Christophe Honoré y la vulnerabilidad de los jóvenes

Christophe Honoré y la vulnerabilidad de los jóvenes
San Sebastián, 19/09/2022. El director Christophe Honoré (i) y los actores Juliette Binoche (d), Vincent Lacoste (2d) y Paul Kircher (2i), posan este lunes en el 70 Festival de Cine de San Sebastián, donde su película "Le Lycéen" compite en la Sección Ofcial. EFE/Javier Etxezarreta.

El cineasta francés Christophe Honoré, guionista y director de 16 largometrajes, está convencido de que la pandemia ha “fragilizado muchísimo a los jóvenes”, convirtiéndolos en personas vulnerables, y ese asunto, que le conmueve y le provoca, lo convirtió en el mar de fondo de su película Le lyceén, con la que compite en el Festival de San Sebastián .

”Quizá no sea cierto, pero la película se hace eco de esta situación que quizá sea solo una percepción mía”, señaló ayer lunes el director en una rueda de prensa celebrada junto al elenco de su película, la flamante premio Donostia Juliette Binoche y los jóvenes actores Vincent Lacoste y Paul Kircher.

La cinta compite por la Concha de Oro en el certamen español, que este año celebra su 70 aniversario.

En Le lyceén, Binoche es la madre de estos dos jóvenes, Lucas (Kircher), aún estudiante, y Quentin (Lacoste), que acaba de independizarse y comparte piso en París con un chico algo mayor que él, que se busca la vida de diferentes maneras. El drama salta de repente cuando el padre y marido sufre un accidente de tráfico y muere.

”Mi nombre es Lucas y mi vida se ha convertido en una fiera a la que ya no puedo acercarme sin que me muerda. Todo en mi mente tiene la apariencia de una amenaza”. Estas son la primeras palabras que pronuncia en off el joven protagonista de la cinta, que pasa de la búsqueda incesante de su identidad al dolor insufrible que le produce la soledad de ser huérfano.

”A través de Lucas retrato cómo estos jóvenes se golpean con el mundo, que para ellos es un lugar hostil y no un lugar en el que quieran proyectarse, y cómo eso les genera una sensación de retiro y, a veces, de renuncia”, explicó Honoré.

Lucas tiene 17 años y ya ve cómo su adolescencia está hecha añicos; la depresión, sus inseguridades, el alejamiento de la madre y la necesidad de nuevas experiencias, también llevando al límite su sexualidad, hace que Lucas quiebre.

Para Kircher fueron igual de complicadas las tórridas escenas de sexo que interpreta como los momentos más sentimentales, “dos expresiones de un mismo conjunto”, dijo el joven actor que elige el ataque de nervios cuando sabe que su padre ha muerto como el momento más delicado.

El director de La belle personne (2008), con la que ya visitó San Sebastián, señala que, aunque hace rato que dejó atrás los 17 años, quería “que la forma de la película fuera como ese adolescente, un poco inmadura, desenfadada, con cierto lirismo, con dudas, y que se fuera buscando, que no quedara como una cinta consolidada y adulta”.

Como cineasta, filosofa: “Me gusta creer que el cine es una adolescencia con respecto a otras artes, como la pintura. Espero que el cine siempre tenga una forma inacabada, siempre por concretarse, no excesivamente solemne”.

La ganadora del Óscar por El paciente inglés (1996) tenía 20 años menos cuando interpretó a otra madre que enviudaba por un accidente de tráfico. Fue en Tres colores: Azul, después de la cual no quiso hacer más ese papel, no le gusta “repetirse”.

Pero aceptó por Honoré. “Todos sentimos duelos, es fácil proyectarse en esta separación, pero es cierto (y me estoy emocionando) que con la presencia de los niños eso se multiplica, multiplica el dolor. Lo interesante es que aquí tenía que ocultarlo, y cuando uno contiene las emociones, se produce como un sobreesfuerzo para poder hacer frente a estas situaciones”.

”Para quienes han perdido un marido muy jóvenes, ni me imagino cómo tiene que ser vivir el día a día con niños. Un actor trabaja a partir de su fe, de aquello en lo que cree y, en esta situación, es mi cuerpo el que decide dar una cosa u otra, en realidad, yo no fabrico las emociones sino que soy provocada por ellas”, aporta la actriz en un resumen de auténtica master-class.

Honoré no da a sus actores muchas indicaciones psicológicas, pero sí le gusta marcar el contacto físico que, en su opinión, es lo que define la intimidad. ”Me gusta esta idea de sensualidad en la familia -voy a tener cuidado con lo que digo, se retrae el director-. La manera en que se tocan enseguida da idea de cuál es la identidad sensual de una familia, (...). Para mi depende mucho de los gestos y de un lenguaje corporal común, el modo en el que Juliette abraza a Lucas... Es verdad, es una película de abrazos”, concede Honoré.


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