Siamesa chiricana se recupera



Ana Paula Pinto Monroy, la siamesa de dos años de edad, se ha convertido en el “milagro de amor” de sus padres Ileana Monroy y Pablo Pinto, oriundos de  Gualaca,  provincia de Chiriquí.

A la pequeña la sometieron a los 18 días de haber nacido a una operación sin precedentes en Panamá para separarla de su hermana Elizabeth Lineth, a la que estaba unida por un lado de la pelvis. Hororina de Espinosa, la cirujana pediatra que hace dos años dirigió el equipo de 21 profesionales que operó a Ana Paula, explicó que se trató de una operación de urgencia porque la otra niña se estaba deteriorando y la experiencia indicaba que si una moría la otra también.Añadió que aunque contaron con la asesoría de los galenos del hospital Shriners para niños de Los Ángeles, Estados Unidos, era la primera vez que un equipo de médicos panameños realizaba una operación de esta naturaleza.Ni la cirugía para separarla de su hermana, tres paros cardíacos y las convulsiones lograron dominar las ganas de vivir de la niña a la que el pasado mes de junio la sometieron a una operación en Estados Unidos para retirarle la pierna extra que le quedó luego de la separación de su hermana.La pequeña es inquieta, alegre y se desarrolla conforme a su edad.Ana Paula ahora camina con la ayuda de una andadera, tiene tres riñones y dos pelvis, pero tiene el desarrollo intelectual que le corresponde, indicó el ortopeda Esteban Perdomo.Perdomo, al igual que el resto de los médicos que se encontraban en la sala de junta directiva del Hospital del Niño doctor José Renán Esquivel, se admiraba al observar cómo la niña se desplazaba de un lado para otro de la sala, conversaba, daba las  gracias en el idioma inglés y saludaba con sus pequeñas manitas.Sus padres y abuelos son los más contentos por la evolución que  muestra Ana Paula.  Su madre cuenta que al cuarto mes de embarazo le tocó tomar la decisión que marcó el futuro de Ana Paula, cuando los médicos en Chiriquí le sugirieron que  interrumpiera el embarazo por el riesgo que representaba traer a las niñas unidas.“Confiamos en Dios y decidimos seguir adelante”, indicó Monroy, quien con una sonrisa sostuvo que no se arrepiente. Monroy, quien posee un técnico en enfermería, es consciente de que lo que les viene no es fácil, porque hasta que la niña cumpla 18 años deben llevarla todos los años a Estados Unidos para una revisión médica.  Además necesita un empleo para poder, junto a su esposo, hacerle frente a los gastos de la pequeña.     

A la pequeña la sometieron a los 18 días de haber nacido a una operación sin precedentes en Panamá para separarla de su hermana Elizabeth Lineth, a la que estaba unida por un lado de la pelvis. 

Hororina de Espinosa, la cirujana pediatra que hace dos años dirigió el equipo de 21 profesionales que operó a Ana Paula, explicó que se trató de una operación de urgencia porque la otra niña se estaba deteriorando y la experiencia indicaba que si una moría la otra también.

Añadió que aunque contaron con la asesoría de los galenos del hospital Shriners para niños de Los Ángeles, Estados Unidos, era la primera vez que un equipo de médicos panameños realizaba una operación de esta naturaleza.

Ni la cirugía para separarla de su hermana, tres paros cardíacos y las convulsiones lograron dominar las ganas de vivir de la niña a la que el pasado mes de junio la sometieron a una operación en Estados Unidos para retirarle la pierna extra que le quedó luego de la separación de su hermana.

La pequeña es inquieta, alegre y se desarrolla conforme a su edad.

La pequeña es inquieta, alegre y se desarrolla conforme a su edad.



Ana Paula ahora camina con la ayuda de una andadera, tiene tres riñones y dos pelvis, pero tiene el desarrollo intelectual que le corresponde, indicó el ortopeda Esteban Perdomo.

Perdomo, al igual que el resto de los médicos que se encontraban en la sala de junta directiva del Hospital del Niño doctor José Renán Esquivel, se admiraba al observar cómo la niña se desplazaba de un lado para otro de la sala, conversaba, daba las  gracias en el idioma inglés y saludaba con sus pequeñas manitas.

Sus padres y abuelos son los más contentos por la evolución que  muestra Ana Paula.  

Su madre cuenta que al cuarto mes de embarazo le tocó tomar la decisión que marcó el futuro de Ana Paula, cuando los médicos en Chiriquí le sugirieron que  interrumpiera el embarazo por el riesgo que representaba traer a las niñas unidas.

“Confiamos en Dios y decidimos seguir adelante”, indicó Monroy, quien con una sonrisa sostuvo que no se arrepiente. 

Monroy, quien posee un técnico en enfermería, es consciente de que lo que les viene no es fácil, porque hasta que la niña cumpla 18 años deben llevarla todos los años a Estados Unidos para una revisión médica.  

Además necesita un empleo para poder, junto a su esposo, hacerle frente a los gastos de la pequeña.     

 

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