Jorge Luis Colmenares partió hace tres meses y medio de su natal pueblo de Barquisimeto, estado de Lara en Venezuela, buscando mejores oportunidades, pero no lo hizo solo.
Se llevó con él a su pequeña perrita Brenda. Primero recorrieron Argentina, pero al no encontrar fortuna en el campo laboral se unió a la caravana de migrantes que se adentran a la peligrosa selva de Darién, entre Panamá y Colombia.
“A nadie le deseo que camine por la selva. A mí no me quedó otra opción ante la crisis que hay en Venezuela”, narra el joven, que dice haber visto a niños sin sus padres y cadáveres en su recorrido.
El Servicio Nacional de Fronteras (Senafront) informó que este año han muerto al menos 10 migrantes irregulares allí.
Según Colmenares, una vez ingresó a la jungla le tomó tres días llegar a los albergues de Darién; no obstante, como se quedó sin dinero para tomar un autobús desde Darién hasta Costa Rica, se aventuró a seguir caminando otros tres días hasta llegar a la ciudad de Panamá, junto a Brenda.
El plan del joven de 18 años es quedarse unos 15 días aquí, trabajar y obtener algo de dinero para seguir su camino a alguna parte de Estados Unidos, como Miami o Texas.
Sobre por qué se aventuró con su mascota, Colmenares subrayó que le gustan mucho los animales y se refirió a Brenda como “su mejor amiga”. También dejó un mensaje a quienes optan por migrar: “Por favor, no lleven niños y, si los llevan, prepárense con medicamentos”. “Bendiciones y buena suerte”, dijo Colmenares en un rincón de vía España, mientras cargaba a su mascota.
Datos de Migración precisan que este año han cruzado Darién no menos de 70 mil migrantes irregulares.