En medio del fenómeno migratorio que se agudizó en los últimos años en la provincia de Darién, nació un proyecto impulsado por el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y que es celosamente custodiado por comunidades de la zona.
Se trata de una propuesta que lleva servicios de agua, saneamiento e higiene a 10 comunidades indígenas impactadas por la contaminación que genera la migración en la frontera entre Panamá y Colombia. El resultado es que hoy más de 1,000 personas de esta zona pueden beber agua segura.
El proyecto se impulsa en Villa Caleta, una comunidad indígena Emberá al borde de las aguas del río Turquesa, uno de los tantos afluentes que recorren Darién. Allí sobresale la figura de Víctor Cabrera, presidente de la junta de acueducto rural de Villa Caleta, un organismo local bajo la supervisión del Ministerio de Salud.
La junta, que lidera Cabrera, está encargada de clorar el agua que se extrae del río con una bomba y que luego se filtra y se almacena en tanques. Todo este proceso se desarrolla con energía solar de paneles provistos por Unicef, porque en esta comunidad no hay electricidad.
El dirigente comunitario describe lo que ocurría antes en esa área en el corazón de la selva de Darién. “Aquí ya no consumimos agua directamente del río como lo hacíamos antes”, contó. En ese contexto, recuerda los constantes vómitos y diarreas que sufría al beberla sin filtrar.
A pesar de la comunidad está a orillas del río, el recurso líquido no era apto para consumo humano.
La contaminación
La calidad del agua de los ríos de la zona se deterioró con la cantidad de migrantes que vienen cruzando esa zona, durante los últimos años. Solo en 2022, alrededor de 248 mil ingresaron al país por aquí.
“La migración está contaminando los ríos en estas comunidades indígenas que están a lo largo de los ríos Turquesa y Membrillo, los cuales ancestralmente han sido sus fuentes de agua”, explica Reinaldo Rodríguez, técnico de Global Brigades, socio implementador de Unicef para el proyecto llamado Baido, que significa agua en lengua indígena emberá.
“En el largo plazo, las heces, los desechos y la basura que se vierten directamente en ellos pueden comprometer la posibilidad de consumirla aún siendo tratada. No es lo mismo purificar agua con materia orgánica como hojas de árboles y lodo, que purificar agua con heces y cadáveres que se encuentran en el río”, detalló.
En términos generales, la propuesta busca mitigar el grave problema de acceso al agua, higiene y saneamiento en 10 comunidades impactadas por la migración en Darién, nueve de ellas indígenas. Esto luego que el equipo de Unicef en esa provincia detectara que, por el alto nivel de contaminación, tomar agua directamente del río expone a la población local y migrante, a episodios de vómitos y diarreas.
Raúl Isamará Ají, técnico del centro de salud de Villa Caleta, precisó que el agua está ahora 85% más limpia después de ser filtrada.
Según Unicef, Baido implica ir mucho más allá de la construcción de la mera infraestructura y las operaciones técnicas; el propósito es trabajar con las comunidades para fusionar sus saberes ancestrales con la operación y sembrar en las nuevas generaciones ese sentimiento de gestionar su territorio a partir de garantizar el agua potable.