Los visitantes de la Casa Ucraniana de Kiev buscan alivio en el optimismo de las obras llenas de color de la pintora María Prymachenko, con unas cien obras expuestas de una artista clave del arte naif y que aborda temas como la amenaza nuclear y la guerra, puestos de nuevo de relieve por la invasión rusa.
Llamativos y fantásticos animales y aves parecen observar a cientos de visitantes que les contemplan en un día soleado que sigue a otra noche llena de ansiedad por los ataques rusos con drones y misiles y el combate incesante en la línea del frente.
“Nuestros espíritus están atascados permanentemente en los días grises y funestos que siguieron al 24 de febrero (cuando comenzó la invasión rusa de Curania). Las obras de María, con sus colores brillantes, te llevan temporalmente a un lugar donde se puede sentir siempre lo bueno y donde la luz vence a la oscuridad”, dice Dasha, visitante y voluntaria que ayuda a obtener fondos para los soldados ucranianos.
Sin haber recibido nunca formación artística académica, María Prymachenko (1908-1997) desarrolló su propio estilo basado en la mitología y tradiciones de Polissia, la región boscosa del norte en la que vivió la mayor parte de su vida.
Pintaba sobre todo con gouache y acuarelas sobre papel y se le conoce sobre todo por su empleo “valiente” de los colores en criaturas fantásticas y decoraciones florales, también en cerámica y bordados.
Las coordinadoras de la exposición, Tetiana Voloshyna y Victoria Boyko, comparan sus obras con las de Niko Pirosmani, aunque sus “bestias fantásticas” parecen “primas” de los animales mágicos de Marc Chagall.
La obra de Prymachenko refleja también los trágicos sucesos que marcaron su vida y la de millones de ucranianos en el siglo XX, como la II Guerra Mundial, el desastre de Chernóbil en 1986 y la amenaza de una guerra nuclear.
Su “cangrejo Chornobyl crab” representa el legado de la catástrofe como un animal que “araña el alma” de los ucranianos, según su propia descripción, mientras se renuevan los miedos a otra catástrofe por la ocupación de la central nuclear de Zaporiyia por parte de los invasores rusos.
“Una fosa común” alude al desconocido sitio de enterramiento de su marido, muerto en la II Guerra Mundial, y es algo con lo que todos los ucranianos pueden sentir una conexión tras los trágicos descubrimientos en Bucha e Izium.
