Rossana Uribe ha vivido varias de las distintas caras de la ciudad de Panamá: ha brillado en el arte a través del cine y del teatro; ha guiado la lucha por los derechos humanos como presidente de la Asociación Panameña Para El Planeamiento De La Familia (Aplafa); y ha convivido con el caos permanente de esta metrópoli en su rol de ciudadana.
Desde esas distintas plataformas, Uribe ha logrado entender esta ciudad. Le gusta su caos, por ejemplo. Pero también le molesta la falta de respeto constante en este espacio que muchas veces puede tornarse agresivo. Esta es una radiografía de la ciudad desde una pluralidad de ópticas.
¿Cómo describiría la ciudad de Panamá?
Es una ciudad con vida permanente. Diferentes tipos de vida dependiendo de dónde estas, pero siempre muy viva. No la verás deprimida, aun ni cuando llueve. Me encanta el caos, el ruido de cuando estoy en medio de algo y escucho los autos, la algarabía. Así la describo, como un lugar que siempre está vivo.
En las últimas décadas esta ciudad de ha desarrollado muchísimo. ¿Se ha trasladado ese desarrollo a nuestra conciencia colectiva?
La ciudad ha crecido muchísimo y hay un desarrollo bárbaro. Siempre verás edificios que se desarrollan, que se construyen, pero a los ciudadanos nos ha faltado adecuarnos a ese crecimiento. Siento a veces que se han opuesto y no se han alineado, y ese caos que interviene con la vida de los demás no me gusta: automóviles en aceras, calles donde no se puede estacionar pero aún así lo hacen. Nos falta ese orden. Y le falta a la autoridad poner ese orden.
¿Y en términos de conciencia social, de comunidad?
Hay varias ciudades de Panamá. Aquí es como un cocoon, donde está todo estructurado, los edificios, el transporte. Pero si vas, por ejemplo, a Aplafa de san miguelito, eso es un mundo entero. Barrias y semi barriadas construidas como fuera. Esa es otra ciudad, otro estilo de caos, que puede ser muy agresivo. La gente se cansa de caminar mucho para tomar un transporte, de encontrarse basureros por todas partes, que los servicios públicos no le lleguen. Son varias ciudades intentando convivir en una armonía que es muy frágil.
Como sociedad en desarrollo, ¿tenemos conciencia de nuestra sexualidad?
Muy poco. Esta campaña que tenemos ahora ha sido muy sorprendente. Porque hablamos de enfermedades que muchas veces la gente no se acuerda que existen. Hay gente que está en sexto año y que tiene diez años sin recibir educación sexual. Hay un desconocimiento bárbaro. Con esta campaña intentamos llegar a los jóvenes. Que sepan que la gonorrea te sigue, que te puedes hacer amigo de hiv sin darte cuenta.
La gente está escandalizada, con justa razón, por la red de pedofilia descubierta, pero no estamos haciendo lo adecuado para evitarlo, que es, además de las herramientas de las autoridades, que las niñas y los niños se empoderen de su cuerpo, que lo conozcan. Es una deuda muy grande de este país con sus ciudadanos.
En los últimos años ha existido una polarización en torno a la educación sexual. ¿Realmente estamos tan divididos como sociedad?
Estamos en puntos bien distintos. Hay un grupo de ciudadanos en este país que tenemos más conciencia de las cosas que nos rodean, del cambio en el mundo. Y hay una parte de la población supeditada a religiosidades y atavismos que le impiden ver más allá. Y estos dos grupos están inmersos en todas las clases de Panamá. Eso nos causa mucha conflicto.
Las cosas han cambiado. En otros países no son ni siquiera temas, y nosotros tenemos que machacar constantemente sobre libertad, derechos iguales para todos, reconocimiento de derechos LGBTI, el derecho a tener una familiar y casarte, el derecho a tener una salud en la que no te discriminen por nada.
¿Hay política metida en esta polarización?
La parte política es acomodaticia. No es que ellos sean de tal o cual tendencia, sino que reaccionan y accionan en base a lo que les dice su respectiva iglesia, porque no tenemos un Estado laico. Cuando eso suceda en Panamá, tendremos situaciones más amplias y convenientes para la salud pública y la educación.
¿Qué tanto arte hay en esta ciudad?
Hay mucho, por todos lados. Este es un país musical, de color, visual. El arte está intrínsecamente en los ciudadanos. Quizás no haya las condiciones más adecuadas para que todas las niñas y niños desarrollen sus aptitudes artísticas, pero eso está en nosotros. Cada vez lo vemos más: el festival de cine, el de jazz, el Museo de Arte Contemporáneo, los murales, el arte urbano. Tengo esperanza de que encontraremos más nuestro nicho en las expresiones artísticas.
