La raíz de la desconfianza en el sector minero por una parte de la ciudadanía tiene su origen en cierres de operaciones mal ejecutados o gestionados incorrectamente por empresas y gobiernos de turno, como son los casos de Remance y Santa Rosa, ambos en Veraguas, y más recientemente Petaquilla Gold, en Coclé.
El caso de Molejón de Petaquilla Gold, con una extensión de 644 hectáreas, y cuyas operaciones de extracción de oro cesaron en 2014, se constituye en un desafío ambiental.
La Prensa es el primer medio que se adentra al corazón de estas instalaciones abandonadas y víctimas de vandalismo. Allí, la magnitud del deterioro ecológico y las secuelas de la actividad minera pasada se manifiestan en primer plano, exponiendo la notable urgencia de abordar la restauración ambiental y la implementación de medidas correctivas para mitigar el daño impacto.
Como se recordará, en 2016, para evitar el derrame de las tinas de relave donde se deposita el material que resultaba del proceso de extracción, el Ministerio de Ambiente contrató al consorcio Bluefin Seroca Ambiental para dar mantenimiento a estas tinas. Tras cinco meses, la compañía, que se adjudicó esta licitación con una oferta de 1.7 millones dólares, terminó de drenar 630 mil metros cúbicos de agua de las dos tinas de relave.
En aquel momento, las autoridades admitieron que dicho trabajo solo sería un paliativo, porque se tendrían que invertir entre $20 millones y $30 millones para arreglar todas las anomalías ambientales ocasionadas allí por la actividad.
El recorrido
Son las 10:15 a.m., y en el camino de acceso a la mina ya se puede percibir el deterioro y dejadez de contenedores y maquinaria derramando aceite. En medio de un viejo taller abandonado se encuentra un lugareño de nombre Benito, quien dice: “estoy aquí porque es el único punto donde tengo señal de celular. Por aquí no vive nadie, pero si quieren llegar a la mina está más adelante”.
La humedad pesa en el aire. Después de 15 minutos de camino, enormes tinas de relave se observan en el horizonte. De hecho, para evaluar el tema de la posible contaminación de la zona, el Ministerio de Ambiente adjudicó en 2018 una licitación a la empresa SGS Panama Control Services para que llevara a cabo un análisis del agua y sedimentos.
El alcance del trabajo comprendía el servicio de muestreo, transporte, análisis y entrega de resultados de muestreos de agua y sedimentos, dentro del polígono de esta concesión minera –cerrada en 2013–, con el objetivo de determinar si había contaminación.
Se debían tomar 83 muestras de agua de las tinas que fueron utilizadas para lavar el oro, así como del río Molejón. No obstante, en febrero de 2019 dicha contratación fue anulada, según el Ministerio de Ambiente, por “falta de fondos presupuestarios”, con lo cual no se pudo determinar el grado de contaminación en el lugar.
Cianuro de sodio
Entre las vastas tinas de relave que dominan el paisaje, se erigen como testigos silenciosos varios complejos de oficinas y dormitorios que, en algún momento, albergaron a los trabajadores de Petaquilla Gold. Estos edificios, ahora sumidos en un estado de deterioro completo, ofrecen una visión desoladora de lo que alguna vez fue un epicentro vibrante de actividad minera. La escena, lejos de ser olvidada, cobra vida de manera fantasmal y, por momentos, adquiere un matiz terrorífico. Ventanas rotas y puertas balanceándose con el viento crean una atmósfera de abandono y desolación, mientras las sombras juegan en los pasillos desiertos.
Muy cerca de allí se escucha un goteo incesante que proviene de quizá el área más peligrosa de lo que fue, en su momento, la concesión minera. Se trata de unos 10 enormes tanques descubiertos y oxidados, cuya descripción indica “concentración de NaCN”, lo cual no es más que cianuro de sodio calificado como una sustancia tóxica por el Comité de Expertos en Transporte de Mercaderías Peligrosas, del Consejo Económico y Social de Naciones Unidas.
La Agencia para Sustancias Tóxicas y el Registro de Enfermedades, la cual forma parte del Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos, da cuenta de que la exposición a niveles altos de cianuro daña el cerebro y el corazón, y puede producir coma y la muerte. La exposición a niveles más bajos puede provocar dificultad para respirar, dolor de pecho, vómitos, alteraciones en la sangre, dolor de cabeza y dilatación de la glándula tiroides.
En este perímetro del lugar, hay pequeños estanques de agua, producto de la lluvia y de la que se derrama frecuentemente de los tanques. Mucha de esa agua va a parar al río Molejón que se encuentra a unos 500 metros de la zona. Por todos lados hay pequeños y viejos letreros que advierten sobre la presencia del cianuro y delatan su peligro.
Uno de esos se refiere a las medidas en caso de derrame o fuga del cianuro de sodio. Entre las recomendaciones se indica que se debe ventilar y aislar el área crítica, utilizar elementos de protección personal y solicitar ayuda especializada si es necesario. En caso de que una persona haya sido afectada, sugiere suministrar oxígeno en caso de respiración dificultosa y conseguir asistencia médica de inmediato.
Falta de estudios
Ante la falta de estudios en el país, no hay certeza de la cantidad de cianuro presente en la zona. Los informes de los expertos de Naciones Unidas y la Agencia para Sustancias Tóxicas y el Registro de Enfermedades detallan que el cianuro de sodio “descompone rápidamente” en contacto con ácidos como el cloro. Sin embargo, se “descompone lentamente” en contacto con humedad o agua.
De hecho, agregan que el contacto entre el cianuro y el agua produce “cianuro de hidrógeno”, lo cual genera “peligro tóxico”. Además, estiman que la “vida media” de esta sustancia (tiempo de descomposición de la mitad del material) en la atmósfera es de aproximadamente 1 a 3 años.
En medio de este escenario cargado de incertidumbre, organizaciones como el Centro de Incidencia Ambiental (CIAM) y los habitantes locales de La Pintada, en Coclé, y Omar Torrijos, en Colón, alzan sus voces en una llamada urgente por la realización de estudios detallados y un cierre adecuado del proyecto en cuestión, que responda a estándares ambientales y sociales rigurosos.
A medida que el cielo se oscurece con nubes cargadas, cinco gallinazos danzan en los aires sobre el lugar. Este sitio, que en 2009 se erigió como el principal exportador de oro del país, generando exportaciones valuadas en $115 millones y superando incluso las ventas de productos emblemáticos como el banano y el camarón, se presenta ahora como una desoladora ruina y un peligroso foco de contaminación. Al menos hoy, estas aves son testigos silenciosos de la decadencia en Molejón.