y Ambiente llevan a cabo una investigación del impacto de químicos como la atrazina en la cuenca 102 (Chiriquí Viejo), donde se produce más del 50% de los productos agrícolas que se consumen en Panamá. Muchas veces gran parte de esas sustancias termina en el mar.
Haydée Cornejo, entomóloga en licencia del Instituto Conmemorativo Gorga de Estudios de la Salud, explicó que las concentraciones de plaguicidas encontradas en dicha cuenca están en los niveles mínimo o aceptados, aunque aclaró que se basan en normativas internacionales.
“Lo que queremos es realizar esos ensayos con nuestras especies, para hacer nuestras propias normativas”, manifestó.
Por ejemplo, en Estados Unidos el nivel permitido es de 3 partes por billón; en la Unión Europea, de 0.1 parte por billón; la Organización Mundial de la Salud establece 2 partes por billón y en Canadá, 5 partes por billón.
En tanto, Brenda Itzel Checa Orrego, jefa del Departamento de Servicios Técnicos y Análisis Químico del MIDA, indicó que las malas prácticas de uso de plaguicidas podrían afectar las especies marinas, y a la vez al ser humano. “Es importante que plásticos y plaguicidas no estén en los ríos y mares”, recomendó.
Además, señaló que el estudio que llevan a cabo tiene como finalidad adquirir experiencia de cómo los organismos acuáticos son afectados por la contaminación con plaguicidas.
Para la directora de la ARAP, Zuleika Pinzón, estos temas están en la agenda de la entidad, por lo que plantean la puesta en marcha de un centro de investigaciones marinas que pueda dar más claridad sobre los efectos de estas sustancias (plásticos y plaguicidas) en las especies marinas y luego en la población que las consume.
De acuerdo con Pinzón, los plásticos pueden absorber otros químicos. “Esos efectos no han determinado cuáles son perjudiciales para el ser humano, aunque estudios internacionales dan cuenta de microplásticos en la sangre humana”, detalló.
La directora de la ARAP precisó que este es uno de los temas que se tiene que abordar como Estado, porque incluso los plaguicidas están llegando al área marina.
En lo que respecta a la creación de un centro de investigaciones marinas, el primero en el país, expresó que se está contemplando en el presupuesto de la institución para el próximo año.
La ARAP solicitó para 2017 un presupuesto de $17 millones, pero en la Asamblea Nacional se le recomendó $10 millones.
Hace poco, la ministra de Ambiente, Mirei Endara, se refirió al tema y dijo que el problema relacionado con la basura marina no solo atañe a los mares y costas, o a los ecosistemas y especies que viven en estos ambientes. Según Endara, la basura marina también genera impactos sobre los asentamientos humanos ubicados en el litoral y deteriora el paisaje, lo que disminuye actividades de recreación y turismo.
La titular de Ambiente añadió que la entidad trabaja una propuesta de legislación sobre plásticos, en coordinación con las instituciones relacionadas al tema, para enfrentar el problema de la gran cantidad de basura que va al mar.
IMPACTO EN LA PESCA
Para Marvín Correa, director de la Asociación Nacional de la Industria Pesquera Panameña, la basura marina afecta las poblaciones de la vida marina, aunque resaltó que afecta más la tala de manglares, los plaguicidas y pesticidas (algunos prohibidos en otros países), y la contaminación de fuentes puntuales y no puntuales provenientes del área continental.
Sobre la actual realidad de la industria pesquera en el país, detalló que no se tiene el dato de captura cuantificado, aunque sostuvo que se ha mantenido, permitiendo la estabilidad de la actividad.
“La falta de números es una tragedia para todos los sectores, por lo que debe ser prioridad número uno de la administración pesquera reactivar la toma de datos estadísticos que le permita tomar medidas apegadas a la realidad”, concluyó.
Las últimas estadísticas de la Contraloría General de la República sobre pesca industrial datan de 2013, y señalan que para ese año se desembarcaron 113 mil 563 toneladas métricas de peces. En la pesca artesanal la cifra fue de 14 mil 654 toneladas métricas.