El olor agobia a 6 kilómetros del relleno sanitario de cerro Patacón, en el corregimiento de Ancón, un territorio donde no hay ley ni orden. Allí, en lo que parece un campo de batalla, es en realidad el principal sitio de disposición de desechos de unas 2 millones de personas, que habitan en los distritos de Panamá y San Miguelito.
¿Qué sucede después que usted amarra una bolsa negra con desechos y el camión pasa a recogerla para llevarla al relleno sanitario? Este medio siguió la ruta de la basura y se adentró en el corazón del cerro Patacón, para observar qué sucedía con los desperdicios.
Son las 9:00 a.m., el sol de verano comienza a sofocar. Abordamos un camión recolector de desechos de una empresa subcontratada por el Estado para brindar el servicio y emprendimos viaje desde Condado del Rey, en Betania, hacia el relleno sanitario. Javier, el conductor y guía, es contratado con frecuencia para recoger desperdicios en el centro de la ciudad de Panamá.
El camionero
El hombre se muestra muy práctico en lo que hace. “Aprendí con mi papá este oficio de camionero desde que tenía 10 años y también sé algo de mecánica, para cuando se daña el camión”, explica.
Pasamos el estadio Rod Carew y ya es notorio que estamos muy cerca del centro de disposición de desechos. Se puede percibir lo que plantean ecologistas y autoridades como la Autoridad de Aseo Urbano y Domiciliario (AAUD): que el relleno sanitario es un problema de salud pública y ambiental, ya que la contaminación que produce va más allá del área de concesión (132 hectáreas), alcanzando unas 9 mil hectáreas, entre las que están zonas protegidas, como el Parque Nacional Camino de Cruces, y también quebradas y ríos, algunos de los cuales desembocan en la cuenca hídrica del Canal de Panamá.
El conductor se detiene muy cerca de las oficinas de los responsables del relleno, con el fin de pesar la cantidad de desechos que transporta. Allí en este perímetro hay personal de la empresa Urbalia, la cual ha gestionado el sitio en los últimos 10 años, así como de la AAUD.
Concluido el trámite y una vez retomamos el viaje, a dos kilómetros del relleno, hay una especie de galera que años atrás estaba bien organizada y que funcionaba para que personas dedicadas al reciclaje pudieran separar materiales como papel y latas, de entre algunos camiones. Hoy no es más que un vertedero, con toneladas de basura y llantas.
A medida que seguíamos llegaban vehículos tipo pick up y pequeños camiones a depositar llantas al lugar. Nadie regulaba la zona y no había presencia de ninguna autoridad en el sitio.
“Estamos entrando al relleno”, subraya Javier, quien comenta que generalmente se encuentra con personas esperando la llegada de camiones. “Ellos [los recicladores] nos piden que le demos un aventón hasta la cima del cerro”, manifiesta.
La versión del joven conductor era cierta, ya que en nuestro trayecto nos encontramos con al menos dos personas que, con bolsa en mano, recolectaban desechos y deambulaban por un sitio donde, en teoría, no pueden estar.
De hecho, en julio de 2021 funcionarios de derechos humanos de la Defensoría del Pueblo llevaron a cabo una inspección porque además de adultos había niños, niñas y adolescentes en el perímetro del relleno sanitario recolectando desechos. Por este tema hay una denuncia en el Ministerio Público.
Por el camino rumbo a la cima era evidente que no había un manejo adecuado de desechos. La imagen era muy parecida a la información suministrada por el Ministerio de Ambiente a La Prensa relacionada con una serie de incumplimientos.
Entre estos estaban: manejo inadecuado de lixiviados (líquidos que emanan de basura), deficiencia en la cobertura diaria de los desechos sólidos lo que genera olores molestos, así como caminos internos con dificultad para el tránsito de los vehículos recolectores y equipos compactadores.
Una vez en la cúspide del cerro Patacón, Javier sonríe y dice: “ahora está bonito, porque esto en invierno no se soporta”. En los alrededores algunos gallinazos y garzas buscaban comer, mientras una retroexcavadora removía los desechos que llegaban en los camiones cada 10 minutos.
Más allá de eso, no había otro tipo de tratamiento para las miles de bolsas negras de desperdicios que ingresan a diario en el sitio, lo que corrobora lo señalado por el Ministerio de Ambiente, entidad que tiene 6 procesos administrativos abiertos contra Urbalia, la empresa que maneja el relleno sanitario.
