El remordimiento causó que Alfred Nobel, sueco, creara los premios más famosos de la historia humana. El error de un periodista del diario Le Figaro fue la chispa que encendió esta monumental iniciativa.
En 1888, falleció el hermano mayor de Alfred, Ludvig, y el periodista enredó los cables, y el periódico puso en la portada la información de que el difunto era el famoso creador de la dinamita, inventor, químico, escritor y empresario. El titular anunciaba que había fallecido “el comerciante de la muerte” y que no debería ser recordado como un benefactor.
Alfred Nobel, personaje importante del siglo XIX y creador de dos inventos letales, recapacitó y en su testamento fijó una parte de su fortuna para financiar unos premios a quienes hubiesen conferido un beneficio a la humanidad.
El negocio creado por Nobel fue fructífero: durante cientos de años la pólvora negra fue el único explosivo disponible tanto para fines civiles como militares. Con el detonador inventado, se aseguró una explosión controlada de nitroglicerina. Su segundo invento importante, la dinamita, facilitó el transporte y manejo de la nitroglicerina.
El científico murió en Italia ocho años después del error periodístico.
Las últimas voluntades de Nobel fueron reparar algo el daño que había provocado con sus inventos como la dinamita y el detonador.
En su testamento pidió expresamente que se crearan los Premios Nobel y estableció ciertas normas básicas.
Este viernes 7 de octubre el Comité Nobel galardona a un activista bielorruso y a dos organizaciones, una rusa y otra ucraniana, por perseverar durante años en defensa de los derechos humanos y la paz. Les ha otorgado el Premio Nobel de la Paz. Esta es la época de anuncio de las premiaciones en diversas disciplinas.
Los premiados son el activista político bielorruso Ales Bialiatski, la organización rusa de derechos humanos Memorial y la organización ucraniana de derechos humanos Centro para las Libertades Civiles.
Protegen los derechos fundamentales de los ciudadanos y demuestran la importancia de la sociedad civil en la construcción de la paz y la democracia.
Se busca incentivar este tipo de activismo, cuando en muchas comunidades, como la nuestra, es baja la participación ciudadana en los ámbitos públicos, y sí se presentan rosarios de demandas y con una ideología en crecimiento, la de “hay que”, que los otros hagan.
Esos galardonados representan la sociedad civil de sus países de origen y que “han promovido durante muchos años el derecho a criticar el poder y proteger los derechos fundamentales de los ciudadanos”.
En 2021, una periodista filipina, María Ressa, y uno ruso, Dimitry Muratov, fueron galardonados con ese premio por su acción y lucha permanente por la libertad de expresión en medio de entornos políticos totalitarios.
Un premio mundial a la paz financiado con la fortuna amasada gracias a la guerra. La palabra paz proviene del latín pax, pacis y aparece en nuestra lengua ya en el Cantar de Mio Cid, que data de 1040.
La paz es un estado de bienestar, tranquilidad, estabilidad y seguridad, opuesto a la guerra y tiene una connotación positiva. Es un estado de armonía que está libre de guerras, conflictos y contratiempos. Es una cualidad deseable, valorada por todas las sociedades y culturas, en las diversas comunidades y también en los hogares, en las relaciones interpersonales y en el interior de cada individuo.


