Son varias las razones que pueden explicar porqué Yom Kipur –el día del perdón– es la jornada más trascendental del calendario judío. El ayuno (25 horas sin comer ni beber nada), la liturgia de la expiación de las faltas, la solemnidad de la jornada, el recuerdo de nuestros seres queridos fallecidos, la sinagoga repleta de gente, etc. Posiblemente sea una conjunción de todas ellas la que le dan ese carácter tan especial al día, junto con las memorias atesoradas lo largo de los años.
En Yom Kipur concluye el periodo de “los diez días de arrepentimiento” que comienza en Rosh Hashaná, el año nuevo judío. Se trata de una época del año muy especial. Nuestros sabios enseñan que en Rosh Hashaná cada ser humano es juzgado por Dios, pero el veredicto definitivo sale al final de Yom Kipur. De allí la intensidad del día.
La prohibición de comer y beber durante todo el día (este año desde la puesta del sol del domingo 24 de septiembre hasta la salida de las primeras estrellas del lunes 25) apunta a enfocarnos en nuestra faceta espiritual. Tratamos de dominar nuestros instintos. Nuestros maestros enseñan que en Yom Kipur nos asemejamos a los ángeles.
Justo antes de comenzar Yom Kipur se recita el Kol Nidré, una declaración que anula las promesas realizadas a Dios en el año anterior y que no fueron cumplidas. Queremos comenzar las plegarias del día sagrado sin deudas pendientes.
El texto, escrito en una mezcla de hebreo y arameo es una fórmula legal. Sin embargo, a pesar de su lenguaje técnico y poco espiritual, el recitado evoca una diversidad de memorias y sensaciones. Los rollos de la Torá son portados frente a toda la congregación que, en un clima de profunda devoción, escucha las conocidas palabras entonadas con su música tradicional. Una sensación de trascendencia atraviesa a todos los presentes.
Durante la mañana, la liturgia nos invita a un viaje en el tiempo. Leemos en la Torá a descripción del ritual de expiación de Yom Kipur por medio del chivo expiatorio (Levítico cap. 16), seguimos con el profeta Isaías hablando precisamente en un Yom Kipur hace unos 2,500 años, criticando a sus contemporáneos por la hipocresía de sus ayunos y sus rituales que no se traducían en un comportamiento ético; y luego se nos describe cómo era el ritual de Yom Kipur en la época del templo de Jerusalem, cuando por única vez en el año el Sumo Sacerdote ingresaba al Santo de los Santos y pronunciaba el nombre inefable de Dios para expiar las faltas de todo el pueblo.
En Yom Kipur también se incluye una plegaria en recuerdo de los seres queridos fallecidos y de los mártires de nuestro pueblo. En el día más sagrado del año, buscamos guía e inspiración en aquellos que nos precedieron. Intentas que el pasado nos ilumine el presente para poder ser constructores de un mejor futuro.
La liturgia del día incluye plegarias de arrepentimiento y de confesión de faltas. También se lee el libro de Jonás. Al final del día, exhaustos por la intensidad de la plegaria y con nuestras fuerzas menguadas por el ayuno rezamos la Neilá, la plegaria de conclusión, en el momento en el que -como dicen nuestros sabios– comienzan a cerrarse las puertas de los cielos.
Así concluimos este día sagrado. Con el compromiso de tratar de ser mejores personas y esperanzados de recibir el favor divino y de haber sido inscriptos en el libro de la vida y de las bendiciones.