¿Qué es lo que menos le gusta de la ciudad de Panamá?
La falta de respeto: botar basura, los automóviles sobre los pasos peatonales, girar cuando no puedes, poner la música a todo volumen. Se irrespeta a los demás, a los vecinos.
¿Qué es lo que ama de esta ciudad?
La vida, el movimiento, el color, la luz, la vibración continua. Siempre está pasando algo. Me gusta salir y disfrutar.
Rossana Uribe ha vivido varias de las distintas caras de la ciudad de Panamá: ha brillado en el arte a través del cine y del teatro; ha guiado la lucha por los derechos humanos como presidente de la Asociación Panameña Para El Planeamiento De La Familia (Aplafa); y ha convivido con el caos permanente de esta metrópoli en su rol de ciudadana.
Desde esas distintas plataformas, Uribe ha logrado entender esta ciudad. Le gusta su caos, por ejemplo. Pero también le molesta la falta de respeto constante en este espacio que muchas veces puede tornarse agresivo. Esta es una radiografía de la ciudad desde una pluralidad de ópticas.
¿Cómo describiría la ciudad de Panamá?
Es una ciudad con vida permanente. Diferentes tipos de vida dependiendo de dónde estas, pero siempre muy viva. No la verás deprimida, aun ni cuando llueve. Me encanta el caos, el ruido de cuando estoy en medio de algo y escucho los autos, la algarabía. Así la describo, como un lugar que siempre está vivo.
En las últimas décadas esta ciudad de ha desarrollado muchísimo. ¿Se ha trasladado ese desarrollo a nuestra conciencia colectiva?
La ciudad ha crecido muchísimo y hay un desarrollo bárbaro. Siempre verás edificios que se desarrollan, que se construyen, pero a los ciudadanos nos ha faltado adecuarnos a ese crecimiento. Siento a veces que se han opuesto y no se han alineado, y ese caos que interviene con la vida de los demás no me gusta: automóviles en aceras, calles donde no se puede estacionar pero aún así lo hacen. Nos falta ese orden. Y le falta a la autoridad poner ese orden.
¿Y en términos de conciencia social, de comunidad?
Hay varias ciudades de Panamá. Aquí es como un cocoon, donde está todo estructurado, los edificios, el transporte. Pero si vas, por ejemplo, a Aplafa de san miguelito, eso es un mundo entero. Barrias y semi barriadas construidas como fuera. Esa es otra ciudad, otro estilo de caos, que puede ser muy agresivo. La gente se cansa de caminar mucho para tomar un transporte, de encontrarse basureros por todas partes, que los servicios públicos no le lleguen. Son varias ciudades intentando convivir en una armonía que es muy frágil.
Como sociedad en desarrollo, ¿tenemos conciencia de nuestra sexualidad?
Muy poco. Esta campaña que tenemos ahora ha sido muy sorprendente. Porque hablamos de enfermedades que muchas veces la gente no se acuerda que existen. Hay gente que está en sexto año y que tiene diez años sin recibir educación sexual. Hay un desconocimiento bárbaro. Con esta campaña intentamos llegar a los jóvenes. Que sepan que la gonorrea te sigue, que te puedes hacer amigo de hiv sin darte cuenta.
La gente está escandalizada, con justa razón, por la red de pedofilia descubierta, pero no estamos haciendo lo adecuado para evitarlo, que es, además de las herramientas de las autoridades, que las niñas y los niños se empoderen de su cuerpo, que lo conozcan. Es una deuda muy grande de este país con sus ciudadanos.
En los últimos años ha existido una polarización en torno a la educación sexual. ¿Realmente estamos tan divididos como sociedad?
Estamos en puntos bien distintos. Hay un grupo de ciudadanos en este país que tenemos más conciencia de las cosas que nos rodean, del cambio en el mundo. Y hay una parte de la población supeditada a religiosidades y atavismos que le impiden ver más allá. Y estos dos grupos están inmersos en todas las clases de Panamá. Eso nos causa mucha conflicto.
Las cosas han cambiado. En otros países no son ni siquiera temas, y nosotros tenemos que machacar constantemente sobre libertad, derechos iguales para todos, reconocimiento de derechos LGBTI, el derecho a tener una familiar y casarte, el derecho a tener una salud en la que no te discriminen por nada.