Ya de vuelta, el conductor dejó un último relato: “además de la contaminación, también hay mucha delincuencia. El 25 de diciembre pasado con arma en mano robaban a los conductores de camiones que venían a traer basura. Esto es tierra de nadie acá”.
La comunidad
Si bien el cerro Patacón es el epicentro de la contaminación, a pocos metros del lugar hay personas y comunidades impactadas por los efectos de la mala operación de relleno. De eso dan cuenta residentes de las comunidades de Guna Nega, Valle de San Francisco y Calle 50.
Rafael Arango tiene 40 años de vivir en Guna Nega, antes de que existiera el relleno sanitario. “Nuestros ríos estaban limpios, no había contaminación ni malos olores”, dijo.
El hombre guna narra que con la llegada del relleno desmejoró la calidad de vida de las personas que residen en la comunidad y también trajo consigo mucha delincuencia. “Nuestros niños están creciendo con enfermedades y el olor no solo afecta a Guna Nega sino que llega también a corregimientos de la ciudad como Bella Vista”, puntualizó.
Arango mira hacia el cerro mientras solicita a las autoridades que si este año vence la concesión con la empresa Urbalia, se aproveche el momento para trasladar el relleno hacia otro lugar.
A cinco minutos de Arango, nos encontramos con Abdiel Salcedo, quien dirige un centro religioso muy cerca del sitio de disposición de desechos. El también residente no guardó silencio: “aquí hay un gran descontrol, sobre todo cuando llueve”, manifestó.
Según Salcedo, tanto adultos como niños suben al relleno sanitario. “Ellos [menores de edad] ven una oportunidad de obtener ingresos con los desechos, pero es peligroso porque allá arriba hay delincuentes. Escuchamos detonaciones de armas por momentos y también se han encontrado cadáveres”, explicó el religioso.
El reciclador
A diferencia de Arango y Salcedo, José Mosquera, quien habita en el lugar, no estaría de acuerdo con que se elimine de la zona el relleno sanitario. Lo considera su fuente de empleo, lo ve como una oportunidad, que no encontró en su natal provincia de Darién.
Mosquera recicla latas y papel, material que compra a aquellos que se adentran al relleno sanitario. “Yo le voy a decir algo, tengo tantos años trabajando con basura y desechos y no me ha ido mal”, comenta el darienita quien labora con otras 7 personas.
Son las 11:30 a.m., Mosquera se limpia el sudor y trata de hacer una defensa sobre el valor del relleno: “Aquí ingresan por día unas 300 personas con el fin de obtener un sustento para su hogar, y si eso lo cierran, qué va hacer el Gobierno con estas personas. Si tienen que sacar a Urbalia háganlo, pero no se lleven el relleno”.
Además, instó a las autoridades a que organice a los reciclados, ya que consideran que este grupo también tiene derechos. “No nos deben tratar como cualquier cosa”, concluyó.
La desidia estatal
La comunidad llamada, hace 7 años, Calle 50 es la más impactada por el relleno sanitario, ya que viven a 500 metros del foco central de la contaminación. Comenzaron como un asentamiento informal de 30 familias en 2014 y durante el recorrido de este medio sus residentes dicen que ahora son 175 familias.
Esto sucede pese a que la normativa establece que la población más cercana debe estar a unos 2 kilómetros de donde se manejan los desechos tóxicos. A esto hay que agregar que hay cinco vertederos clandestinos creados en la zona sobre terrenos que pertenecen al Estado, sin ningún control sanitario y en los que se deposita basura de toda clase.
De momento, el Ministerio de Ambiente señala que se evalúan nuevos sitios que reúnan las condiciones apropiadas para el traslado y disposición final de los desechos sólidos urbanos, mientras que la Autoridad de Aseo manifiesta que no se ha tomado una decisión en firme sobre qué se va a hacer con el relleno sanitario. No obstante, detallaron que se realizará una auditoría ambiental para determinar los daños causados por la mala gestión de desechos en cerro Patacón.
En tanto, Urbalia prefiere no hablar del tema, mientras el Gobierno decide el futuro de su concesión, la cual está por culminar en dos meses: el próximo 23 de marzo.
Todo esto ocurre a 15 minutos del centro de la ciudad y con todas las autoridades anuentes al desastre ambiental, sanitario y los problemas de inseguridad que rodean la zona. En este lugar, el epicentro de la contaminación en Panamá y San Miguelito, mandan la desidia y la miseria.