Virgilio Martínez, conocido como Fulo en el barrio de Villa Milagros, en Nueva Libia, quedó sepultado tras el colapso de tres casas mientras tomaba una siesta luego de haber almorzado una sopa.
Fulo, de 42 años, vivía en una casa de zinc y madera pegada a la ladera donde más arriba se encontraban las casas que se derrumbaron el martes 22 de noviembre a eso de la 1:30 p.m. Ese día, la mayoría de los vecinos sabían que en cualquier momento esas tres viviendas colapsarían, menos Fulo, que había decidido quedarse el martes en su casa porque amaneció lloviendo, debido a la tormenta tropical Otto.
Como se dedicaba a cualquier trabajo que le ofrecían los vecinos, Fulo tenía tiempo de darse se ese chance de descansar en el momento que quisiera. Desde hace unos tres años no tenía un trabajo permanente. El último fue en un minisúper.
“Tengo la esperanza que lo encuentren”, dice su tía Isabel Martínez, con voz quebrada.
Isabel, conocida como Chavelita, también perdió su residencia, porque vivía -desde hace unos 30 años- a unos metros de la casa de Fulo.
Chavelita -de 52 años- y sus dos hijos se salvaron de no quedar sepultados porque no se encontraban allí.
“Yo estaba en el trabajo cuando me llamaron para decirme del derrumbe”, añade, mientras una vecina la toma del brazo para darle apoyo.
Quien sí estaba en esa casa era su hermano Eric Alberto Cárdenas, quien es sordo mudo. Pero Eric se salvó “de milagro”, cuentan algunos.
Su vecino Catalino Castillo, un ebanista que había ido a almorzar a su casa porque su trabajo queda muy cerca, lo salvó al sacarlo de inmediato por una ventana de la casa que ya estaba bajo tierra.
PERDIERON TODO
Chavelita camina casi como desorientada por las estrechas calles asfaltadas de Villa Milagros. Se acerca a unos policías que acordonan el área del desastre para saber alguna información sobre su sobrino.
Al fondo se ve una pila de escombros. Hay zinc, bloques, madera, lodo, árboles caídos. En medio de ese desastre hay funcionarios del Sistema Nacional de Protección Civil (Sinaproc), de los bomberos y de la Cruz Roja que buscan a Fulo desde hace más de cinco horas: escarban con palas, levantan pesadas paredes, cortan árboles.
Dos perros entrenados en búsqueda de personas desaparecidas también están en el lugar. Olfatean por todo el área.
También están los vecinos, que miran callados y con asombro el área del derrumbe. Algunas vecinas conversan entre ellas y reconstruyen el hecho.
Chavelita, mientras tanto, decide regresar al pequeño jardín de niños San Agustín, que está a pocos metros del desastre, y que fue convertido en centro de acopio.
“Perdí todo, mi hija perdió la computadora... todo”, dice, más serena. Viste suéter blanco y pantalón negro, la única pieza de ropa que tenía guardada en su maletín de trabajo.
Chavelita, que nació en Penonomé y vino a la ciudad cuando se graduó de sexto grado, se dedica a limpiar oficinas en la ciudad. La noche del martes acompañó a su hermano rescatado al hospital. Luego se fue a dormir donde un familiar.
Aidé de Carrillo, una vecina de Fulo y Chavelita, dice que el día que se cayeron las casas todos quedaron atemorizados, porque nunca habían escuchado un estruendo tan fuerte en su vida. “Fue horrible”, dice.
“Era como un avión que pasaba cerquita”, dice una pequeña niña que interrumpe la conversación.
Aidé se encontraba en el portal de su casa cuando ocurrió la tragedia. Desde la parte de atrás de su residencia se pueden ver ahora a los miembros del Sinaproc y bomberos trabajar, mientras cae una llovizna.
“Fulo venía a limpiarme el lote”, cuenta Aidé.
Fulo también hacía “trabajitos” de albañilería, hacía mandados y hasta podía botar la basura de algún vecino que le pagara. Lo veían todos los días -día y noche- subir y bajar las calles y veredas de esta comunidad, en Panamá Norte. Ahora lo extrañan.
Se cierra operaciones de búsqueda en el área de Nueva Libia. Personal #FTCAyuda eleva una oración a dios por la persona desaparecida. pic.twitter.com/oqNYSC9vM0
El colapso anunciado
Porfirio Cerrud, que vive a lado de las tres casas que colapsaron tras el deslizamiento de tierra el martes en Nueva Libia, dice que ya todos sabían que en cualquier momento ese hecho ocurriría. Pero no se imaginaron que fuera de tal magnitud. “Solo creímos que se caerían, solamente. Nunca pensamos que se fuera derrumbar toda esta loma”, cuenta. Su esposa Norma Hernández asegura que desde hace un mes las autoridades advirtieron que sus vecinos debían salir de esas casas, puesto que presentaban rajaduras. Hernández muestra foto de las casas con grietas. Sus vecinos, dice Porfirio Cerrud, fueron poco a poco desalojando porque las casas cuando empezaron a crujir. Añade que desde hace meses una fuga de agua -que no fue atendida por ninguna autoridad- afectó el terreno. “La tormenta Otto fue el detonante”, agrega. Cree que esa fuga de agua debilitó el lote donde fueron construidas la residencias. Ahora Porfirio y su esposa no pueden entrar a su casa porque Sinaproc les advirtió que está en peligro. Fue acordonada. No han podido sacar ninguna de sus pertenencias hasta nueva orden.