¿Hay política metida en esta polarización?
La parte política es acomodaticia. No es que ellos sean de tal o cual tendencia, sino que reaccionan y accionan en base a lo que les dice su respectiva iglesia, porque no tenemos un Estado laico. Cuando eso suceda en Panamá, tendremos situaciones más amplias y convenientes para la salud pública y la educación.
¿Qué tanto arte hay en esta ciudad?
Hay mucho, por todos lados. Este es un país musical, de color, visual. El arte está intrínsecamente en los ciudadanos. Quizás no haya las condiciones más adecuadas para que todas las niñas y niños desarrollen sus aptitudes artísticas, pero eso está en nosotros. Cada vez lo vemos más: el festival de cine, el de jazz, el Museo de Arte Contemporáneo, los murales, el arte urbano. Tengo esperanza de que encontraremos más nuestro nicho en las expresiones artísticas.
¿Qué es lo que menos le gusta de la ciudad de Panamá?
La falta de respeto: botar basura, los automóviles sobre los pasos peatonales, girar cuando no puedes, poner la música a todo volumen. Se irrespeta a los demás, a los vecinos.
¿Qué es lo que ama de esta ciudad?
La vida, el movimiento, el color, la luz, la vibración continua. Siempre está pasando algo. Me gusta salir y disfrutar.
Rossana Uribe ha vivido varias de las distintas caras de la ciudad de Panamá: ha brillado en el arte a través del cine y del teatro; ha guiado la lucha por los derechos humanos como presidente de la Asociación Panameña Para El Planeamiento De La Familia (Aplafa); y ha convivido con el caos permanente de esta metrópoli en su rol de ciudadana.
Desde esas distintas plataformas, Uribe ha logrado entender esta ciudad. Le gusta su caos, por ejemplo. Pero también le molesta la falta de respeto constante en este espacio que muchas veces puede tornarse agresivo. Esta es una radiografía de la ciudad desde una pluralidad de ópticas.
¿Cómo describiría la ciudad de Panamá?
Es una ciudad con vida permanente. Diferentes tipos de vida dependiendo de dónde estas, pero siempre muy viva. No la verás deprimida, aun ni cuando llueve. Me encanta el caos, el ruido de cuando estoy en medio de algo y escucho los autos, la algarabía. Así la describo, como un lugar que siempre está vivo.
En las últimas décadas esta ciudad de ha desarrollado muchísimo. ¿Se ha trasladado ese desarrollo a nuestra conciencia colectiva?
La ciudad ha crecido muchísimo y hay un desarrollo bárbaro. Siempre verás edificios que se desarrollan, que se construyen, pero a los ciudadanos nos ha faltado adecuarnos a ese crecimiento. Siento a veces que se han opuesto y no se han alineado, y ese caos que interviene con la vida de los demás no me gusta: automóviles en aceras, calles donde no se puede estacionar pero aún así lo hacen. Nos falta ese orden. Y le falta a la autoridad poner ese orden.
¿Y en términos de conciencia social, de comunidad?
Hay varias ciudades de Panamá. Aquí es como un cocoon, donde está todo estructurado, los edificios, el transporte. Pero si vas, por ejemplo, a Aplafa de san miguelito, eso es un mundo entero. Barrias y semi barriadas construidas como fuera. Esa es otra ciudad, otro estilo de caos, que puede ser muy agresivo. La gente se cansa de caminar mucho para tomar un transporte, de encontrarse basureros por todas partes, que los servicios públicos no le lleguen. Son varias ciudades intentando convivir en una armonía que es muy frágil.
Como sociedad en desarrollo, ¿tenemos conciencia de nuestra sexualidad?
Muy poco. Esta campaña que tenemos ahora ha sido muy sorprendente. Porque hablamos de enfermedades que muchas veces la gente no se acuerda que existen. Hay gente que está en sexto año y que tiene diez años sin recibir educación sexual. Hay un desconocimiento bárbaro. Con esta campaña intentamos llegar a los jóvenes. Que sepan que la gonorrea te sigue, que te puedes hacer amigo de hiv sin darte cuenta.
La gente está escandalizada, con justa razón, por la red de pedofilia descubierta, pero no estamos haciendo lo adecuado para evitarlo, que es, además de las herramientas de las autoridades, que las niñas y los niños se empoderen de su cuerpo, que lo conozcan. Es una deuda muy grande de este país con sus ciudadanos.
En los últimos años ha existido una polarización en torno a la educación sexual. ¿Realmente estamos tan divididos como sociedad?
