Cada mañana, Cristian, de 14 años, deseaba no tener que ir a la escuela. Su historia es la de muchos: oriundo de San Miguelito, un distrito golpeado por la violencia y las pandillas sufrió bullying desde niño por comportamientos que sus compañeros de grado asociaban con estereotipos femeninos. Es que a Cristian no le gusta el fútbol y prefiere pasar tiempo con las niñas. Su elección se convirtió en un objeto de acoso no solo por sus pares, sino también por sus maestros.
En casa, la pobreza y el machismo agravan su situación. Siendo el menor de cuatro hermanos, su familia ve en él la esperanza de un futuro mejor. Sin embargo, todo se agravó cuando su amigo Tobías lo desafió a un beso. Aquella crisis, en contraste con su entorno, desencadenó en él una inseguridad que lo llevó, en sus instancias más extremas, a autolesionarse y tener pensamientos suicidas.
Desesperado y en busca de apoyo, le dijo a su madre que era gay. Aunque ella lo abrazó y le aseguró que todo estaría bien, poco después buscó ayuda en un grupo de conversión de una iglesia evangélica local, convencida de que su hijo estaba poseído.
En la iglesia, sin embargo, le dijeron que no era así. Cristian fue acogido y protegido. Pero en casa seguían los reproches por parte de sus padres, que lo llenaron de culpa y miedo, haciéndole sentir que no tenía lugar en su propia familia. El rechazo profundo y la presión constante de cambiar llevaron a Cristian a refugiarse en casa de una vecina, Carla, quien, junto a Margarita, le ofreció apoyo emocional y un lugar seguro.
Geneva Serrano, psicóloga, explica: “El bullying en las escuelas erosiona la autoestima de los jóvenes, dejándolos vulnerables a problemas de ansiedad y depresión. Las burlas y el rechazo social los aíslan, dificultando su desarrollo emocional y social”.
Según un estudio reciente del Ministerio de Salud de Panamá, los casos de ansiedad en adolescentes han aumentado un 40% en los últimos años. Verusca Ordaz, psicóloga del Ministerio de Educación, señala que la pandemia ha revelado muchas situaciones emocionales y familiares que afectan el proceso educativo. “Por ello, es fundamental la labor de los equipos técnicos de psicología y trabajo social en los centros educativos”, sostiene Ordaz.
Los datos del Ministerio de Educación revelan que las relaciones familiares son un factor crucial que puede afectar a los estudiantes. También se encuentran situaciones de acoso escolar, acciones suicidas y maltrato o abuso infantil. Estos aspectos influyen directamente en la salud mental, el desarrollo físico, emocional y social de un estudiante. En los últimos cinco años, los programas preventivos del ministerio han beneficiado a aproximadamente 345 mil centros educativos y han brindado atención individual a unos 46,000 estudiantes. Atender a un estudiante implica realizar evaluaciones, entrevistas de casos, hablar con los padres y docentes, aplicar pruebas psicológicas y, en algunos casos, hacer visitas domiciliarias.
La situación de Cristian ejemplifica estas estadísticas. Su vida es una lucha constante contra el aislamiento y la falta de comprensión. La falta de apoyo por parte de su padre agrava aún más la situación. Sin un adulto que lo entienda y lo apoye, Cristian se siente aislado y solo en sus luchas. Esta falta de apoyo puede llevarlo a reprimir sus sentimientos y aumentar su sufrimiento emocional.
En un esfuerzo por abordar estos problemas, en 2023 se sancionó la Ley 364, que declara el 6 de febrero de 2023 como el Día de la Salud Mental, estableciendo la salud mental como un derecho humano y establece que el Estado debe garantizar su cobertura. La ley aún no se ha reglamentado, aunque debía serlo en seis meses.
Proveer asesoramiento y terapia en las escuelas puede ayudar a los jóvenes a enfrentar el bullying y manejar sus problemas familiares. La capacitación de maestros y padres para reconocer y apoyar problemas de salud mental es esencial para crear un entorno más comprensivo y solidario.

El impacto de la falta de acción es evidente en las estadísticas y en historias como la de Cristian. En países como Finlandia, los programas de salud mental en las escuelas han mostrado resultados prometedores. Cada escuela cuenta con un equipo de apoyo que incluye psicólogos, consejeros y trabajadores sociales. Estos equipos no solo intervienen en casos de crisis, sino que también trabajan en prevención y educación.
En contraste, la situación en Panamá sigue siendo crítica. La falta de recursos y de programas integrales pone en riesgo el futuro de muchos jóvenes. Su historia subraya la necesidad urgente de mejorar el sistema de apoyo a la salud mental en Panamá.
La comunidad, el gobierno y las instituciones educativas tienen la responsabilidad de actuar. Implementar más programas de apoyo y aumentar la conciencia puede salvar vidas y mejorar el bienestar de nuestros jóvenes. La historia de Cristian es solo una de muchas, y es imperativo que se implementen políticas inclusivas y se fortalezcan los programas de apoyo para garantizar un futuro mejor para los jóvenes.
Cristian, actualmente en proceso de recuperación con el apoyo de sus tíos y los especialistas, está a punto de culminar el bachillerato y tiene el deseo de cursar la carrera de veterinaria. A pesar de los avances, aún enfrenta desafíos emocionales derivados de su experiencia pasada.
Su historia ejemplifica la lucha que muchos jóvenes como él enfrentan en Panamá debido a la falta de recursos y programas integrales de apoyo a la salud mental. Su caso destaca la urgente necesidad de mejorar el sistema de salud mental en el país para garantizar un futuro más saludable y prometedor para las generaciones venideras.
