Privación del sueño, el mal que mata a médicos y pacientes

Privación del sueño, el mal que mata a médicos y pacientes
Médicos residentes e internos han reclamado a las autoridades mejores condiciones laborales. Algunos trabajan hasta 42 horas sin descanso y sin supervisión de los médicos funcionarios de turno. LP Isaac Ortega


Imagine que es objeto de una cirugía en un hospital público; imagine que su cirujano no ha dormido en las últimas 36 horas. No es una pesadilla; es la realidad en centros hospitalarios del Estado.

“Me quedé dormido unos segundos durante una cirugía y me sacaron del salón de operaciones. Pasó, no porque quise, sino porque tenía 42 horas sin dormir”. ¿Por qué trabajó todas esas horas sin descanso?, preguntó La Prensa. “Así es el sistema, y tenemos que callar para poder obtener nuestra idoneidad. Hasta aguantar humillaciones”. Lo que le sucedió a este médico residente –al que llamaremos Roberto, pues pidió no revelar su verdadera identidad– es el testimonio recurrente de médicos residentes e internos que relataron sus alarmantes vivencias en instalaciones de salud.

Para lograr su idoneidad y obtener un trabajo, los futuros médicos estudian seis años en la Universidad de Panamá; luego cumplen dos años de internado (uno en la capital y otro en provincias). No es fácil: cada plaza laboral se debe ganar a punta de méritos. Luego, dependiendo de su especialidad, pasan varios años más como residentes. En el proceso, deben estudiar y ser calificados.

Los consultados por este medio aseguran que es un tema de “resistencia” cumplir con estudios y trabajo. Es un camino espinoso: “Tus propios colegas te tratan como basura porque estás iniciando y ellos ya pasaron por lo mismo, así que se desquitan. La gran mayoría de los funcionarios [médicos] vienen por pocas horas y nos dejan todo el trabajo porque se tienen que ir a sus clínicas”, aseguró Roxana quien lleva tres años en Chiriquí.

Privación del sueño, el mal que mata a médicos y pacientes

Los entrevistados coinciden en que es un secreto a voces que hay personal muy cansado y, en consecuencia, los pacientes pueden resultar afectados. “Hay que trabajar con las uñas. Los equipos están dañados o hay muy pocos para la cantidad de pacientes diarios”. Pero lo que más les preocupa es el riesgo de cometer errores por el cansancio acumulado.

“Después de no dormir 35 o más horas, tengo una sensación de embriaguez… Es como si estuvieses en estado etílico: tienes vértigo; todo te da vueltas; el dolor de cabeza es intenso; la destreza de las manos es muy pobre o simplemente te tiemblan, y si te hacen preguntas básicas, te quedas pensando, porque no lo recuerdas”, afirmó Leonardo, de 27 años.

Leonardo recuerda que uno de sus compañeros se durmió mientras le tomaba el pulso a una mujer embarazada. Al despertar, se disculpó. La mujer no lo reportó porque dijo entender que estaba agotado. “Manejamos el sueño con estimulantes, como café y bebidas energizantes. Uno duerme cuando puede, no cuando quiere. Es como si estuvieses en una zona de guerra”, dijo el interno.

¿Humanizándonos?

María y Alejandra no se conocen, pero las unen sus historias, distantes una de la otra. Ambas han tenido que dormir en el piso mientras esperan resultados de laboratorios y lloran porque sienten un cansancio extremo que le ha causado, además, problemas alimenticios.

Privación del sueño, el mal que mata a médicos y pacientes

“Ser doctora era mi sueño desde niña, pero se ha convertido en una pesadilla. No puedo concentrarme por el cansancio; casi no veo a mi familia. Me siento nerviosa porque tengo miedo de lastimar a otras personas o que me griten los médicos. Ya no sé qué es pensar en otra cosa que no sea el trabajo del hospital. Lo único que me queda es rezar para que todo salga bien”. Pero el cansancio es tal que “ni siquiera termino una oración, porque me quedo dormida”, expresó María, de 25 años.

Al igual que ella, sus compañeros han pasado por situaciones riesgosas: han sido asaltados en el transporte público o han sufrido accidentes en sus carros debido al cansancio. “Gracias a Dios solo sufrí pérdidas materiales”, dijo Alejandra. Pero su salud sufre las consecuencias por causa de la ansiedad: ha perdido peso y padece de problemas gastrointestinales.

Pero otros ya no pueden contar su historia. En julio pasado, Tomás Cano, médico de 32 años, murió al quedarse dormido al volante cuando se dirigía a su casa, en Colón. Aparentemente, el cansancio, tras una larga jornada de trabajo, hizo que perdiera el control del vehículo. Médicos residentes que lo conocieron aseguraron que luchaba para salir adelante con su familia.

El decreto ejecutivo 312, de agosto de 2016, establece que el horario extraordinario o turno de los médicos internos es posterior al horario de trabajo regular, y “no podrá exceder las 32 horas continuas”. El médico deberá retirarse obligatoriamente del hospital a las 3:00 p.m. Pero los entrevistados lo ven como letra muerta. “La hora de entrada es a las 7:00 a.m., pero, dependiendo del que esté a cargo de la sala, tienes que entrar a las 3:00 o 5:00 de la madrugada. Nadie puede quejarse porque harán lo que sea para sacarte del sistema”.

En cuanto a los residentes, el decreto indica que tampoco laborarán más de 32 horas, pero advierte que no podrán retirarse hasta no haber terminado el trabajo asignado, como pendientes, admisiones, estudios diagnósticos y entrega de casos “de cuidado” a los compañeros de trabajo.