Estamos en puntos bien distintos. Hay un grupo de ciudadanos en este país que tenemos más conciencia de las cosas que nos rodean, del cambio en el mundo. Y hay una parte de la población supeditada a religiosidades y atavismos que le impiden ver más allá. Y estos dos grupos están inmersos en todas las clases de Panamá. Eso nos causa mucha conflicto.
Las cosas han cambiado. En otros países no son ni siquiera temas, y nosotros tenemos que machacar constantemente sobre libertad, derechos iguales para todos, reconocimiento de derechos LGBTI, el derecho a tener una familiar y casarte, el derecho a tener una salud en la que no te discriminen por nada.
¿Hay política metida en esta polarización?
La parte política es acomodaticia. No es que ellos sean de tal o cual tendencia, sino que reaccionan y accionan en base a lo que les dice su respectiva iglesia, porque no tenemos un Estado laico. Cuando eso suceda en Panamá, tendremos situaciones más amplias y convenientes para la salud pública y la educación.
¿Qué tanto arte hay en esta ciudad?
Hay mucho, por todos lados. Este es un país musical, de color, visual. El arte está intrínsecamente en los ciudadanos. Quizás no haya las condiciones más adecuadas para que todas las niñas y niños desarrollen sus aptitudes artísticas, pero eso está en nosotros. Cada vez lo vemos más: el festival de cine, el de jazz, el Museo de Arte Contemporáneo, los murales, el arte urbano. Tengo esperanza de que encontraremos más nuestro nicho en las expresiones artísticas.
¿Qué es lo que menos le gusta de la ciudad de Panamá?
La falta de respeto: botar basura, los automóviles sobre los pasos peatonales, girar cuando no puedes, poner la música a todo volumen. Se irrespeta a los demás, a los vecinos.
¿Qué es lo que ama de esta ciudad?
La vida, el movimiento, el color, la luz, la vibración continua. Siempre está pasando algo. Me gusta salir y disfrutar.
Rossana Uribe ha vivido varias de las distintas caras de la ciudad de Panamá: ha brillado en el arte a través del cine y del teatro; ha guiado la lucha por los derechos humanos como presidente de la Asociación Panameña Para El Planeamiento De La Familia (Aplafa); y ha convivido con el caos permanente de esta metrópoli en su rol de ciudadana.
Desde esas distintas plataformas, Uribe ha logrado entender esta ciudad. Le gusta su caos, por ejemplo. Pero también le molesta la falta de respeto constante en este espacio que muchas veces puede tornarse agresivo. Esta es una radiografía de la ciudad desde una pluralidad de ópticas.
¿Cómo describiría la ciudad de Panamá?
Es una ciudad con vida permanente. Diferentes tipos de vida dependiendo de dónde estas, pero siempre muy viva. No la verás deprimida, aun ni cuando llueve. Me encanta el caos, el ruido de cuando estoy en medio de algo y escucho los autos, la algarabía. Así la describo, como un lugar que siempre está vivo.
En las últimas décadas esta ciudad de ha desarrollado muchísimo. ¿Se ha trasladado ese desarrollo a nuestra conciencia colectiva?
La ciudad ha crecido muchísimo y hay un desarrollo bárbaro. Siempre verás edificios que se desarrollan, que se construyen, pero a los ciudadanos nos ha faltado adecuarnos a ese crecimiento. Siento a veces que se han opuesto y no se han alineado, y ese caos que interviene con la vida de los demás no me gusta: automóviles en aceras, calles donde no se puede estacionar pero aún así lo hacen. Nos falta ese orden. Y le falta a la autoridad poner ese orden.
¿Y en términos de conciencia social, de comunidad?
Hay varias ciudades de Panamá. Aquí es como un cocoon, donde está todo estructurado, los edificios, el transporte. Pero si vas, por ejemplo, a Aplafa de san miguelito, eso es un mundo entero. Barrias y semi barriadas construidas como fuera. Esa es otra ciudad, otro estilo de caos, que puede ser muy agresivo. La gente se cansa de caminar mucho para tomar un transporte, de encontrarse basureros por todas partes, que los servicios públicos no le lleguen. Son varias ciudades intentando convivir en una armonía que es muy frágil.
Como sociedad en desarrollo, ¿tenemos conciencia de nuestra sexualidad?
Muy poco. Esta campaña que tenemos ahora ha sido muy sorprendente. Porque hablamos de enfermedades que muchas veces la gente no se acuerda que existen. Hay gente que está en sexto año y que tiene diez años sin recibir educación sexual. Hay un desconocimiento bárbaro. Con esta campaña intentamos llegar a los jóvenes. Que sepan que la gonorrea te sigue, que te puedes hacer amigo de hiv sin darte cuenta.
