Sin duda, la imagen más cruel del tapón de Darién es la de la niñez migrante. Algunos menores de edad llegan solos, otros mueren y los que logran superar los siete días de peligroso camino, entre Colombia y Panamá, conviven con secuelas físicas y emocionales.
Lo que ocurre este año en esa espesa zona selvática con esta población vulnerable no tiene precedentes. De hecho, el 2022 había representado un año récord en lo relacionado con los caminantes por Darién, pero todo indica que este año lo superará.
El escenario no deja indiferente a organizaciones internacionales y entidades como el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y la Defensoría del Pueblo, puesto que el número de niños, niñas y adolescentes que han cruzado a pie la jungla aumentó siete veces en los primeros dos meses de 2023, en comparación al mismo periodo de 2022.
Para tener una idea de lo que ocurre en esta área inhóspita de Panamá, entre enero y febrero de 2023, unos 9 mil 700 niños menores de edad atravesaron el tapón del Darién. Durante el mismo periodo del año anterior, la cifra fue de mil 400.
Las historias de lo que se vive dentro de la selva rayan entre lo surreal y lo dramático. Yusniel Sánchez es un cubano de 25 años de edad, quien decidió aventurarse a cruzar Darién, pese a los relatos aterradores que viene escuchando hace tres años.
Más allá del cansancio que le supuso caminar por seis días aquel inhóspito lugar, entre Colombia y Panamá, Sánchez describe lo que realmente le pareció trágico.
“Dicen que hay cosas malas en la selva, pero en lo personal pienso que lo más terrible que puedes encontrarte allí es a un niño abandonado o a un muerto”, recordó.
A él le tocó vivir ambas realidades. Durante su arriesgado trayecto cuenta que, además de ver a dos personas sin vida, encontró una niña cuyos padres se habían quedado rezagados en la gran caravana de migrantes. Ante los ruegos de la pequeña, varios de sus amigos decidieron llevarla hasta Bajo Chiquito, en la comarca Emberá y primer pueblo al que llegan los migrantes una vez cruzan la selva. Allí quedó bajo custodia de las autoridades del lugar y luego no supo más de ella.
El joven, junto a sus amigos, decidió seguir su camino a Estados Unidos, ya que no quería perder más tiempo en su largo viaje.
El escenario
Actualmente, uno de cada cinco migrantes que llega a Darién es un infante y, de acuerdo con Unicef, es el grupo de personas en movilidad que más rápido está creciendo entre quienes abandonan sus hogares huyendo a la violencia o migran en busca de mejores oportunidades.
Adicionalmente, el número de niños y niñas no acompañados o separados continúa creciendo. En los primeros dos meses de 2023, este organismo internacional ha estimado un promedio de cinco niños por día que llegan solos a Panamá (unos 200 en los dos primeros meses de año). En 2022, en el mismo periodo, Unicef registró menos de 40.
Los infantes separados o no acompañados son particularmente vulnerables a la violencia, el abuso y la explotación.
Garry Conille, director regional de Unicef para América Latina y el Caribe desde ciudad de Panamá, lo describe así: “Nuestros equipos en el terreno nunca han visto tal cantidad de niños y niñas cruzando la selva de Panamá solos o con sus padres”.
También hace una proyección. “Unicef está aumentando la asistencia humanitaria en apoyo a la respuesta del gobierno de Panamá. Sin embargo, asegurar los servicios básicos como agua potable, salud materna infantil y los servicios de protección para todos los niños y niñas, incluidos aquellos de las comunidades de acogida, se hace más complicado, semana tras semana. Si se mantienen las tendencias actuales, la cantidad de niños que cruzan a través de Panamá este año, rebasará por mucho el total registrado el año pasado”, contó.
Para Unicef, la elevada cifra de ingresos diarios, cuyo promedio es de mil migrantes, desafía las capacidades para garantizar condiciones adecuadas a los menores de edad y sus familias, así como para que el flujo sea ordenado y seguro en los países a lo largo de la ruta.
En palabras de Conille, en América Latina y el Caribe muchos niños no solo están cruzando una frontera; ellos están moviéndose entre varios países en condiciones extremas.
“Mientras estos números continúen al alza, los gobiernos de los países de origen, tránsito y destino, organizaciones de la sociedad civil y organizaciones internacionales necesitamos trabajar juntos para asegurar que los derechos de todos y cada uno de los niños son protegidos a lo largo de la ruta”, sugirió.
El mensaje
En Darién se encuentra Margarita Sánchez, oficial de Protección Infantil en Emergencias de Unicef, quien plantea que el impacto en los pequeños migrantes va desde lo físico con diarreas y vómitos, así como la pérdida de años de escolaridad.
“El alto flujo de niños es una diferencia muy grande y el número de niños no acompañados nos sorprende este año”, indicó Sánchez, quien desde 2019 está en esta apartada provincia del país.
La especialista dejó un mensaje: “Mi llamado es que los países, las organizaciones, la sociedad civil se preparen este año para fortalecer esa respuesta a este flujo que sigue creciendo y cruzando el tapón del Darién”.
Este año hubo momentos en los que se reportó hacinamiento en las comunidades y estaciones receptoras de personas migrantes en Darién. Así sucedió en febrero, cuando se dio el accidente del autobús 5B-54, el cual trasladaba a 60 migrantes a un albergue en Chiriquí y donde se reportaron más de 40 muertes, entre los que había menores de edad.
En vista que el Gobierno suspendió por varios días el traslado de los migrantes, las instalaciones en Darién, donde se recibía a los migrantes, tuvieron una capacidad de alojamiento excedida hasta en 600%.
Hoy, aunque el transporte se ha reactivado, el acceso a servicios básicos como agua potable e higiene, alimentos o servicios médicos resulta insuficiente, ante las grandes caravanas de migrantes que llegan todos los días.
Allí, en medio de estos grupos de personas, aparecen niños que lloran; sorprendentemente muestran una sonrisa, padecen enfermedades y otros creen, de forma equívoca, que luego de cruzar la inmisericorde selva, cumplieron el sueño americano, aquello de lo que tanto hablan sus padres mientras caminan por varios días y desafían a la muerte.