Autores coloniales e historicidad

Autores coloniales e historicidad
Portada de la ‘Milicia Indiana’, de Bernardo de Vargas Machuca. Alfredo Castillero Calvo


En este artículo trataré de responder cuáles historias sobre el propio Panamá circulaban en manos de los panameños cultos, qué obras eran escritas localmente y cuáles evidencian de que existiese un sentido de historicidad, es decir, conciencia de nuestro propio pasado. Esto último nos daría indicios sobre un temprano sentido de identidad propia y de una historia común compartida.

Décadas de Herrera

Desde el amanecer de la Era de los Descubrimientos, hubo gran avidez por recabar información sobre los nuevos territorios, de modo que la Corona constantemente solicitaba a las autoridades coloniales que le enviaran datos sobre la fauna, la historia local, la geografía, la población, la minería y sobre casi cualquier cosa que pareciera relevante. Se fueron acumulando decenas de relaciones o descripciones que eran decisivas para tomar decisiones y que han sido de enorme provecho para los historiadores.

Este proceso culmina hacia 1570, cuando Felipe II nombra a Juan de Ovando al frente del Consejo de Indias, y este publica unas ordenanzas con extensos cuestionarios a fin de ampliar y sistematizar el conocimiento de las realidades americanas. Los detallados informes, relaciones y descripciones que se enviaron desde Panamá cubren los más diversos aspectos, lo que nos permite conocer quiénes eran los vecinos más ricos, cuántos habitantes había, cuáles eran sus características geográficas y edafológicas, y mucha información sobre su historia. Aprovechando esta enorme masa de datos procedente de América, el cronista mayor del Consejo de Indias, Antonio de Herrera y Tordesillas, publica a partir de 1600 la Historia General de las Indias o Décadas, que se convierte en la fuente oficial a la que podían acudir los panameños para conocer su pasado.

Aquí cabe destacar que ninguna de las grandes crónicas de la época del Descubrimiento y la Conquista con información sobre Panamá, como la Vida del Almirante, de Fernando Colón, las Décadas de Pedro Mártir de Anglería, o las Historias de Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés y de Bartolomé de las Casas, fueron conocidas en Panamá durante el período colonial, con la excepción, si acaso y dudo mucho que así fuera, de la Vida del Almirante, que no llega a publicarse en español (primero fue publicada en italiano) hasta 1749, en una mala traducción. Anglería escribió sus Décadas en latín y se publicaron por primera vez en español en 1892. La Historia de Oviedo no se publica completa hasta 1851 y la Historia de Las Casas permaneció manuscrita hasta que se publicó en 1875. Sólo fue conocida su polémica Brevísima destrucción de las Indias, al menos por Bernardo de Vargas Machuca, como se verá más adelante. De manera que fue Herrera quien tuvo acceso a esos textos gracias a su condición de cronista de Indias―, la mayor fuente de información disponible en Panamá para conocer ese período y así lo sugieren las fuentes.

Herrera es citado por el canónigo de la catedral Juan de Requejo y Salcedo en su Descripción de Panamá de 1640, prueba de que era conocido aquí y, dado que era cronista mayor, sus páginas sobre Panamá acabarían convirtiéndose en la versión historiográfica oficial. No menos importante es el mapa del istmo que se publica en esta obra.

Panamá aparece por primera vez como un territorio exento o una isla aparte, lo que debió sugerir al imaginario colectivo que era una entidad geográfica propia e independiente. Este mapa debió constituir un ingrediente importante como elemento identitario.

Otro autor que debió influir en la memoria histórica local fue Esteban de Garibay, cuyo Compendio historial es citado en la descripción que envía la Audiencia de Panamá al Consejo de Indias. Muchas de sus páginas están dedicadas a las etapas tempranas de la Conquista. Esta obra se reeditó hasta 1628.

Requejo Salcedo menciona que en la biblioteca de la catedral era consultada la obra de Gonzalo de Illescas sobre el papa Clemente VII, cuyo autor incluía un breve relato de la historia del Nuevo Mundo en su papado, es decir, el descubrimiento por Colón, las fases tempranas de la conquista de Panamá, el viaje de Magallanes y la conquista del Perú.