La gente está escandalizada, con justa razón, por la red de pedofilia descubierta, pero no estamos haciendo lo adecuado para evitarlo, que es, además de las herramientas de las autoridades, que las niñas y los niños se empoderen de su cuerpo, que lo conozcan. Es una deuda muy grande de este país con sus ciudadanos.
En los últimos años ha existido una polarización en torno a la educación sexual. ¿Realmente estamos tan divididos como sociedad?
Estamos en puntos bien distintos. Hay un grupo de ciudadanos en este país que tenemos más conciencia de las cosas que nos rodean, del cambio en el mundo. Y hay una parte de la población supeditada a religiosidades y atavismos que le impiden ver más allá. Y estos dos grupos están inmersos en todas las clases de Panamá. Eso nos causa mucha conflicto.
Las cosas han cambiado. En otros países no son ni siquiera temas, y nosotros tenemos que machacar constantemente sobre libertad, derechos iguales para todos, reconocimiento de derechos LGBTI, el derecho a tener una familiar y casarte, el derecho a tener una salud en la que no te discriminen por nada.
¿Hay política metida en esta polarización?
La parte política es acomodaticia. No es que ellos sean de tal o cual tendencia, sino que reaccionan y accionan en base a lo que les dice su respectiva iglesia, porque no tenemos un Estado laico. Cuando eso suceda en Panamá, tendremos situaciones más amplias y convenientes para la salud pública y la educación.
¿Qué tanto arte hay en esta ciudad?
Hay mucho, por todos lados. Este es un país musical, de color, visual. El arte está intrínsecamente en los ciudadanos. Quizás no haya las condiciones más adecuadas para que todas las niñas y niños desarrollen sus aptitudes artísticas, pero eso está en nosotros. Cada vez lo vemos más: el festival de cine, el de jazz, el Museo de Arte Contemporáneo, los murales, el arte urbano. Tengo esperanza de que encontraremos más nuestro nicho en las expresiones artísticas.
¿Qué es lo que menos le gusta de la ciudad de Panamá?
La falta de respeto: botar basura, los automóviles sobre los pasos peatonales, girar cuando no puedes, poner la música a todo volumen. Se irrespeta a los demás, a los vecinos.
¿Qué es lo que ama de esta ciudad?
La vida, el movimiento, el color, la luz, la vibración continua. Siempre está pasando algo. Me gusta salir y disfrutar.
Rossana Uribe ha vivido varias de las distintas caras de la ciudad de Panamá: ha brillado en el arte a través del cine y del teatro; ha guiado la lucha por los derechos humanos como presidente de la Asociación Panameña Para El Planeamiento De La Familia (Aplafa); y ha convivido con el caos permanente de esta metrópoli en su rol de ciudadana.
Desde esas distintas plataformas, Uribe ha logrado entender esta ciudad. Le gusta su caos, por ejemplo. Pero también le molesta la falta de respeto constante en este espacio que muchas veces puede tornarse agresivo. Esta es una radiografía de la ciudad desde una pluralidad de ópticas.
¿Cómo describiría la ciudad de Panamá?
Es una ciudad con vida permanente. Diferentes tipos de vida dependiendo de dónde estas, pero siempre muy viva. No la verás deprimida, aun ni cuando llueve. Me encanta el caos, el ruido de cuando estoy en medio de algo y escucho los autos, la algarabía. Así la describo, como un lugar que siempre está vivo.
En las últimas décadas esta ciudad de ha desarrollado muchísimo. ¿Se ha trasladado ese desarrollo a nuestra conciencia colectiva?
La ciudad ha crecido muchísimo y hay un desarrollo bárbaro. Siempre verás edificios que se desarrollan, que se construyen, pero a los ciudadanos nos ha faltado adecuarnos a ese crecimiento. Siento a veces que se han opuesto y no se han alineado, y ese caos que interviene con la vida de los demás no me gusta: automóviles en aceras, calles donde no se puede estacionar pero aún así lo hacen. Nos falta ese orden. Y le falta a la autoridad poner ese orden.
¿Y en términos de conciencia social, de comunidad?
