La muestra pictórica Retrospectiva del maestro Raúl Vásquez Sáez (q.e.p.d.), auspiciada y organizada por el Banco Nacional de Panamá, bajo la curaduría del arquitecto Antonio Siu, constituye no solo un acierto cultural de extraordinaria trascendencia por parte de esta institución bancaria, lo cual destacamos y aplaudimos, sino además un merecido y oportuno reconocimiento al invaluable legado y trayectoria artística de uno de los pintores panameños más importantes dentro del imaginario plástico de nuestro país, en especial por el profundo e inspirador mensaje estético y raigal de sus obras.
La exposición, que está disponible al público para su disfrute (entrada gratuita) hasta el próximo 17 de abril en la planta baja de la casa matriz del Banco Nacional, recoge una exquisita, amplia y muy depurada selección de obras que permiten recorrer visualmente la trayectoria creativa del artista, desde sus inicios hasta su última creación inconclusa, cuando lo sorprendió la muerte en su estudio de La Villa de Los Santos (2008).
En lo personal, tuve el privilegio de conocer en vida a Raúl —al ser humano y al artista—, por lo que visitar esta exposición fue una experiencia entrañable. Después de tantos años, poder reconocer frente a mí su paleta, pinceles y cutarras, así como sus preciadas piedras de río en aquel sencillo cuenco de madera, aparte de sus obras, me hizo revivir gratos recuerdos de su especial amistad y su excelencia como artista.

Raúl fue un pintor intuitivo que apelaba siempre al inconsciente espiritual y chamánico que bullía dentro de él. De allí que no es fácil entender su obra. Se requiere una predisposición hacia lo mágico, además de cierta dosis de sensibilidad espiritual y, por supuesto, también estética.
Recuerdo que me confesó en una ocasión: “Trato de que mi mente no tome las riendas del acto creativo. Mis personajes, casi siempre, son producto de apariciones que llegan a mi subconsciente”. Asumo que, por ello, el misterio de sus “seres duendes”, como en alguna ocasión los llamó, se distingue por ser figuras brumosas y difusas, apenas delineadas por breves trazos y signos encriptados que destacan en el espacio saturado de texturas y colores terrosos, como se aprecia en cada una de sus obras.

Raúl fue un pintor de formación autodidacta y profundamente experimental y creativo, lo cual puede apreciarse a cabalidad en la muestra que nos ocupa, en donde encontraremos su vasto y prolijo legado artístico, expresado, por ejemplo: sobre piedras de río, madera de playa, papel artesanal, incluso sobre servilletas. Por igual, RVS incursiona en diversas técnicas como la acuarela, el acrílico y el óleo, mezclado en ocasiones con arcilla y arena, para obtener sus texturas deseadas y aplicadas con espátula. Cómo no hacer mención, además, de la utilización del “lodo de Azuero”, presente como pigmento referente en muchas de sus obras más emblemáticas. Con relación a esto, viene a mi memoria una frase que, en cierta ocasión, le escuché decir: “No hay escuela, solo señales”.
En efecto, Raúl Vásquez Sáez, logró externalizar su obra al proyectar una propuesta universal, que no quedó atrapada en el regionalismo costumbrista tradicional. Además, se constituyó en un pintor capaz de generar influencias inmediatas en su entorno. De hecho, fue el fundador de la “Escuela de Azuero”, llamada así, a la talentosa camada de artistas de la región, que se animó a adoptar, asumir y continuar los principios y postulados básicos de su novedosa manera de hacer arte.
Como es natural en todo artista, RVS fue susceptible también de recibir motivaciones e influencias de otros pintores. En su caso, durante su estancia en México, quedó impactado, por la obra de Rufino Tamayo, a quien además tuvo oportunidad de conocer personalmente. A mi juicio, un ejemplo innegable de la influencia de Tamayo, en la obra de RVS se aprecia en Mujeres de la noche, incluida en la muestra.
La obra de RVS es conocida y valorada por coleccionistas locales e internacionales. Expuso en países como Francia, Estados Unidos, Japón, México, Colombia y Argentina. Incluso algunas de sus obras fueron subastadas por la Casa Sotheby’s de Nueva York, como Pescadores en círculo (1977). De manera que, estamos ante la presencia de un artista consagrado por entero a su arte, quien, en su corta vida, encontró una manera especial y singular de “gritar sus silencios, alegrías y tristezas“.

El autor es escritor y pintor.