Relaciones eclesiásticas

Como el Consejo de Indias seguía reclamando más noticias de las colonias, desde Panamá seguían enviándose descripciones y relaciones con valiosa información de todo tipo, incluyendo las de carácter histórico. En 1650, siguiendo instrucciones del obispo Hernando Ramírez, el canónigo de la catedral, Juan Bernal de Contreras, escribió una Relación y descripción del Obispado de Panamá, que le envió a Juan Diez de la Calle, oficial mayor del Consejo de Indias, quien las aprovechó en Noticias sacras y reales de los dos imperios de las Indias Occidentales de la Nueva España. Ambos textos se encuentran inéditos en la Biblioteca Nacional de Madrid. Diez de la Calle dedica 30 páginas a Panamá, con abundantes noticias de carácter histórico; informa sobre la administración del gobierno, distribución de cargos civiles, eclesiásticos y militares con indicación de sueldos, sobre la historia de la fundación de ciudades en el istmo e incluye biografías de los obispos. Este manuscrito fue verosímilmente utilizado por Gil González Dávila, cronista mayor de las Indias y de las Dos Castillas, quien se basaría en los textos de su subalterno Diez de la Calle y en 1655 publica en Madrid Teatro eclesiástico de la primitiva iglesia de las Indias Occidentales, vidas de sus arzobispos y obispos y cosas memorables de sus sedes. También esta obra contiene noticias históricas de Panamá y, como su título indica, breves biografías de sus obispos, objetivo principal de la obra.

Entre sus fuentes históricas, Bernal cita las Décadas de Antonio de Herrera y la Historia de las órdenes militares de Francisco Caro de Torres, que se publica en Madrid en 1629. No cita otros autores, lo que no hace falta, ya que su relación debía ser una obra de primera mano y en ella se trataban temas que no podían encontrarse en otras fuentes.

A juzgar por los datos que tenemos, son los libros de Herrera, de Garibay, de Illescas y de Caro de Torres las principales fuentes impresas que nutrieron la conciencia histórica del panameño culto de la época, aunque Herrera debió ser el más influyente, ya que su obra se ocupó por extenso de la historia local desde el descubrimiento hasta la rebelión de Rodrigo Méndez, en 1562. A Herrera le seguiría en importancia Garibay, cuyo texto es más rico en información sobre la historia temprana de Panamá. Y para conocer la vida y obra de los obispos ya estaría disponible desde 1655 el texto de González Dávila, que sin duda llegaría a Panamá.

Los textos de Requejo Salcedo, de Bernal de Contreras y de Diez de la Calle no llegaron a publicarse y permanecieron inéditos, y lo mismo sucedería con otras obras no poco valiosas; pero otras sí se publicaron. Es el caso de la Relación bien averiguada y cierta del terremoto de Panamá, escrita por el padre fray Juan de Fonseca en Panamá luego del terremoto de 1621 y que Requejo Salcedo pudo consultar ya impresa. Los autores que Fonseca cita en su texto evidencian tanto sus inquietudes científicas como los libros que debió consultar para el análisis del sismo. Hombre de su tiempo, sin embargo, no dejó de explicar el terremoto como condigno castigo divino a los pecados de los vecinos.

Además del libro de Fonseca, en Panamá se escribieron obras que también lograron publicarse en su época. Un caso notable fue el Discurso que hizo el reyno de Panamá y provincia de Beragua, de la vida, y acciones de don Enrique Anriquez su Governador y Capitán General, publicado en Madrid en 1642. En la elaboración de esta obra participaron 12 poetas locales. De naturaleza distinta son los dos textos de los dominicos fray Adrián de Santo Tomás (o Adrián de Ufeldre) y Antonio de la Rocha, cuyos manuscritos encontró fray Juan de Meléndez en la biblioteca de su Orden en Panamá cuando iba de camino a Roma. Son auténticas joyas de interés tanto antropológico como doctrinal. Contienen excepcionales descripciones de las culturas guaymí y cuna, y relatos detallados de las prácticas que emplearon sus autores para catequizar a los indígenas. Al percatarse del enorme valor que tenían como paradigmas misionales, Meléndez los publica en Roma en 1682. Los textos de fray Adrián y fray Antonio debieron servir como modelos para los futuros misioneros de su Orden. Con toda seguridad, una vez impresa, la obra de Meléndez ingresó a la biblioteca de los dominicos en Panamá, donde podría ser consultada.

Otro autor local, el sacerdote panameño Juan de Soberanis y Guevara, escribió dos libros de materias eclesiásticas, que no llegaron a publicarse. Según el obispo Argüelles, Soberanis era no sólo aversado en cánones y muy profundo y sutil en la teología escolástica, positiva y moral, sino también muy elocuente en el púlpito, logrando con sus frecuentes sermones “muchas compulsiones y conversiones”. El propio Argüelles publicó un “Memorial sobre la situación política de la capital de Tierra Firme”.

Autores coloniales e historicidad
Mapa exento del Istmo en Herrera.