Hay varias ciudades de Panamá. Aquí es como un cocoon, donde está todo estructurado, los edificios, el transporte. Pero si vas, por ejemplo, a Aplafa de san miguelito, eso es un mundo entero. Barrias y semi barriadas construidas como fuera. Esa es otra ciudad, otro estilo de caos, que puede ser muy agresivo. La gente se cansa de caminar mucho para tomar un transporte, de encontrarse basureros por todas partes, que los servicios públicos no le lleguen. Son varias ciudades intentando convivir en una armonía que es muy frágil.
Como sociedad en desarrollo, ¿tenemos conciencia de nuestra sexualidad?
Muy poco. Esta campaña que tenemos ahora ha sido muy sorprendente. Porque hablamos de enfermedades que muchas veces la gente no se acuerda que existen. Hay gente que está en sexto año y que tiene diez años sin recibir educación sexual. Hay un desconocimiento bárbaro. Con esta campaña intentamos llegar a los jóvenes. Que sepan que la gonorrea te sigue, que te puedes hacer amigo de hiv sin darte cuenta.
La gente está escandalizada, con justa razón, por la red de pedofilia descubierta, pero no estamos haciendo lo adecuado para evitarlo, que es, además de las herramientas de las autoridades, que las niñas y los niños se empoderen de su cuerpo, que lo conozcan. Es una deuda muy grande de este país con sus ciudadanos.
En los últimos años ha existido una polarización en torno a la educación sexual. ¿Realmente estamos tan divididos como sociedad?
Estamos en puntos bien distintos. Hay un grupo de ciudadanos en este país que tenemos más conciencia de las cosas que nos rodean, del cambio en el mundo. Y hay una parte de la población supeditada a religiosidades y atavismos que le impiden ver más allá. Y estos dos grupos están inmersos en todas las clases de Panamá. Eso nos causa mucha conflicto.
Las cosas han cambiado. En otros países no son ni siquiera temas, y nosotros tenemos que machacar constantemente sobre libertad, derechos iguales para todos, reconocimiento de derechos LGBTI, el derecho a tener una familiar y casarte, el derecho a tener una salud en la que no te discriminen por nada.
¿Hay política metida en esta polarización?
La parte política es acomodaticia. No es que ellos sean de tal o cual tendencia, sino que reaccionan y accionan en base a lo que les dice su respectiva iglesia, porque no tenemos un Estado laico. Cuando eso suceda en Panamá, tendremos situaciones más amplias y convenientes para la salud pública y la educación.
¿Qué tanto arte hay en esta ciudad?
Hay mucho, por todos lados. Este es un país musical, de color, visual. El arte está intrínsecamente en los ciudadanos. Quizás no haya las condiciones más adecuadas para que todas las niñas y niños desarrollen sus aptitudes artísticas, pero eso está en nosotros. Cada vez lo vemos más: el festival de cine, el de jazz, el Museo de Arte Contemporáneo, los murales, el arte urbano. Tengo esperanza de que encontraremos más nuestro nicho en las expresiones artísticas.
¿Qué es lo que menos le gusta de la ciudad de Panamá?
La falta de respeto: botar basura, los automóviles sobre los pasos peatonales, girar cuando no puedes, poner la música a todo volumen. Se irrespeta a los demás, a los vecinos.
¿Qué es lo que ama de esta ciudad?
La vida, el movimiento, el color, la luz, la vibración continua. Siempre está pasando algo. Me gusta salir y disfrutar.
Rossana Uribe ha vivido varias de las distintas caras de la ciudad de Panamá: ha brillado en el arte a través del cine y del teatro; ha guiado la lucha por los derechos humanos como presidente de la Asociación Panameña Para El Planeamiento De La Familia (Aplafa); y ha convivido con el caos permanente de esta metrópoli en su rol de ciudadana.
Desde esas distintas plataformas, Uribe ha logrado entender esta ciudad. Le gusta su caos, por ejemplo. Pero también le molesta la falta de respeto constante en este espacio que muchas veces puede tornarse agresivo. Esta es una radiografía de la ciudad desde una pluralidad de ópticas.
¿Cómo describiría la ciudad de Panamá?
Es una ciudad con vida permanente. Diferentes tipos de vida dependiendo de dónde estas, pero siempre muy viva. No la verás deprimida, aun ni cuando llueve. Me encanta el caos, el ruido de cuando estoy en medio de algo y escucho los autos, la algarabía. Así la describo, como un lugar que siempre está vivo.
En las últimas décadas esta ciudad de ha desarrollado muchísimo. ¿Se ha trasladado ese desarrollo a nuestra conciencia colectiva?
