Kabul, Distrito Norte de Israel: suena un acordeón del típico panameño a través de las ventanas de una casa de familia árabe.
Más sorprendente aun es el puñado de jóvenes de la comarca Ngäbe Buglé residiendo en medio de la guerra iniciada tres meses atrás, en esa casa generosa de cuatro plantas situada en una zona de ciudadanos árabes.
La embajadora de Panamá en Israel en ese momento, Adis Arlene Urieta Vega, respira con alivio, pues ha encontrado por fin a estos jóvenes que forman parte de un programa de apoyo entre la comarca panameña y empresas israelíes del sector agrícola. Los requieren para la recolección profesional de alimentos: en el norte, remolacha, zanahoria, repollo y muchas otras verduras; y en el centro, cítricos. El programa lleva activo dos años.

La embajadora pudo hablar con sus compatriotas luego de una travesía de angustias por el Distrito Norte de Israel, donde el cielo es rasgado por misiles de Hezbollah. Estos son de precisión, pero el Ministerio de Defensa evita su impacto desactivando la señal que hace posible el GPS. El Internet es inestable.
Recuerda Adis Urieta que antes de encontrar a los jóvenes, la misión de la Embajada, respaldada además por la Asociación de Panameños en Israel, deambuló “más allá de Haifa”, la ciudad del norte de Israel reconocida por su puerto en el Mediterráneo.
“Un montón de talleres de mecánica” de un lugar en la nada le causan “tristeza” a la embajadora, que recuerda hoy su reflexión sobre “tantos jóvenes panameños que pudieran tener un mejor futuro” y que “vinieron hasta este sitio feísimo y con esta guerra”. Dice que le produjo depresión.

San Félix
El líder gnäbe Rogelio Moreno, por el contrario, tiene ansiedad. Lo mantiene expectante la suerte de esos cuantos jóvenes de un grupo de 23, enviados por la comarca a Israel en el marco de un programa de origen particular al margen de la relación formal entre dos Estados.
Situada en la localidad de San Félix, la Fundación Hay Agua en la Montaña… -en lenguaje Ngäbe llamada Ñö taärä ka täwuäte-, está presidida por Rogelio Moreno, que había sido cacique general de la comarca durante el gobierno de Ricardo Martinelli, y cacique regional de 2004 a 2009 durante la Administración de Martín Torrijos.
Fue reelecto como cacique general en 2018, pero sostiene que el gobierno de turno no le dio el aval, aunque agrega que “no necesitan del gobierno para progresar” porque los ngäbe tienen “la capacidad de avanzar” por sí mismos.
De manera que “no hay quejas ni lamentos” de parte de una Fundación inspirada en la máxima de que “La comarca es vida”. Su presidente lo ejemplifica mencionando “nuestros lugares para hacer producir la tierra”.
Moreno recuerda el aporte de la comarca a la región occidental de Panamá. “Somos el pilar más importante en la producción y cosecha de café de Chiriquí”, asegura el entrevistado, que habiendo visitado en dos ocasiones Israel, anticipa que el conocimiento y las tecnologías empleadas en ese país beneficiarían el desarrollo agrario de la comarca.
La misión ngäbe
El 7 de octubre de 2023, Hamás atacó a Israel desencadenando una guerra y en consecuencia la suspensión de las ayudas mutuas establecidas con Panamá.
Adis Urieta destaca a los médicos panameños que antes de esa fecha, podían estudiar en Israel especialidades y subespecialidades, como resultado del programa de becas gestionado por las entidades panameñas Ministerio de Salud y Secretaria Nacional de Ciencia y Tecnología, junto con la Asociación Médica de Israel.

Pero Hamás hizo lo que hizo y obligó a Israel a suspender la iniciativa dirigida a los profesionales panameños de la Medicina. “Ellos [los israelíes] saben vivir una guerra, saben estar en alerta con las sirenas, y hablan hebreo” -enumera la exembajadora-, a diferencia de los aspirantes panameños a las becas.
Algo semejante sucedía con las iniciativas del sector empresarial agrario de Israel con el exterior. Los recolectores, que solían proceder de países asiáticos, optaron por regresar a sus lugares de origen.
“Las compañías empiezan a buscar desesperadamente mano de obra”, asegura Adis, que resalta el esfuerzo de los israelíes “contactando” paisanos de todas partes. Sin comida, el hambre haría de las suyas en Israel y en el exterior.
Los israelíes de Chiriquí trabajan con jornaleros de la comarca Ngäbe Buglé, reconocen su talento, y se comunicaron con la Fundación Ñö taärä ka täwuätepara coordinar con Rogelio Moreno la activación de un plan piloto con unos 25 jóvenes interesados en aprender lo mejor en técnicas agrarias.
Los muchachos, de edades entre los 24 y los 39 años, ganarían un salario como producto de un contrato formal de trabajo y podrían enviar remesas a sus familias de San Félix, que según Moreno, “sobreviven en la pobreza”.
Pasados tres o cuatro meses de combates, llegaron 23 jóvenes panameños a Israel. Entre ellos, Germán Montezuma, de 29 años, chofer habitual en San Félix y estudiante de primer año de Derecho, y que fue a dar a Kabul.
Vía telefónica, él lo describe como “un pueblito bien bonito, habitado solo por árabes, tranquilo y muy trabajador, donde un extranjero puede saludar respetuosamente a las mujeres”.
Es una caracterización alejada de la que le causó a Adis su episodio depresivo. “Dejados atrás los talleres de mecánica”, dice ella que de pregunta en pregunta corrigieron el camino y que llegaron al pueblo copado de “geranios y de casas grandes”. Y que tuvo la certeza de que estaría con ellos cuando escuchó el acordeón inolvidable del típico panameño.
Los saludó primero, uno a uno, y les entregó más indumentaria para el frío, además de la ya proporcionada a ellos por parte de las empresas, es decir boinas, botas chaquetas gruesas, pantalones y guantes. Los jóvenes le detallaron la hospitalidad de “los árabes” y las atenciones dispensadas gratuitamente en los centros de salud. Y la sonrisa de sus miradas…
La exdiplomática se maravilló con el conocimiento detallado de los panameños sobre la coyuntura en torno a Israel. “Lo sabían todo”, dice.

Pero sus intereses apuntaban en realidad a sus condiciones de trabajo. “Ustedes tienen los mismos derechos contractuales de los ciudadanos de este país, incluidos los relacionados con la Seguridad Social”, les explicó.
Reflexiona Rogelio Moreno: “da mucha tristeza que los chicos hayan pasado por lo que sucedió allá, pero maduraron psicológicamente”. En efecto, cualquier panameño se siente ajeno delante de soldados que van y vienen por las calles, escuchando sirenas y misiles que chocan con un domo, mirando cámaras de vigilancia aquí y allá, como lo destaca Montezuma.
El sacrificio parece que vale la pena. “Trabajando y recogiendo conocimiento en Israel, estos muchachos y los próximos que se incorporen en el programa, cuando regresen traerán saberes a la comarca”, vaticina Moreno.
Germán Montezuma retornará a Panamá en dos años, y otros compañeros suyos lo harán en un lustro. Él quiere terminar de estudiar Derecho, y con los ahorros, “emprender” lo aprendido en Kabul, la tierra feraz del norte de Israel cosechada por los ngäbes.