La sala está llena, hay un centenar de personas. Una mezcla de olor entre jarabe para la tos y alcohol impregna el aire, y las caras largas y afligidas se reflejan en el rostro de cada uno de los pacientes y sus familiares. Todos tienen algo en común: esperan la atención médica en el cuarto de urgencias del Hospital Santo Tomás, mejor conocido como el Elefante Blanco, ubicado en en calle 37 en Calidonia.
La gente sale y entra. Algunos piden información sobre sus familiares que han ingresado por la puerta de urgencias; otros hacen fila para solicitar un cupo de atención médica en ventanilla. Al final, la espera será larga para todos.
Una ambulancia llega y los paramédicos ingresan en camilla a un hombre, un adulto mayor que presenta dificultad para respirar. Pasa la puerta y empieza la espera de su familiar. Por esa puerta ingresan los pacientes baleados, heridos por accidentes de tránsito, traumatismos, infartos, cuadros respiratorios, entre otras patologías de alta complejidad.
Son más de 1,400 casos por día. Los médicos trabajan las 24 horas en turnos de seis horas, sumado a las enfermeras y el resto del personal de salud.
“Estoy desde las 8 de la mañana; mi esposa se cayó y se fracturó un brazo”, cuenta entre conversaciones Don Carlos, un hombre de aproximadamente 60 años, procedente de Veracruz. Es parte de los muchos familiares que esperan para escuchar los partes médicos. Su esposa ingresó por la misma puerta de urgencias donde entran todos los casos complejos, en busca de ayuda médica. Llevaba un dolor agudo por tener su cúbito fracturado.
Han transcurrido más de tres horas y aún no sabe si la atendieron, la enyesaron o le dieron pastillas para el dolor. Se rasca la cabeza y sigue esperando.
En una esquina, cerca de las máquinas de jugos y snacks, una mujer mayor está sentada en una caja de plástico. Viste pantalón negro y blusa naranja con estampados oscuros. Esta mujer vive la angustia de tener un hijo con problemas cardíacos. Tiene dos días en la sala de urgencias esperando resultados y conocer cómo evoluciona el corazón de su primogénito.
La mujer está acompañada de una sobrina, quien busca darle ánimo en medio de un ambiente de tensión. En esos momentos, la compañía y una voz de aliento son fundamentales.
De Chepo a Panamá
Pasa una hora y media en la sala de urgencias del Elefante Blanco, bautizado así por el grupo opositor del presidente de turno, Belisario Porras, quien ordenó construir en 1919 un hospital de grandes dimensiones para un pueblo que en esa época era pequeño.
En el cuarto de urgencia hay 50 personas sentadas en el área de atención de urgencias, mientras otras 50 caminan de un lado a otro, salen y entran; otras optan por sentarse en el piso para descansar sus piernas.
Entre los pasillos de esta instalación de salud, que data de los años 80, hay dolor, preocupación, ansiedad, pero también esperanza. Con este último sentimiento encontramos a Martín, oriundo de Santa Fe, en la provincia de Darién.
Martín Hernández, así dice la referencia médica que tiene en sus manos. Madrugó desde las 2:00 a.m. para tomar el autobús de las 4:00 a.m. de la ruta Darién-Panamá, que recorrió unos 280 kilómetros hasta llegar a la capital a las 9:00 a.m.
Es mediodía y aún no lo atienden. Llegó con la esperanza de que un otorrinolaringólogo pudiera aliviar el dolor. “He visitado los centros de salud de Metetí y de los pueblos cercanos, y los médicos solo me mandan gotas, pastillas para el dolor y antibióticos que no me alivian”.
En sus manos tiene las gotas, las lleva siempre porque le calman el dolor por cuatro horas. “El dolor ya se extiende, siento que me agarra la parte de atrás de la cabeza”.
Martín, darienita de nacimiento, se ha ganado la vida en esa provincia como soldador. Él cree que una partícula de soldadura le cayó en el oído y le ha desatado una serie de complicaciones, pero en ninguna revisión médica le confirman que esa pudo haber sido la causa de su molestia.
En Darién hay dos estructuras hospitalarias cuya construcción empezó entre 2009 y 2012, pero debido a la falta de presupuesto y los temas legales entre el Ministerio de Salud y la empresa contratista, han quedado suspendidas. De esto han pasado más de 12 años.
Se trata del Centro de Atención Primaria de Salud Integral del Ministerio de Salud (Minsa-Capsi) de Santa Fe, que ha quedado abandonado; gran parte de la infraestructura y los equipos médicos se han deteriorado. Mientras tanto, del Hospital de Metetí solo queda la infraestructura.
Para Martín, ahora su esperanza se centra en el Elefante Blanco, esperando que un médico especialista lo apoye y pueda ayudarlo.
Ya han transcurrido cuatro horas, Martín tiene hambre, pero su dolor pesa más. No se quiere mover de la sala de urgencias, pues en cualquier momento la funcionaria del altavoz puede mencionar su nombre y ser atendido.
El cuarto de urgencias sigue su ritmo: entran y salen personas, unas con buenas noticias, otras con noticias más alentadoras, y otras sumidas en la tristeza. Así es el día a día en esta sala de atención.