Mi primera vez empollerada; una anécdota tableña

Mi primera vez empollerada; una anécdota tableña


Se dice que toda mujer panameña sueña con ponerse una pollera. En mi caso, aunque lo tenía en mi lista de deseos, la verdad es que no era una de mis prioridades. Algo contradictorio, considerando que mi mamá, de joven, bailaba en un conjunto folclórico y cada año se empollera para el desfile de las Mil Polleras en Las Tablas, evento al que yo solo había asistido una vez, pero no ataviada con el vestido típico.

En fin, la vida da muchas vueltas, y durante la universidad me hice muy amiga de Luis, quien desde pequeño ha participado en múltiples conjuntos y, actualmente, es bailarín del Ballet Folclórico Ritmos y Raíces Panameñas. Se acercaba el 2023 y, aunque no recuerdo muy bien cómo surgió la idea, decidimos sumarnos al plan de desfilar en las Mil Polleras de ese año.

Mi mamá iba, por supuesto, y en cuestiones de transporte y hospedaje ella nos resolvió todo. En cuanto a las polleras (porque éramos mi amiga Rubí y yo las que desfilaríamos por primera vez), Luis nos las consiguió. Rubí utilizó una pollera blanca de organza con tembleques multicolores, y yo llevé una de coquito, que está dentro de la categoría de las polleras regionales de gala.

Mi primera vez empollerada; una anécdota tableña

La travesía hacia Azuero comenzó, y, tras una pequeña pérdida en el camino, llegamos a Las Tablas. A la mañana siguiente, desde temprano, nos trasladamos a casa de Luis, donde comenzamos a prepararnos.

Con un par de trenzas a cada lado de la cabeza, iniciamos con el maquillaje. Después siguieron los tembleques. Luego, llegó el momento de ponerse la pollera. En mi caso, evité mirar cualquier espejo de la casa, porque quería que fuera una sorpresa.

Ya con las prendas colocadas, coloqué mi teléfono y grabé mi reacción. Me sentí muy bonita; en el video se nota mi rostro de sorpresa y alegría al verme empollerada por primera vez.

Mi primera vez empollerada; una anécdota tableña

Preparadas, partimos al punto de inicio del desfile, donde me encontré con mi mamá, quien se había preparado en donde nos estábamos hospedando. Ella me sonrió, se mostró muy contenta y nos tomamos algunas fotos juntas. Tiempo después, me confesó que había sentido una gran emoción al verme empollerada por primera vez, aunque evitó llorar en el momento.

Mi primera vez empollerada; una anécdota tableña

Poco después, empezó el tamborito y la bailadera. Me tomó unos minutos adaptarme, pero al final terminamos bailando durante todo el desfile.

Definitivamente, toda mujer panameña debería empollerarse al menos una vez en su vida, yo lo hice a los 20 años. Este fin de semana, durante el desfile de las Mil Polleras, podré encontrarme una vez más ataviada como buena panameña.


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