Juristas

También se escribieron en Panamá tratados de jurisprudencia. El Tratado de los Casos de Corte, escrito por el oidor de la Audiencia panameña, Francisco Carrasco del Saz, fue aprovechado por Solórzano y Pereira en su Política Indiana. Otro autor residente en Panamá fue el oidor Juan de Larrinaga Salazar, quien escribió el Memorial discursivo sobre el oficio de Protector General de los indios del Piru, impreso en 1626, cuando todavía se encontraba en el país. Larrinaga también publicó Primicias del Nuevo Mundo, sobre los españoles naturales de las Indias que habían alcanzado eminencia en santidad, letras y armas. El oidor Pedro de Bolívar y la Redonda escribió un polémico alegato de intención política donde proponía que los nativos de América debían ser preferidos a los peninsulares para ocupar los cargos eclesiásticos y seculares. Fue publicado cuando Bolívar todavía se encontraba en Panamá.

Alteraciones del Dariel

Hubo obras de innegable importancia documental o literaria que no se imprimieron en su época y hemos esperado muchos años para verlas publicadas.

Mencionaré cuatro: la Relación verdadera del piloto mayor Diego Ruiz de Campos, de 1631, que publica Antonio B. Cuervo en Colombia a fines del siglo XIX; la Relación histórica y geográfica de la provincia de Panamá, del ya mencionado Requejo Salcedo, que publica Serrano y Sanz en 1908; el poema épico Las armas Antárticas, de Juan de Miramontes y Zuazola, y la hasta hace muy poco totalmente olvidada Alteraciones del Dariel, del jesuita Juan Francisco de Páramo y Cepeda. La obra de Miramontes se basa en sus experiencias como soldado en las campañas contra el pirata Oxeham y el cimarronaje entre 1575 y 1576. Esta obra permaneció inédita hasta que fue publicada en 1921. Alteraciones del Dariel trata de los fieros combates de tropas españolas y milicianas locales contra indios cunas en Darién a fines del siglo XVII y todo parece indicar que se ajusta a la realidad, si bien que intensamente dramatizada. Este poema épico no desmerece en nada al lado de Las armas Antárticas o de La Araucana, pero permaneció inédito hasta que lo publica Héctor H. Orjuela en 1994. Tuve el privilegio de presentarlo en la Casa de América, Madrid, en 1999.

Finalmente, en vísperas de la independencia, Víctor de la Guardia y Ayala publicó una obra de teatro en verso y tres actos dedicada a Fernando VII, Política del mundo. No fue representada sino leída en Penonomé, pero luego fue olvidada y no se publica hasta 2001.

Por supuesto que se escribieron más obras, algunas de gran valor, que nunca llegaron a publicarse, pero que debían circular internamente. Es el caso de Partes y medidas de ese reino según la positura presente de este año de 1729, de autor anónimo y que contiene datos históricos desconocidos. Aún permanece olvidado en la Biblioteca Nacional en Madrid.

Parecería cuando menos lógico, que las obras que se escribieron en Panamá y se publicaron contemporáneamente, sobre todo si todavía los autores se encontraban en el país, llegaron aquí y fueron leídas y circularon. Quiero decir que las obras publicadas por Fonseca, Carrasco del Saz, Larrinaga, Bolívar y la Redonda, Argüelles o el Llanto de Panamá, debieron circular por Panamá.

Vargas Machuca

Un caso notable es Bernardo de Vargas Machuca, autor de la famosa Milicia y Descripción de las Indias o Milicia Indiana, que escribe en Bogotá y publica en Madrid en 1598. Se trata de un manual para el conquistador y explorador del Nuevo Mundo. Vargas era un soldado experimentado y llegó a Panamá con el cargo de alcalde mayor de Portobelo. En 1606, redactó una sesuda descripción de Portobelo que ha permanecido inédita pero que he glosado prolijamente en mi libro Portobelo y el San Lorenzo del Chagres, Perspectivas Imperiales (Panamá, 2017). Estando en Portobelo, Vargas Machuca escribió la obra Apología y discursos, con objeto de refutar la Brevísima destrucción de las Indias, de Bartolomé de Las Casas, pero como el tema había pasado de moda, nunca se publicó. Sin embargo, su Milicia Indiana fue no solo leída en Panamá. También se le dio aplicación práctica, como sucedió con la defensa que hizo Vargas Machuca Cusando como fundamento los conceptos contenidos en su obra, para librar de prisión al gobernador de Veraguas Juan López de Sequeira, acusado de maltratar a los indios coclé del norte de Veraguas.


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