La ciudad ha crecido muchísimo y hay un desarrollo bárbaro. Siempre verás edificios que se desarrollan, que se construyen, pero a los ciudadanos nos ha faltado adecuarnos a ese crecimiento. Siento a veces que se han opuesto y no se han alineado, y ese caos que interviene con la vida de los demás no me gusta: automóviles en aceras, calles donde no se puede estacionar pero aún así lo hacen. Nos falta ese orden. Y le falta a la autoridad poner ese orden.
¿Y en términos de conciencia social, de comunidad?
Hay varias ciudades de Panamá. Aquí es como un cocoon, donde está todo estructurado, los edificios, el transporte. Pero si vas, por ejemplo, a Aplafa de san miguelito, eso es un mundo entero. Barrias y semi barriadas construidas como fuera. Esa es otra ciudad, otro estilo de caos, que puede ser muy agresivo. La gente se cansa de caminar mucho para tomar un transporte, de encontrarse basureros por todas partes, que los servicios públicos no le lleguen. Son varias ciudades intentando convivir en una armonía que es muy frágil.
Como sociedad en desarrollo, ¿tenemos conciencia de nuestra sexualidad?
Muy poco. Esta campaña que tenemos ahora ha sido muy sorprendente. Porque hablamos de enfermedades que muchas veces la gente no se acuerda que existen. Hay gente que está en sexto año y que tiene diez años sin recibir educación sexual. Hay un desconocimiento bárbaro. Con esta campaña intentamos llegar a los jóvenes. Que sepan que la gonorrea te sigue, que te puedes hacer amigo de hiv sin darte cuenta.
La gente está escandalizada, con justa razón, por la red de pedofilia descubierta, pero no estamos haciendo lo adecuado para evitarlo, que es, además de las herramientas de las autoridades, que las niñas y los niños se empoderen de su cuerpo, que lo conozcan. Es una deuda muy grande de este país con sus ciudadanos.
En los últimos años ha existido una polarización en torno a la educación sexual. ¿Realmente estamos tan divididos como sociedad?
Estamos en puntos bien distintos. Hay un grupo de ciudadanos en este país que tenemos más conciencia de las cosas que nos rodean, del cambio en el mundo. Y hay una parte de la población supeditada a religiosidades y atavismos que le impiden ver más allá. Y estos dos grupos están inmersos en todas las clases de Panamá. Eso nos causa mucha conflicto.
Las cosas han cambiado. En otros países no son ni siquiera temas, y nosotros tenemos que machacar constantemente sobre libertad, derechos iguales para todos, reconocimiento de derechos LGBTI, el derecho a tener una familiar y casarte, el derecho a tener una salud en la que no te discriminen por nada.
¿Hay política metida en esta polarización?
La parte política es acomodaticia. No es que ellos sean de tal o cual tendencia, sino que reaccionan y accionan en base a lo que les dice su respectiva iglesia, porque no tenemos un Estado laico. Cuando eso suceda en Panamá, tendremos situaciones más amplias y convenientes para la salud pública y la educación.
¿Qué tanto arte hay en esta ciudad?
Hay mucho, por todos lados. Este es un país musical, de color, visual. El arte está intrínsecamente en los ciudadanos. Quizás no haya las condiciones más adecuadas para que todas las niñas y niños desarrollen sus aptitudes artísticas, pero eso está en nosotros. Cada vez lo vemos más: el festival de cine, el de jazz, el Museo de Arte Contemporáneo, los murales, el arte urbano. Tengo esperanza de que encontraremos más nuestro nicho en las expresiones artísticas.
¿Qué es lo que menos le gusta de la ciudad de Panamá?
La falta de respeto: botar basura, los automóviles sobre los pasos peatonales, girar cuando no puedes, poner la música a todo volumen. Se irrespeta a los demás, a los vecinos.
¿Qué es lo que ama de esta ciudad?
La vida, el movimiento, el color, la luz, la vibración continua. Siempre está pasando algo. Me gusta salir y disfrutar.
Rossana Uribe ha vivido varias de las distintas caras de la ciudad de Panamá: ha brillado en el arte a través del cine y del teatro; ha guiado la lucha por los derechos humanos como presidente de la Asociación Panameña Para El Planeamiento De La Familia (Aplafa); y ha convivido con el caos permanente de esta metrópoli en su rol de ciudadana.
Desde esas distintas plataformas, Uribe ha logrado entender esta ciudad. Le gusta su caos, por ejemplo. Pero también le molesta la falta de respeto constante en este espacio que muchas veces puede tornarse agresivo. Esta es una radiografía de la ciudad desde una pluralidad de ópticas.
