La tenue brisa remueve las hojas de un árbol de mango, mientras Rosmery González, una migrante venezolana, suspira y dice: “No sé ni cómo empezar. El río se llevó a mi pequeño Samuel y desde aquel momento siento que una parte de mí se quedó en la selva que llaman el tapón del Darién”.
La mujer, quien vive ahora en Panamá Oeste, se aventuró a cruzar este espacio de densa vegetación, 5 mil kilómetros cuadrados de jungla, entre Panamá y Colombia, en septiembre de 2021, pero perdió a su hijo de cuatro años de edad y también a su esposo durante la crecida de un río.
Está por entrar la noche y Rosmery transpira. “Yo no seguiré hasta tener noticias de ellos. Por eso me quedé en Panamá y no pierdo la esperanza que encuentren sus cuerpos”, cuenta la mujer, quien ya se olvidó del llamado sueño americano, razón que la llevó a salir de Venezuela, junto a su familia, para cruzar una de las rutas migratorias más riesgosas de América.
El caso del pequeño Samuel es fiel reflejo de los tantos dramas que viven miles de niños, niñas y adolescentes migrantes con el crecimiento del flujo migratorio por la provincia de Darién. Algunos cruzan, incluso, sin la compañía de sus padres.
Para tener una idea, entre 2020 y 2022 cruzaron por aquí 71 mil 615 niños, niñas y adolescentes migrantes. Este año, en enero y febrero, suman 9 mil 683, según estadísticas del Servicio Nacional de Migración.
La situación se agravó en 2022, cuando hubo un récord de migrantes atravesando Darién. De hecho, el documento “Informe defensorial sobre la situación de los derechos humanos de la niñez y adolescencia en movilidad humana y en zonas de frontera de Panamá” concluyó que durante ese año ingresaron caminando al país desde la frontera con Colombia, tras cruzar la peligrosa selva del Darién, 40 mil 438 niñas, niños y adolescentes, de los cuales mil 119 cruzaron sin compañía o separados de sus familias.
El documento preparado por la Defensoría del Pueblo, junto a la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), manifiesta una tendencia al alza que se calcula que se mantendrá durante el 2023, como lo indica el hecho que tan solo en los dos primeros meses de este año ya 9 mil 683 menores de edad han atravesado esa zona, siete veces más que en el mismo período del 2022.
El defensor del Pueblo, Eduardo Leblanc, es uno de los funcionarios que más de cerca ha seguido este drama.
“El presente informe defensorial que da cuenta de la situación, en las zonas de frontera de los derechos de la niñez y adolescencia, centra su interés en aquellos que se encuentran en procesos de movilidad, los y las que residen en las comunidades de acogida por donde transita o tiene influencia el flujo migratorio mixto”, agregó.
De acuerdo con las conclusiones de Leblanc, la ruta migratoria por la selva se ha venido consolidando y no se avizora que en el corto plazo deje de utilizarse, puesto que solo entre 2019 y 2022 se refleja un aumento del 1,023% en el flujo migratorio que transita por Darién, pasando de 22 mil 102 personas en 2019 a 248 mil 284 en 2022.
En este mismo periodo, la participación de la niñez y adolescencia migrante creció en un 933%; pasando de 3 mil 915 en 2019 a 40 mil 438 en 2022, donde aquellos que tienen menos de cinco años representaron aproximadamente el 50% de la población de los menores de edad que cruzó la selva.
Las secuelas
Uno de los casos que llamó la atención ocurrió el pasado 4 de octubre, cuando Reyner, de cuatro años de edad, llegó a una de las estaciones receptoras de migrantes en Darién, en compañía de alguien que no era su familiar.
Aquella persona dijo que se encontró con el niño perdido en la selva y decidió llevarlo consigo hasta donde pudiera dejarlo a salvo. La travesía de Reyner tomó por sorpresa a su padre Rubén Matheus, quien se enteró en Venezuela que su hijo había sido encontrado solo en medio de la selva. Él y la mamá del niño están divorciados y la mujer decidió realizar el viaje a Estados Unidos con el pequeño.
“Ella no me dijo que iba a realizar ese viaje y se lo llevó sin mi permiso. Yo lo único que quiero es recuperar a mi hijo”, subrayó Matheus, quien fue contactado por La Prensa. De hecho, en medio de la angustia y al ver la imagen de su hijo en redes como Facebook o Twitter, el hombre dejaba su número para que alguien lo contactaran o le informaran cómo ponerse en contacto con su hijo.
