Sociedad multicultural y multiétnica. En los principales centros urbanos es visible. Esa sociedad de 4.3 millones de habitantes, en el fondo, está descosida en muchos tramos, con disparidades y desniveles. Las instituciones no disponen de la capacidad para resolver las demandas sociales de esos “mundos” ni conectar esas dimensiones.
Esa “falta de capacidad” –expresada con pinzas diplomáticas– resalta en el INDH 2019-Renovando las instituciones para el desarrollo humano sostenible. Es el documento del Informe Nacional de Desarrollo Humano (INDH) de Panamá, presentado en junio pasado, bajo la responsabilidad del PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo).
Antes de la covid-19, existía este cuadro estructural, aunque el crecimiento económico había mejorado la condición de vida de amplios sectores, sin conseguir atender esas disparidades profundas y desafiantes.
La tasa de pobreza bajó 5 puntos, de 25.6% a 20.7%, entre 2016 y 2017, según el MEF. Equivale a 900 mil personas. Tras los rigores de la pandemia, esos números se han elevado.
La pobreza es mayor en el campo y en las comarcas indígenas. La disparidad es urbana/rural y es mayor en la relación ciudad/comarca. En municipios metropolitanos conviven esos desniveles, ampliados por la migración rural, incluida la indígena.
Es apabullante la fuerza hegemónica y cultural de la región interoceánica –con la empresa canalera, regida bajo parámetros de Primer Mundo–, generadora del 85% de la riqueza, PIB.
Chiriquí produce el 5%. El volumen restante se lo distribuyen las demás provincias.
Las protestas de julio han mostrado estas tres dimensiones. Recuerda los epicentros de ellas.
Julio es el mes de las protestas. En 2011, fueron protagonizadas en Bocas del Toro y el Oriente Chiricano, en comarcas y áreas próximas.
En los ámbitos capitalino, extracapitalino (urbano y rural) y comarcal, está la presencia de grupos humanos con etnias, historia, nivel educativo y social diversos. En la antípodas de lo capitalino, están ampliadas las necesidades de servicios básicos e infraestructura, mientras se desarrolla un modelo agrícola centrado en lo tradicional. En las comarcas indígenas, el tipo de organización social es comunitaria, con agricultura y pesca de subsistencia.
“Una sociedad en la que conviven varios ‘mundos’, que disponen de la misma bandera, del mismo gobierno, viven en el mismo país; pero sus necesidades, aspiraciones, modos y formas de vida, culturas e inquietudes, son muy diferentes”, puntualiza el INDH 2019. Estamos en el año 2022 y esas necesidades y reclamos se han agudizado.
La provincia de Panamá supera el umbral de alto desarrollo humano, seguida por Los Santos, Herrera, Chiriquí y Colón.
En un rango medio, Panamá Oeste, Veraguas, Coclé, Bocas del Toro y Darién. En un nivel de logro bajo se ubican las comarcas Emberá, Guna Yala y Ngäbe Buglé. Es el resultado de los informes del PNUD.
En la comarca Ngäbe Buglé, el periodo escolar empieza cuando las familias se desplazan a fincas cultivables para cosechar y cuando se han agotado las reservas de alimentos. Absurdo.
Llega el quehacer capitalino e impone un modelo que empeora lo existente, al ignorar la adaptación geográfica y cultural. Ocurrió en Pigandí, comunidad campesina fundada por azuerenses en la proximidad del lago Bayano y reubicada después. Se han realizado proyectos gubernamentales, pero no adaptados a sus usos y costumbres, sin la aquiescencia de los habitantes.
El tambo emberá, vivienda sobre pilotes para evitar inundaciones, es encomiable y aireada. El imaginario capitalino la desaconseja para uso escolar con la toxina ensordecedora de “escuela rancho”.

