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Amor, ayuda y consuelo; el viaje de las voluntarias del Hospital del Niño

Amor, ayuda y consuelo; el viaje de las voluntarias del Hospital del Niño
Este 2024, las Damas Voluntarias del Hospital del Niño cumplen 66 años de fundación. Diana Fernández

Las puertas de la oficina de las Damas Voluntarias del Hospital del Niño abren a las 6:00 a.m. Ya a esa hora comienzan a preparar el café, que se reparte a partir de las 8:00 a.m. Hoy es día de empanadas y también les han donado galletas, así que pronto deberán organizar todo.

Poco a poco, la oficina se va llenando de vestidos de rayas y delantales blancos. Se inician las conversaciones que se mezclan con la organización de la comida que será repartida entre los padres que acompañan a sus niños. Muchos de ellos no logran desayunar en sus casas o no califican para recibir la comida que distribuye el hospital, así que ellas se aseguran de que tengan lo necesario para mantener la energía que se necesita para afrontar la jornada.

Amor, ayuda y consuelo; el viaje de las voluntarias del Hospital del Niño
Las Damas Voluntarias preparan la comida que entregan a los padres, muchos de ellos no califican para el programa de alimentos que ofrece el Hospital del Niño. Diana Fernández

Alrededor de las 8:00 a.m., dos carritos salen de la oficina, cada uno cargado con una cafetera, paquetes de leche en polvo, empanadas, galletas y dos cajas vacías. Hoy deberán repartir más de 250 cafés empanadas y galletas. Ortopedia, una de las salas más cercanas, es el primer destino. Cada una toma una caja, llenándola con vasos de café, acompañados de empanadas y galletas envueltas en servilletas.

Amor, ayuda y consuelo; el viaje de las voluntarias del Hospital del Niño
El café y los refrigerios se distribuyen a todas las salas del hospital. Diana Fernández

Entran al primer cuarto con una sonrisa. Hay alrededor de seis niños en camas o cunas, algunos con férulas blancas en distintas partes de su cuerpo. Unos duermen, otros lloran, pero la mayoría están tranquilos, comiendo. “¿Desayuno, mamá?”, preguntan a cada una de las madres que acompañan a sus hijos. Aunque se ven cansadas, la mención de un café caliente y comida las hace sonreír.

“Esto es para usted, papá. Cómaselo usted, no se lo vaya a dar a su niño”, le dicen a un señor que acompaña a su pequeño. Aunque suelen preguntar por las mamás, siempre están listas para atender a los padres que también están presentes. Cuando encuentran a un niño solo, preguntan a las enfermeras si su madre está en la sala, si la respuesta es afirmativa, dejan el desayuno en una mesita; si no, recuerdan el número cuarto para anotarlo en un tablero en la oficina para regresar más tarde y acompañar al niño.

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Ortopedia es una de las primeras salas que se visitan durante el día. Diana Fernández

Mientras las voluntarias siguen repartiendo, en la oficina el resto del equipo se organiza para visitar otras salas. Algunas irán a Medicina 1, otras a Larga Estancia, y así se distribuyen los espacios. Empiezan a abrir las cajas de juguetes y a preparar el carrito lleno de libros de cuentos, porque en un ambiente tan frío como un hospital, su misión es sacar sonrisas a los niños que lo necesiten.

Amor, ayuda y consuelo; el viaje de las voluntarias del Hospital del Niño
Las damas acompañan a los niños contándoles cuentos, jugando y acompañándolos cuando más apoyo necesiten. Diana Fernández

Entre las voluntarias hay psicólogas, arquitectas, secretarias, y más. Cada una tiene su razón para estar aquí, porque no es fácil ganarse el delantal blanco. Las aprendices llevan un pequeño peto hecho de la misma tela rayada que el uniforme, pero no podrán usar el delantal completo ni llamarse Damas Voluntarias del Hospital del Niño hasta que completen una serie de seminarios y 80 horas de trabajo.

Laura, por ejemplo, es una de esas aprendices. Llegó al Hospital del Niño después de la experiencia de tener a su propio hijo hospitalizado. Su niño nació con 30 semanas, es decir, mucho antes de lo previsto. Ella vivió en carne propia la angustia y la incertidumbre que siente una madre en esa situación. Consciente de que podía ayudar, decidió unirse al cuerpo de voluntarias, para apoyar a las madres que se encuentran en la misma posición en la que ella estuvo algún día.

Otras tienen años formando parte de las voluntarias, como Carmen, de 83 años, que ha dedicado 16 años de su vida a servir a los niños y padres del hospital.

Amor, ayuda y consuelo; el viaje de las voluntarias del Hospital del Niño
Fachada del Hospital Del Niño en avenida Balboa. Elysée Fernández

A medida que avanza la mañana, la puerta de las voluntarias es tocada por varios padres, entre ellos, una madre que se prepara para salir del hospital con su hijo recién dado de alta. Las voluntarias, con agilidad y empatía, comienzan a preparar un kit de salida: seleccionan ropa para el niño, para sus hermanos que lo esperan en casa, y para ella misma. Añaden pañales, algunos juguetes y leche, un pequeño, pero significativo apoyo para las primeras semanas en su hogar.

Con orgullo recuerdan a todos los niños con los que han trabajado durante los años, tanto dentro como fuera del hospital, han logrado cosas increíbles con poco, haciendo actividades y ventas, han logrado acondicionar habitaciones en casa para acomodarse a las necesidades de los niños, compran implementos médicos, donar ropa, artículos de limpieza y mucho más.

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El cuerpo de voluntarias apoya a los padres con lo que puedan necesitar: pañales, medicamentos, comida, entre otros. Diana Fernández

Para ellas son ya 66 años de arduo trabajo, un 12 de septiembre abrieron sus puertas. Un tiempo tan extenso que les da lugar a conocer a muchos de los niños que se alojan en los pasillos del José Renán Esquivel, como Juancito, a quien le ha tocado estar internado por meses, y que hoy al ver a las damas, quienes le saludan porque ya le reconocen, las llenó de abrazos y risas, anunciado que le habían dado salida.

A medida que recorren los pasillos y visitan las salas, las Damas Voluntarias se convierten en más que simples repartidoras de café y comida. Entre sonrisas comentan que, frente a los pacientes y sus padres, asumen diversos papeles: mamá, abuelita, consejera, acompañante, o simplemente una mano amiga que sabe escuchar. Su labor va más allá de la asistencia material, brindando amor, ayuda y consuelo a quien lo necesite.


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