Un chico vestido como Rambo, el mítico personaje de Sylvester Stallone en la película homónima de 1982, se acerca a uno de los mostradores en la New York Comic Con de este año. Mide unos 1.75 metros de altura, en su cuerpo se nota la dedicación al gimnasio y su cosplay (la vestimenta que usa para personificar al personaje) está tan bien detallado, que incluso tiene manchas de tierra, restos de selva y un poco de sangre, como si hubiese servido de extra en la película.
Pregunta por las fotos con la actriz Mary Elizabeth Winstead -Mejor conocida como Ramona Flowers en la película Scott Pilgrim vs. the World (2010) -, pero la chica del mostrador le dice que era hasta las 3:30 p.m.
Para ese entonces ya eran las 3:40 p.m. Su rostro de rudeza, capaz manteniéndose en el personaje o quizás natural en él, cambia a uno de desespero. No tuvo que decir nada, en sus ojos se notaba que había estado esperando ese momento por meses y que por uno u otro motivo estaba a punto de perderlo. Trató de negociar con la chica, intentaba armar argumentos o súplicas, pero no lograba hacer mucho, aparte de agarrarse la cabeza con desespero.
Entonces, uno de los tantos asistentes (para el 2022 se presentaron alrededor de 200 mil personas y se esperaba que este año la cifra se superará), vestido como El Mandalorian, la serie spin off de Star Wars de 2019, le grita que se presente al área de fotos. Que a veces demoran más del tiempo estipulado.
Él no lo piensa y corre hacia el espacio designado. Pequeños cubículos creados por cortinas azules oscuras y donde en cada uno hay artistas como Chris Evans (Capitán América - 2011) o Tom Hiddleston (Loki - 2021), tomándose fotos con sus fans.
El área es restringida y solo pueden pasar quienes tengan tickets para las fotos. Está prohibido tomar fotografías o videos. Y muchos de los que entran sonriendo, salen llorando.
El chico se pierde tras las cortinas. Lo último que se ve de él es su rostro angustiado y temeroso de no poder conseguir la anhelada foto. Minutos después, sale con una sonrisa que intenta contener toda su alegría. Pero, es tanta su dicha que se nota en sus ojos, en sus expresiones y hasta en la forma con cómo camina.
No dice nada, y aun así todos los que se enteraron de su odisea entienden que lo consiguió y por unos segundos, se olvidan de sus propios nervios, de sus propias alegrías y de las estrellas que están allí cerca, para celebrar el triunfo de uno de los suyos.
Aplauden, silban, gritan y festejan, y Rambo, aunque intenta contenerlo, llora. Seguro nadie lo conocía, pero, si conocen lo que sintió al creer perdida su oportunidad y saben lo que se siente abrazar, aunque sea por unos segundos, a su Ídolo.
Y en ese momento, aflora la verdadera esencia de este tipo de eventos: Una comunidad. Porque la alegría de uno se convierte en la alegría de todos
Y es que hay dirán que esta es una convención para conocer artistas, otros que es una oportunidad de comprar mercancía, mientras que los más corporativos hablarán de que es la vitrina para que las grandes empresas den a conocer sus productos. Y otro grupo, dirá que es un lugar para personas locas que se disfrazan de comiquitas.
Esta última es sin duda la respuesta más acertada. Eventos como el Comic Con de New York o SOFA de Colombia (ambos realizados recientemente), es eso, un evento donde personas catalogadas como locas se reúnen, comparten, se conocen y sobre todo se sienten cómodos con expresarse como son.
No son juzgados por su edad, su cuerpo, raza, religión o sexualidad Tampoco son mal vistos, tener más de 30 años y usen tshirts de Batman. Porque muchos son profesionales, padres o incluso abuelos. Asisten en familia y dentro se sienten todos como una gran familia.
Y luego de 4 días llenos de superhéroes y villanos recorriendo las calles de ciudades como New York o Bogotá, es poco probable imaginar a alguien que no haya soñado con ser un personaje de fantasía, ya sea de una película, serie o libro, pero, lo más extraño es que, aunque sea por un día, solo unos cuantos se atrevan a personificar el personaje que soñaron ser.