Una vía propia y desconocida

Una vía propia y desconocida


El Canal es mestizo, negro, indígena y blanco. No importaba el color de piel o de cabello ni el acento.

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Casi todas las personas que ayer fueron a la cinta costera a ver en pantalla gigante la salida del buque Cosco Shipping Panamá hacia el Pacífico sentían lo mismo: emoción y amor por el Canal.

El Canal es de todos, dice el eslogan escogido por la Autoridad del Canal de Panamá (ACP) para convertir su marca en un sentimiento. Y acertó. “Me siento parte del Canal, porque soy panameño”, dijo Juan, un guna de 32 años acompañado por su familia y quien dejaba ver su emoción por el momento.

Pero Juan no conoce el Canal. Nunca ha podido ver los barcos subir y bajar en las esclusas.

No es el único. De los testimonios recogidos por este medio entre los asistentes al Mirador del Pacífico de la cinta costera, la mitad aseguró que nunca ha estado en el Canal. No han visto el bien nacional por el que se sienten tan orgullosos.

Aun así, adolescentes, jóvenes y ancianos ondeaban su bandera con el pecho henchido y una sonrisa en su rostro.

A las 3:00 p.m., el mirador todavía estaba medio vacío. Olía a chorizo, a perros calientes, a fritura, a sudor.

Poco a poco se llenó el parque. Casi todos llevaban una pequeña bandera de Panamá. Algunos las traían desde su casa, otros las recibían de manos de agentes del Servicio de Protección Institucional (SPI).

Sin embargo, la principal bandera del país, la del cerro Ancón, no se veía. Un edificio en construcción en la avenida Balboa la ocultaba en ese ángulo.

La nueva cara de Panamá. A las 3:20 p.m. comenzó la música en vivo. Orquesta Latina inauguró la tarima dispuesta por la Presidencia, cuya acción fue recordada una y otra vez por el animador: “Todo esto es gracias a

la Presidencia de la República”.

La salsa de la orquesta fomentó el baile y la alegría. Varias parejas se formaron espontáneamente, mientras otros preferían mover las caderas, pero no los pies.

Entre canciones, la voz líder de la agrupación decía algunas palabras.

En una de esas pausas, pidió que las ganancias del nuevo Canal llegaran a las personas sin recursos. Se escucharon unos cuantos aplausos.

El parque ya estaba más lleno. Había unos mil 500 asistentes poco antes de que comenzaran los eventos en Cocolí. Todos emocionados.

Habían ido a festejar un logro conseguido como país, un nuevo paso tras la recuperación del Canal que dejó mártires y plomo en las calles. Se sentían parte de todo.

A la distancia, se veía otra cara de Panamá, la de los edificios altos y lujosos, los bufetes, las casas de inversiones; el Panamá de agitación inmobiliaria.

“Las luchas populares están representadas: el Canal es nuestro”, dijo Julio César Morales, un colonense de 62 años. Se ve feliz, pero no está muy contento con la ACP. “Todo lo deciden unos cuantos y el pueblo nada”, sostuvo.

Temy Serrano, de 23 años, opina igual. “Hablan más sobre ellos mismos que de los intereses de la gente”, dijo sentada bajo una palma.

Casi todos los entrevistados ensalzaron a los mártires. Ninguno mencionó a Omar Torrijos.

 En el centro de la plaza, la emoción seguía en ascenso. La gente bailaba y cantaba. Un tipo con una iguana enorme distrajo las miradas de la salsa en la tarima.

A las 4:20 p.m. se detuvo la música y empezó la transmisión en vivo a través de una pantalla gigante del ingreso del buque al primer nivel de la esclusa de Cocolí. Todos miraban con atención y en silencio.

Las pocas conversaciones eran explicaciones sobre cómo funcionaba el sistema de las esclusas.

Cuando se cerró la compuerta del primer nivel, el animador pidió que todos subieran sus banderas. Hicieron caso. “Viva Panamá”, gritaban una y otra vez.

El sonido del buque durante su paso creaba una sensación de expectativa, como si algo estuviera a punto de estallar.

A la hora de los discursos de las autoridades por medio de las pantallas, muchas personas abandonaron la plaza. “Los discursos estaban algo malos. Siento que no estaban dirigidos al pueblo”, afirmó Luis Argüelles, un chorrillero de 70 años.

A las 5:45 p.m. volvió la música. Y con ella, la gente. Esta vez, el baile estaba a cargo del conjunto típico de la Policía Nacional.

Luego vino Samy y Sandra Sandoval. Al terminar el paso de la embarcación por Cocolí, sonaron los fuegos artificiales. Había terminado una nueva página en la historia del país.

Al fondo del mirador, apenas se veían las luces del buque, que desaparecía entre la oscuridad rumbo a Corea del Sur.

Ahí iban los primeros 586 mil 700 dólares en peaje del nuevo Canal, del Canal de todos.

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