Según comenta Rubén, todo indica que su expareja entregó el niño a otras personas, ya que tuvo complicaciones durante el viaje por la selva, como le ocurre a muchos migrantes.
En Venezuela, Rubén presentó una denuncia, con el fin de que se emitiera una alerta de Interpol contra su expareja, ya que si bien ella tenía la custodia del hijo, no le solicitó permiso para sacarlo del país y menos llevarlo a un viaje tan riesgoso, donde pudo haber muerto.
Unos días después que Reyner fue dejado en la estación receptora de migrantes, llegó su madre. Cuando esto sucede, se inicia una investigación para determinar si verdaderamente son familiares y, de ser así, se les permite que sigan su camino. Solventado este asunto, madre e hijo pudieron seguir su camino, juntos.
Alberto Brunori, representante de la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas, contó que año a año se superan las cifras de personas migrantes en tránsito por Panamá y la tendencia de los primeros meses de 2023 indica un crecimiento sin precedente.
Brunori calificó como “imperativo” reforzar las medidas que Panamá, con el apoyo del Sistema de Naciones Unidas y otras organizaciones, realiza en la frontera de Darién y Chiriquí, para asegurar una protección integral a la niñez migrante y a las comunidades de acogida, haciendo valer su dignidad, derecho a la protección especial y la primacía del interés superior de la niñez establecidos en la legislación panameña y las normas internacionales.
Para Unicef, el impacto del viaje por esta zona selvática en la niñez es cada vez más preocupante, ya que se enfrentan a varias amenazas como ríos en los que pueden morir ahogados, violencia (incluida la violencia sexual), trata de personas, explotación y otros riesgos de salud.
De hecho, cuando los infantes llegan a Darién, requieren apoyo psicosocial y atención médica para tratar enfermedades gastrointestinales (diarrea, vómitos), fiebre, enfermedades de la piel, heridas y deshidratación. Este año, en los dos primeros meses, 23 casos de malnutrición han sido identificados y referenciados al Ministerio de Salud.
El drama
En medio de este dramático escenario, también hay casos que aún no terminan de resolverse. Así sucedió con Yurvis Caridad, de seis años de edad, quien fue asesinado en la selva el pasado 20 de septiembre, durante un robo, hecho en el que su tío Argenis Portillo también resultó herido.
Sin embargo, funcionarios de la Fiscalía de Darién entregaron a los familiares de Yurvis, por equivocación, las cenizas de otro cuerpo. Ahora la familia reclama desde Venezuela ingresar a Panamá, con el fin de recuperar los restos del niño, el cual se encuentra en una morgue de Darién desde hace siete meses.
El director del Instituto de Medicina Legal, José Vicente Pachar, prefirió no hacer comentarios del caso, ya que hay una investigación que adelanta el Ministerio Público, aunque lamentó lo ocurrido con el niño.
A juicio de la directora de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (Senniaf), Graciela Mauad, es “desgarrador” saber que la vida de un niño se pierde de esta manera, en medio de un trayecto doloroso, y el rastro de dolor que eso deja en sus familiares, cuando hablamos de cifras de este fenómeno, es muy frío, porque detrás de cada número hay una familia.
“Nos solidarizamos y ofrecemos nuestras condolencias a los familiares. Desde la Senniaf, hemos redoblado nuestros esfuerzos en la provincia del Darién, tanto en atención de la niñez migrante como a los nacionales, reforzando el equipo de psicología, trabajo social y asesoría legal. Esto busca impactar de manera positiva su llegada, brindándoles mayor atención psicosocial y evitando situaciones de riesgo, en conjunto con todo el sistema de protección”, apuntó.
En Venezuela, el tío de Yurvis se recupera de las secuelas que le dejó el impacto de una bala en su rostro. A su vez, aguarda por la autorización de las autoridades panameñas para recuperar el cuerpo de su sobrino y reconoce que no volvería a realizar ese viaje por la selva de Darién.
Aquella salvaje jungla no solo acaba con infantes que, junto a sus padres, caminan tras el sueño americano. También a aquellos que logran cruzarla los enferma, los asusta y deteriora su infancia. Darién es un sendero de lágrimas.