‘No más 32′

Días después de la muerte del doctor Cano, residentes e internos protestaron en las calles. Pedían “no más 32 [horas]” de trabajo continuo. La mayoría de los médicos que asistieron a la manifestación –vestidos de negro– expresaban que otro de los suyos falleció por las extenuantes jornadas laborales.

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“Hay hospitales que no tienen camas o un lugar de descanso para nosotros, y tenemos que meternos en cualquier rincón o hasta dormir en el piso. Una vez me metí en el cuarto de unas enfermeras y me dijeron que podía dormir en el piso porque no había donde más colocarme”, relató Martín, de 30 años.

Martín no siempre puede terminar su jornada en horario. “Debes cumplir con el papeleo que no pudiste hacer por la carga de trabajo; las nuevas admisiones; esperar el resultado de un laboratorio… y te quedas tiempo extra, porque no vas a dejar tu trabajo incompleto”, dijo.

¿Red de maltrato?

Además de sus extenuantes jornadas laborales, internos y residentes se quejan de que son humillados por sus superiores. El maltrato es justificado como “método de enseñanza”. La ironía es que el abuso vendría de compañeros que están en grados más avanzados o de médicos nombrados en el sistema de salud.

Algunos de los consultados por La Prensa se quejaron de maltrato psicológico. “Una vez me equivoqué al llenar una constancia. El médico de la sala achurró el papel y me lo tiró en la cara, frente a todos, pero nadie intervino, no sé si fue por temor o porque siempre estamos tan ocupados que no se percataron”, narró un internista.

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Residentes e internos coinciden en que muchos médicos del Estado nunca están satisfechos con el trabajo que realizan: “No importa lo que hagas, siempre estará mal para ellos. Si los llamas por una urgencia, porque el paciente presenta una patología diferente a la esperada, entonces te insultan, te dicen que no los llames por tonterías…”. Es después del insulto que ensayan una solución al problema.

Sofía contó que, por haber llamado a un doctor, este le ordenó hacer una investigación que debía entregar al día siguiente. La residente se preguntaba en qué tiempo, dada su carga de trabajo. Curiosamente, el decreto ejecutivo que regula el horario de trabajo prohíbe la aplicación de “turnos de castigo” a los médicos residentes.

Pero los que están en “peores condiciones” –aseguraron otros– son los estudiantes e internos, convertidos en “mandaderos” de los médicos. Después de sus visitas en las mañanas –”si es que van”– resaltó Rafael, los internos deben hacer procedimientos médicos, de enfermería y hasta de camilleros. Esos trabajos van, desde verificar el tratamiento de los pacientes, sacar muestras de sangre, limpiar pacientes y colocar sondas, hasta realizar tomas de glucosa a 150 pacientes diarios. ¿Se pueden denunciar los abusos? Sí, pero sabes las consecuencias: Te orillarán hasta renunciar a tu sueño.

Hay pacientes que se quejan de maltrato de médicos. ¿A qué se lo atribuye?, preguntó La Prensa. “Cómo voy a recibir bien a un paciente cuando yo mismo me siento mal, frustrado, cansado y en muchos casos con ira por no poder defenderme de lo que me pasa o lo que he visto que sucede con mis compañeros”, relata Roberto, quien dijo llevar 32 horas continuas de trabajo cuando fue abordado por este medio.

Explicó que, además de sus turnos regulares, le incluyen ocho turnos extraordinarios de 16 horas en días de semana y de 24 horas los fines de semana. Por ejemplo, un turno de lunes puede empezar a las 7:00 de la mañana y termina el martes a las 3:00 de la tarde. A partir de esa hora, empieza el siguiente turno y termina entonces a las 3:00 de la tarde del miércoles. “Estamos obligados a [cumplir] 32 horas de trabajo presencial, que no se cumplen, porque siempre atendemos cosas pendientes antes de irnos a casa”.

Peligros

No dormir representa un peligro para médicos y pacientes. Puede provocar ansiedad y trastornos emocionales que pueden terminar en muerte, como se han registrado en otros países. De hecho, médicos internos y residentes confesaron momentos de pánico por la privación del sueño. “En las cirugías es un peligro, porque manejas objetos punzo cortantes, como bisturí y taladros… Una vez me quedé dormido cuando tenía que ampliar un poco más una herida, y casi corto un intestino. Casi pongo un poco más de presión al bisturí y eso hubiese sido una gran complicación de la cirugía. Así lo confesó Mario, al describir una de las más de veinte situaciones delicadas en las que ha estado. Incluso, teme que “por mi falta de sueño y de concentración” tenga que atender asuntos legales.

“Casi me voy de cabeza en una cirugía por causa del sueño. Obviamente, y de haber pasado, hubiese contaminado toda la zona… Hay miles de casos, podría decirle todo lo que pasa en las cirugías, salas y urgencias”, contó otro médico a La Prensa.

Solos, sin el respaldo del funcionario de turno, estos jóvenes deben resolver urgencias. “Cuando se escapan de nuestra experiencia, tenemos que improvisar. Una vez, un paciente se me estaba complicando en mi cara: empezó a tener dificultad para hablar y para movilizarse. Yo me preguntaba qué le está pasando y el expediente era como de 60 páginas. Pero era un paciente crónico de hemodiálisis, entonces me tocó sacar el celular y buscar en internet para saber qué hacer”.

La Prensa intentó entrevistar al ministro de Salud, Luis Francisco Sucre, sobre los peligros y padecimientos que sufre el personal médico, pero, al cierre de esta edición, no había respondido a los cuestionamientos de este medio.


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