Hay películas que conmueven. Otras, que entretienen o asustan. Y también están las que iluminan. Argentina, 1985 hace todo eso y todavía más: busca un lugar en la historia con la representación del juicio histórico de la democracia naciente a la cúpula de la Junta Militar por los crímenes de lesa humanidad de la dictadura que acababa de dejar el poder.
Desde 1976 hasta 1983, Argentina fue sometida por un régimen que secuestró, torturó, apropió bebés y ejecutó a miles de personas que fueron enterradas como “NN” en tumbas clandestinas. Hubo más de 30 mil desaparecidos. “El mayor genocidio” del país, como afirmó ante los jueces el fiscal Julio Strassera, que lideró la acusación a los militares.
Con el retorno de la democracia, las Fuerzas Armadas se negaron a juzgar sus propios crímenes. Así que, por un decreto del presidente Raúl Alfonsín, lo hizo la justicia civil: abrió un proceso contra los integrantes de las tres primeras juntas de gobierno del llamado “Proceso de Reorganización Nacional”, la dictadura.
Sobre ese juicio -el primero en su tipo- y la gente común que lo concretó es Argentina, 1985, la película dirigida por Santiago Mitre y protagonizada por Ricardo Darín, disponible en la plataforma Amazon.
El filme reivindica la épica del hombre común en la historia. Con audacia y astucia, los fiscales Julio Strassera y Luis Moreno Ocampo -interpretados por Darín y Peter Lanzani-, un equipo de jóvenes sin experiencia y un viejo ayudante, consiguieron lo impensable haciendo únicamente lo que tenían que hacer: buscar la verdad para cambiarlo todo. “La historia no la hacen tipos como yo”, afirma el Strassera de Darín al principio del filme. “Acá se trata de lo que el país necesita -dice el Moreno Ocampo de Lanzani-: respeto y justicia”.

Construida alrededor del personaje de Strassera y de su familia, la película cuenta también con las majestuosas actuaciones secundarias de Alejandra Flechner -su esposa- y Santiago Armas Estevarena -el hijo pequeño-.
Tanto Strassera como su alfil, Moreno Ocampo, están obsesionados con la investigación y la justicia, sí, pero también con la calle. En ese momento, el país aún se debatía y gran parte de la sociedad había creído en la propaganda del régimen: era una guerra contra el comunismo y era a matar o morir. Por eso para los fiscales la cuestión no se trataba solamente de mandar al dictador Videla y a sus secuaces a la cárcel. También importaba que los ciudadanos que los habían apoyado -los “fachos”- entendieran la monstruosidad de los crímenes que cometieron, fuera de toda ley y despojados de cualquier rasgo de humanidad. Que abrieran los ojos ante la verdad.
“En 1985 había mucha gente que sabía mucho y muchos que no querían saber del todo. Y el juicio logró poner en los diarios todos los días el nivel de atrocidad que había sucedido en la dictadura. Y fue evidente para todos que era la forma de fundar un nuevo país”, dijo el director Mitre, en el Festival de Venecia, que ovacionó y premió a la película.
Eso es Argentina, 1985: la democracia, con sus instituciones, mandando a volar aquello que la reduce, abarata y amenaza. La justicia sublimando el dolor de la tortura, la muerte y el despojo, gracias una decisión política y al trabajo de personas de a pie.
Como cualquier victoria, ésta tampoco fue de una vez y para siempre. El pasado siempre intenta abrirse paso en el presente para garantizarse una existencia futura. Por eso, las ideas totalitarias, los discursos que menoscaban los derechos, los pedidos de mano dura y los procesos amañados, avanzan en Argentina como en el resto del mundo. Por eso el director quiso reconstruir ese triunfo de la verdad y la justicia.
“Esta historia resonó en mí y activó mi deseo de hacer una película sobre la justicia como acto curativo”, dijo Mitre.

De todas maneras, siempre hay gente cuestionando la idea de revivir el pasado. En Argentina también hubo algunos cuando el film se anunció. ¿Otra vez vamos a hablar de eso? ¿Por qué hablar de eso en lugar de proyectarnos hacia el futuro?, preguntaban. Como si fuese posible habitar el presente desde el cual creamos el futuro sin ser atravesados por el pasado y sus heridas, aparecieron discursos que vieron el homenaje como un ancla. Otros, la gran mayoría, lo ven como una necesaria reivindicación en un contexto en el que la democracia está bajo amenaza.
“Nos llena de orgullo esta película que habla sobre la democracia en un momento en que pareciera que están creciendo los discursos que no respetan los valores democráticos que tanto nos han costado conseguir”, dijo el actor Chino Darín, en calidad de productor, al recoger el premio del público en el festival de cine de San Sebastián.
Y su padre, Ricardo, amplió: “Esta es una historia que habla del pasado pero que está apuntada hacia el futuro porque recupera el sentido de la dignidad, de la justicia y de la ética. La ética de que lo que está bien, está bien, y lo que está mal, está mal. Y siempre va a estar mal. A veces con la turbulencia de las vidas agitadas que vivimos nos confundimos un poco y, contra viento y marea, de lo que se trata esta película es de eso: que haya justicia”.
Eso nos recuerda Argentina, 1985. También nos contagia de la valentía necesaria para defender esos valores, al hacernos decir con el fiscal Strassera: “Señores jueces: nunca más”.
ARGENTINA, 1985
Dirección: Santiago Mitre.
Intérpretes: Ricardo Darín, Peter Lanzani, Alejandra Flechner, Carlos Portaluppi, Walter Jakob.
Género: Thriller judicial. Argentina, 2022.
Duración: 140 minutos.
Galardones: Premio de la Federación Internacional de Críticos a la mejor película del y mención especial de la Asociación Mundial Católica de Comunicación en el Festival de Venecia (Italia). Premio del público San Sebastián (España). Representante argentina para los Oscar.
Dónde verla: Disponible en la plataforma Amazon Prime Video.

