El día a día de un médico panameño en Israel



Imagina que eres un médico en un hospital y estás atendiendo a un paciente. Todo transcurre de manera normal, pero de pronto escuchas una alarma y enseguida tienes que correr, con el paciente incluido, a un refugio para salvar sus vidas.

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La escena es parte del día a día de José Domingo De Obaldía, un chiricano de 35 años, quien desde 2021 vive en Israel. Forma parte del grupo de médicos panameños que viajó al país de Medio Oriente a especializarse en neurología. Trabaja y se educa en el Rabin Medical Center, ubicado a 10 minutos de Tel Aviv, una ciudad israelí frente al Mediterráneo.

Tres meses después del 7 de octubre de 2023, el día en que sorpresivamente Hamas atacó a Israel, mató a miles de personas, y secuestró a 239 civiles y soldados; el médico habla sobre cómo es su vida trabajando en un hospital en medio de la guerra. La entrevista surgió a propósito de una breve visita que De Obaldía realizó a Panamá para visitar a su familia.

El día a día de un médico panameño en Israel
Un hombre visita un monumento a las víctimas del festival de música Nova en el lugar del festival cerca del Kibbutz Reim, cerca de la frontera con Gaza. EFE

Y se empieza por lo obvio: el histórico 7 de octubre de 2023. ¿Cómo vivió ese momento?

“En neurología hacemos turnos cada 72 horas. Ese día, a las 6 de la mañana, iba caminando hacia el hospital cuando, en el estacionamiento, veo a todas las enfermeras y médicos debajo de los autos. Yo sé que Israel siempre ha estado en conflicto con otros países, pero no había vivido anteriormente un ataque. Era la primera vez que veía esa escena. Me resguardé como ya nos habían entrenado y después empezamos a ver las noticias de la masacre”.

Manos a la obra

Sintió mucha incertidumbre, miedo, pues no sabía qué le podría pasar. Pensó en su familia. Pensó en su país. Pero ante todo, es médico y tenía que cumplir con su deber. Manos a la obra. Una vez en el hospital, se activaron los protocolos y empezaron a mover los pacientes de los pisos principales a los subterráneos, pues el centro médico donde trabaja tiene cuatro pisos subterráneos a prueba de bombas, son espacios que, según cuenta, tienen una seguridad “extrema”.

El 7 de octubre no atendieron víctimas de la guerra. Lo hicieron después, pues los hospitales cercanos al sur de Gaza se saturaron. Son pacientes complejos, específicamente porque tienen un trauma de la guerra y secuelas psicológicas por ser víctimas del atentado.

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José Domingo De Obaldía, médico.

¿Qué tipo de casos ha visto? “En el hospital hemos recibido casos de heridas por armas de fuego, pero lo más triste ha sido recibir a personas después del intercambio de rehenes. Niños, mujeres y ancianos. Los recibimos en el hospital primeramente para evaluaciones médicas, que salieron normales. Sin embargo, tenían situaciones psicológicas severas, así que eso es lo que más me ha impactado, muchos de ellos no hablan. Personas que ahora están completamente mudas. Entonces, es mayor la carga psicológica que eso nos presenta en el hospital. Es traumatizante”.

Desde ese día, su vida está determinada por los protocolos. “Sin turno, comenzamos a las 7 de la mañana y terminamos a las 5 o 6 de la tarde. Si hay ingresos, nos quedamos un poco más en el hospital, pero aún seguimos con alarmas. Tenemos un sistema de defensa que nos avisa 90 segundos antes de que el misil pase cerca. He visto pasar muchos misiles por encima del hospital, pero el sistema de alarmas de color rojo, el Tzeva Adom nos ayuda a saber que tenemos que caminar hacia el refugio con los pacientes y estamos preparados para eso. Sin embargo, es una tensión constante estar trabajando con un paciente, evaluando la parte médica, escuchar la alarma y saber que tienes que moverte hacia el refugio y luego volver al trabajo. Anteriormente pasaba cinco o seis veces al día. Ahora es una o dos”.

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José Domingo De Obaldía, médico panameño en Israel. Foto/Miguel López

Este médico que nació en la ciudad de David, dice que no estaba preparado para ver pacientes de guerra. Antes del 7 de octubre, atendía pacientes de urgencias, o con enfermedades crónicas. No estaba preparado para a víctimas de secuestro. “Nunca, nunca se está preparado para eso. Dios me ha dado la fuerza para sobrellevar esto, igualmente mi familia”, insiste.

La guerra y los niños

Todas las historias son duras. Sin embargo, a él le conmueve lo que ha sucedido con los niños. “Eran niños normales y cuando los recibimos, yo traté de conversar con ellos y uno no pudo hablar. Entonces es algo que me dolió, me preocupó, muchas de esas cosas te quiebran porque uno es un ser humano (...)”.

Durante los días del intercambio de rehenes, él recibió pacientes en el hospital apenas los bajaron de los helicópteros y algo que notó es que tenían altos niveles de benzodiacepinas en la sangre, un medicamento que se utiliza para sedar, para disminuir la ansiedad. Niños y bebés, afirma, tenían ese medicamento.

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Tanques de soldados israelíes. EFE

Cuando estalló la guerra, le ofrecieron volver a Panamá, pero se quedó en Israel al igual que otros panameños, por una razón poderosa. No podía abandonar a una comunidad que considera su familia. “Todos mis compañeros varones sanos fueron a la guerra. Nosotros somos 10 en el departamento, seis mujeres y cuatro hombres. Tres hombres fueron a la guerra y solo yo no podía ir porque soy extranjero, por lo tanto me quedé con posición de liderazgo en el departamento. Me adecué muy bien a la comunidad judía. Son como mi familia. Desayunamos, almorzamos y cenamos juntos en el hospital. El jefe del departamento, el director del hospital, todos vamos juntos al mismo comedor. Son cosas que me llaman la atención y me gustan de Israel. Siempre los sentí como de mi familia”.

En el hospital se siente seguro. Los sistemas de alarmas anti misiles contribuyen a esa sensación. Poco a poco se acostumbra a escuchar la explosión de los misiles. En los primeros días no podía dormir. Los escuchaba a todas horas. Cuando se acostumbró, decía “bueno, Dios, confío en que no nos pasará nada”. En sus días libres, cuando camina por las calles de Tel Aviv, ya actúa casi de manera automática. Suena la alarma y va directo al refugio. “Veo a los niños hacerlo tan bien, yo he aprendido mucho con ellos”, afirma.

La investigación

En el Rabin Medical Center, hay 45 neurólogos. Él aclama el nivel científico en el que se mueve, sobre todo porque tienen mucha comunicación con sus pares de varios países, principalmente de Estados Unidos, Inglaterra y Alemania.

Participa actualmente en tres investigaciones. “Estoy corriendo una investigación sobre alzheimer en pacientes jóvenes. La idea es captarlo con signos leves de alzheimer, o que tenga señales precoces de demencia y medirle proteínas cerebrales y tratar de inhibirlas con respuesta a los checkpoints”.

También trabaja en otro estudio para el protocolo de manejo rápido de pacientes con infarto cerebral. Si en cuatro o cinco horas no llegaron al hospital, y no se les pudo hacer tratamiento trombolítico, entonces le hacen tratamiento endovascular. Y forma parte del grupo de neurólogos que escribe las nuevas guías de enfermedades cerebrovasculares para Europa y Asia.

Aspira a traer esos conocimientos a Panamá.


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