Como si las aguas del Chucunaque fueran un espejo del destino, entre enero y noviembre de 2024 de este año, más de 63,647 niños, niñas y adolescentes han atravesado la selva del Darién, esa frontera que parece no tener memoria ni piedad, según cifras del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por sus siglas en inglés). Un descenso del 44% respecto al año 2023 podría sugerir alivio, pero la realidad es otra: el peso de la migración sigue cobrando un precio alto, en especial para los más vulnerables,
En ese mismo periodo del año, 4,476 niños, niñas y adolescentes (7% de los menores migrantes) fueron identificados como separados o no acompañados. Esta cifra es 35% mayor que en 2023, cuando poco más de 3,000 niños y niñas recorrieron el Darién sin la compañía de un adulto.
Las estadísticas del organismo internacional también hablan de un cambio en el rostro de la migración infantil. Durante 2024, cerca del 60% de los menores no acompañados o separados tenían entre 13 y 17 años, un giro significativo respecto a años anteriores, cuando la mayoría de los niños migrantes viajando solos eran menores de 5 años.
Los adolescentes que se enfrentan a esta travesía lo hacen con la incertidumbre como único equipaje. La selva no perdona ni discrimina, pero ellos son los más vulnerables: la exclusión educativa, los robos, la trata de personas, la explotación y la violencia sexual acechan como sombras constantes. También la anemia y el hambre, que hacen de cada paso un desafío físico y emocional.
En medio de esta travesía, Unicef, con fondos del gobierno de los Estados Unidos, la Unión Europea y recursos propios, la organización ofrece servicios esenciales: agua potable, saneamiento, salud, nutrición, protección infantil y apoyo a las mujeres gestantes. Pero también busca mitigar las violencias basadas en género y atender de manera personalizada a la niñez migrante, sin olvidar a las comunidades locales que conviven con el fenómeno migratorio.
Cada 18 de diciembre, el Día Internacional del Migrante recuerda que detrás de cada cifra hay una historia. 1 de cada 5 personas (20%) que cruzan el Darién es un niño, niña o adolescente. Sus razones para migrar pueden variar, pero lo que no cambia es su humanidad.
Unicef, con firmeza, llama a atender las causas profundas de la migración en los países de origen: la pobreza, la violencia, la falta de oportunidades. También insiste en garantizar que la migración sea ordenada, regular y segura, tanto para proteger a quienes cruzan la selva como para apoyar a las comunidades que los reciben.
El Darién sigue siendo un corredor de incertidumbre, un lugar donde las fronteras parecen difuminarse entre árboles gigantes y ríos traicioneros. Pero en medio de su espesura, en los pasos de los niños y adolescentes que la cruzan, persiste una chispa de esperanza: la posibilidad de un futuro distinto, un lugar donde los números dejen de ser cifras y los sueños no tengan fronteras.