“Queremos levantar la voz al reconocer una creciente crisis humanitaria en la región que tiene en la selva del Darién un ‘tapón’ de inhumanidad debido a las condiciones de vulnerabilidad y muerte a las que se enfrentan hombres, mujeres, jóvenes, niñas y niños”.
Lo anterior se desprende de la declaración final del Encuentro de Obispos de Frontera de Costa Rica, Colombia y Panamá, con el fin de unir esfuerzos ante la crisis migratoria que enfrenta la región.
Los obispos enfatizaron en el hecho de que el número de personas que perecen “son incalculables”, ya que muchos de los cuerpos de los fallecidos no son rescatados. Coincidieron además en que la migración forzada afecta a millones de personas, pero, de modo particular, a las más vulnerables: cada vez más tiene cara de mujer y de niño. “Estamos ante un proceso de degradación de la vida”, sostuvieron.
Recalcaron también que los migrantes, en su recorrido, son víctimas de estructuras y grupos criminales, incluso de carácter transnacional, “que hacen de la desesperación de nuestros hermanos su negocio y profanan la dignidad de hombres y mujeres a través de la trata de personas y muchas otras prácticas que ofenden, indignan y avergüenzan”.
“Como Iglesia unimos esfuerzos para transformar y nos comprometemos a acoger el llamado de Dios para caminar con el pueblo migrante y encontrar caminos nuevos, más allá del miedo que paraliza. Estamos llamados a ponernos en estado de conversión, a regresar al manantial evangélico de nuestra fe reconociendo a Cristo en las víctimas de la cultura del descarte, para transitar nuevos caminos de mayor presencia y cercanía con nuestros hermanos migrantes”, se indica en la declaración final, leída ayer viernes por el arzobispo de Panamá y vicepresidente del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño, José Domingo Ulloa Mendieta.
De igual forma, los obispos exhortaron “de modo respetuoso pero enérgico, a las autoridades competentes para que respeten los derechos fundamentales de migrantes y refugiados tanto en el tránsito como en el momento que deciden asentarse en sus países, y que atiendan a su vocación de crear políticas públicas, tanto a nivel local como regional, que permitan la integración social, económica y cultural a las comunidades de llegada de los migrantes; a derrumbar muros legales, físicos y simbólicos de injusticia y de falta de solidaridad, para construir un continente, latinoamericano y caribeño, cada vez más humano, más equitativo, más cordial y más hospitalario”.
Según cifras proporcionadas por el Servicio Nacional de Migración de Panamá, 97,718 es la cantidad de migrantes irregulares que han transitado dentro del flujo controlado en lo que va del año 2024. Solo el pasado jueves 21 de marzo llegaron a territorio darienita 944 extranjeros, para continuar su tránsito hasta Norteamérica.