Desde el pasado 28 de noviembre, cuando la Corte Suprema de Justicia (CSJ) declaró inconstitucional el contrato entre el Estado y Minera Panamá, la ciudadanía busca respuestas sobre lo que está sucediendo actualmente dentro de la mina de cobre en Donoso, provincia de Colón.
De momento, se sabe que el Ministerio de Comercio e Industrias (MICI) notificó a Minera Panamá el 5 de diciembre sobre el cese de todas las operaciones, incluyendo extracción, procesamiento y exportación. A su vez, el pasado 6 de diciembre, el ministro de esa entidad, Jorge Rivera Staff, convocó a la primera reunión interinstitucional para evaluar los pasos para el cierre definitivo y ordenado de la mina.
En un intento por arrojar luz en medio de un mar de interrogantes, La Prensa se adentró al corazón del proyecto denominado Cobre Panamá, una concesión de unas 13,000 hectáreas, aunque de este total, unas 4,200 hectáreas eran explotadas por First Quantum, que en 2013 se hizo con el control de la mina y a la fecha alega haber invertido alrededor de $10 mil millones. Esta es la primera vez que un medio de comunicación recorre la mina, luego del cese de operaciones.
La lluvia incesante
El sol no sale en Coclesito, distrito de Omar Torrijos, provincia de Colón, y, en cambio, una incesante lluvia predomina en el lugar. En un notorio contraste con jornadas anteriores, cuando hubo protestas en las vías, el acceso al camino que conduce a la mina se presenta despejado, aunque no exento de un protocolo riguroso. Ante la entrada se erigen tres garitas de seguridad que, como guardianes silenciosos, imponen un filtro estricto antes de permitir la entrada.
Una vez en el sitio, solo basta llegar a las oficinas administrativas de Minera Panamá para entender que no están funcionando igual. Luces apagadas, puestos vacíos y unas cuantas personas responsables de labores específicas dentro del proyecto minero. Ellos lo denominan labores de “cuidado y preservación”, lo cual no es más que garantizar y gestionar el manejo ambiental del sitio, para evitar un desastre ecológico. En cambio, la operación, que incluye actividades de extracción y procesamiento de mineral, está paralizada.
De hecho, la propia mina planteó días atrás que la falta de gestión del agua o de mantenimiento de los sistemas de drenaje de los terraplenes puede tener “consecuencias catastróficas” para la zona, con lo cual son necesarios los trabajos que llevan a cabo. La concesión se encuentra en una zona en la que prácticamente llueve todo el año.
Nuestro recorrido incluyó la vista de unos siete puntos estratégicos de la mina, entre los que destacan la planta de molienda, el tajo Botija donde se extrae el material, pozas, áreas de talleres, la tina de manejo de relave y la laguna de decantación. Para sus labores, Minera Panamá contaba con una mano de obra de unas 7 mil personas, pero luego de la suspensión de actividades relacionadas con la exploración, explotación y comercialización en la concesión, hay unos mil trabajadores dentro del proyecto.
En el corazón de la mina
Una de las primeras zonas visitadas fue la de la planta de molienda, donde en un día habitual se trituraba el material y se convertía en polvo. Allí se encontraba el metalurgista, Juan Caballero, quien manifiesta que su presencia en el lugar es con el fin de darle mantenimiento al equipo, en un lugar donde hay mucha humedad. En los alrededores de esta área se acumulan pequeños cerros de material que no han podido ser procesados, desde que se suspendió la operación.
La lluvia arrecia y el siguiente perímetro a observar es el tajo Botija, que no es más que el sitio donde se extrae el material con mineral, para ser tratado. A primera vista, en este gigantesco agujero, se aprecian tres retroexcavadoras estabilizando algunos puntos. Jorge González, coordinador de operaciones del sitio, brinda detalles más específicos sobre lo que hacen: “estamos en una fase de preservación y todo lo que es drenaje. Damos mantenimiento a las bombas”, sostiene el joven. En un día habitual en el tajo laboraban unas 400 personas, pero ahora mismo hay 16.
En el área de talleres se vive una realidad similar. Filas de enormes camiones estacionados, al igual que otro tipo de equipo pesado utilizado en la mina. Los pocos trabajadores en el lugar brindan mantenimiento a los sistemas eléctricos de los vehículos, ya que de lo contrario podrían deteriorarse.