¿Cómo describiría la ciudad de Panamá?
Es una ciudad con vida permanente. Diferentes tipos de vida dependiendo de dónde estas, pero siempre muy viva. No la verás deprimida, aun ni cuando llueve. Me encanta el caos, el ruido de cuando estoy en medio de algo y escucho los autos, la algarabía. Así la describo, como un lugar que siempre está vivo.
En las últimas décadas esta ciudad de ha desarrollado muchísimo. ¿Se ha trasladado ese desarrollo a nuestra conciencia colectiva?
La ciudad ha crecido muchísimo y hay un desarrollo bárbaro. Siempre verás edificios que se desarrollan, que se construyen, pero a los ciudadanos nos ha faltado adecuarnos a ese crecimiento. Siento a veces que se han opuesto y no se han alineado, y ese caos que interviene con la vida de los demás no me gusta: automóviles en aceras, calles donde no se puede estacionar pero aún así lo hacen. Nos falta ese orden. Y le falta a la autoridad poner ese orden.
¿Y en términos de conciencia social, de comunidad?
Hay varias ciudades de Panamá. Aquí es como un cocoon, donde está todo estructurado, los edificios, el transporte. Pero si vas, por ejemplo, a Aplafa de san miguelito, eso es un mundo entero. Barrias y semi barriadas construidas como fuera. Esa es otra ciudad, otro estilo de caos, que puede ser muy agresivo. La gente se cansa de caminar mucho para tomar un transporte, de encontrarse basureros por todas partes, que los servicios públicos no le lleguen. Son varias ciudades intentando convivir en una armonía que es muy frágil.
Como sociedad en desarrollo, ¿tenemos conciencia de nuestra sexualidad?
Muy poco. Esta campaña que tenemos ahora ha sido muy sorprendente. Porque hablamos de enfermedades que muchas veces la gente no se acuerda que existen. Hay gente que está en sexto año y que tiene diez años sin recibir educación sexual. Hay un desconocimiento bárbaro. Con esta campaña intentamos llegar a los jóvenes. Que sepan que la gonorrea te sigue, que te puedes hacer amigo de hiv sin darte cuenta.
La gente está escandalizada, con justa razón, por la red de pedofilia descubierta, pero no estamos haciendo lo adecuado para evitarlo, que es, además de las herramientas de las autoridades, que las niñas y los niños se empoderen de su cuerpo, que lo conozcan. Es una deuda muy grande de este país con sus ciudadanos.
En los últimos años ha existido una polarización en torno a la educación sexual. ¿Realmente estamos tan divididos como sociedad?
Estamos en puntos bien distintos. Hay un grupo de ciudadanos en este país que tenemos más conciencia de las cosas que nos rodean, del cambio en el mundo. Y hay una parte de la población supeditada a religiosidades y atavismos que le impiden ver más allá. Y estos dos grupos están inmersos en todas las clases de Panamá. Eso nos causa mucha conflicto.
Las cosas han cambiado. En otros países no son ni siquiera temas, y nosotros tenemos que machacar constantemente sobre libertad, derechos iguales para todos, reconocimiento de derechos LGBTI, el derecho a tener una familiar y casarte, el derecho a tener una salud en la que no te discriminen por nada.
¿Hay política metida en esta polarización?
La parte política es acomodaticia. No es que ellos sean de tal o cual tendencia, sino que reaccionan y accionan en base a lo que les dice su respectiva iglesia, porque no tenemos un Estado laico. Cuando eso suceda en Panamá, tendremos situaciones más amplias y convenientes para la salud pública y la educación.
¿Qué tanto arte hay en esta ciudad?
Hay mucho, por todos lados. Este es un país musical, de color, visual. El arte está intrínsecamente en los ciudadanos. Quizás no haya las condiciones más adecuadas para que todas las niñas y niños desarrollen sus aptitudes artísticas, pero eso está en nosotros. Cada vez lo vemos más: el festival de cine, el de jazz, el Museo de Arte Contemporáneo, los murales, el arte urbano. Tengo esperanza de que encontraremos más nuestro nicho en las expresiones artísticas.
¿Qué es lo que menos le gusta de la ciudad de Panamá?
La falta de respeto: botar basura, los automóviles sobre los pasos peatonales, girar cuando no puedes, poner la música a todo volumen. Se irrespeta a los demás, a los vecinos.
¿Qué es lo que ama de esta ciudad?
La vida, el movimiento, el color, la luz, la vibración continua. Siempre está pasando algo. Me gusta salir y disfrutar.