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Aunque en medio de ese escenario, uno de los puntos de la concesión minera que requiere mayor atención es la tina de manejo de relave o TMF, la cual mide 2 mil hectáreas y donde se descarga el material libre de mineral. En otras palabras, es donde se deposita la roca molida, luego de que le fuera extraído el cobre. Héctor Landao, encargado de movimiento de tierra en TMF, sostiene que tras la paralización de la operación minera, hay que darle mantenimiento al gran muro de contención del relave, el cual se asemeja a una represa, para evitar una “catástrofe ambiental”. En este punto hay unas 50 personas entre técnicos, geotécnicos y maquinistas, aunque antes eran 500 operadores.
En palabras de Landao, se debe asegurar el sitio porque llueve mucho y las aguas podrían desbordarse. De hecho, brinda detalles de lo que podría ocurrir: “si no se le da cuido al muro podría romperse y un gran alud de lodo bajaría hasta las cuencas hídricas y habría una gran contaminación ambiental, con lo cual es importante que nos mantengamos aquí”.
El riesgo del abandono
Actualmente, el Gobierno no toma una decisión concreta sobre asumir el control de la mina para su cierre, luego de la decisión de la Corte Suprema de Justicia, y todo indica que dejaría esa responsabilidad a la próxima administración. Su hoja de ruta sobre el futuro del proyecto minero, a cinco meses de las elecciones generales en mayo, no es clara.
Por otro lado, movimientos como el Sindicato Único de Trabajadores de la Construcción y Similares, así como el comité panameño de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, esperan acompañar como veedores el proceso de cierre de la mina. Ellos piden a las autoridades tomar prontas decisiones.
Mientras eso se concreta, surge una pregunta: ¿Qué sucede si se abandona la mina de Donoso? Alejandro Chambi, gerente de Ambiente de Minera Panamá, plantea que uno de los aspectos más importantes en estos momentos es mantener la “estabilidad química” de sitios como el tajo o el TMF. “Estamos en una zona con bastante lluvia y la interacción de roca con la lluvia puede generar cierta inestabilidad (acidez del agua). La generación de drenaje ácido de rocas, si no se controla o trata, bajo un escenario de mucha lluvia, puede llegar a los ríos y ocasionar un impacto en la vida acuática”, puntualizó.
De acuerdo con Chambi, ese tema lo tienen actualmente “controlado”, pero en un escenario de cierre de vías y puertos que conducen a la mina, como ocurrió semanas atrás, no tendrían los insumos y recursos para un buen cuidado y preservación. Entre los insumos requeridos están la cal hidratada, diésel, alimentos y también la presencia del personal idóneo. El diagnóstico del especialista es claro: “Nuestras estructuras están diseñadas para resistir un tiempo. La estabilidad física como la química constante es importante dentro de esta zona”.
Para entender un poco mejor, algunos minerales bajo la tierra como el cobre contienen azufre y al contacto con la lluvia forman ácido sulfúrico, lo que obliga a tratar estas aguas con cal. Se trata de un proceso que utilizan también entidades como el Instituto de Acueductos y Alcantarillados Nacionales (Idaan) en sus tomas de agua.
El trayecto de miles de hectáreas de concesión minera concluye en el puerto frente al imponente y majestuoso Mar Caribe. En medio de las especulaciones de que aún se continúa extrayendo cobre, Nataniel Jean Francois, superintendente del área de puerto, subraya que la última vez que recibieron un barco que transporta el concentrado de cobre fue a finales de octubre y para ese entonces los lancheros conocidos como los guerreros del mar, cuyo campamento está en río Caimito, distrito de Donoso, bloquearon el lugar, lo que imposibilita seguir con la actividad.
Sopla algo de brisa y la mirada de Jean Francois se pierde en el horizonte. La noche está por llegar en Donoso y una hora después las luces se encienden. En ese momento, el sitio se transforma en un espectáculo surrealista: Lo que hasta hace poco fue el epicentro de la actividad minera en el país, con movimiento constante de personas y máquinas, en más de 4,000 hectáreas, ahora se asemeja a un gigantesco parque de diversiones abandonado. El silencio reina entre este vasto territorio cargado de cobre y oro.
(Busque mañana el desastre ambiental dentro de la mina de Petaquilla)