Panamá conmemoró ayer el Día Nacional de la Pollera; sin duda, uno de los trajes típicos más representativos del país.
La celebración –consagrada en la Ley 293 del 1 de abril de 2022– fue fijada para el 22 de julio de cada año, ya que en ese mismo día, pero en 1957, se llevó a cabo por primera vez –y por iniciativa del Club de Leones de Las Tablas y miembros de la sociedad civil– el Festival Nacional de la Pollera, un evento que por más de 60 años se mantuvo como una cita obligada de la cultura y el folclor nacional.
De hecho, el Decreto Municipal 15 del 16 de julio de 1957 declaró el 22 de julio como Día de la Pollera en Las Tablas.
En esta ocasión, como parte de la conmemoración de la efeméride, se llevó a efecto un conversatorio entre representantes de la Ciudad del Saber, el Banco Nacional de Panamá (BNP), el Ministerio de Comercio e Industrias (Mici), de la firma especializada en propiedad intelectual AROC Panamá y de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI); un evento en el que los especialistas disertaron sobre la historia de la pollera y la propiedad intelectual de esta, uno de los trajes típicos más representativos del país, como se dijo.
Víctor Pinillo, del Mici, explicó que la pollera surgió como una evolución de las faldillas, trajes de grandes vuelos que usaban las mujeres de las zonas populares de Andalucía, como Sevilla o Córdoba, en España, durante el siglo XVII.
“Aún no se sabe a ciencia cierta cuándo se empezó a utilizar la palabra pollera, refiriéndose sobre todo a la falda que utilizaba en aquella época la mujer negra que residía en la colonia de aquella época. Otros nombres que se utilizaban en referencia a la pollera eran faldilla o basquiña (...) Las primeras costureras de polleras fueron mujeres negras esclavizadas, capaces de comprar su libertad sobreviviendo a punta de la pollera”, dijo.
“De acuerdo con el historiador Alfredo Castillero Calvo, había una costurera llamada Damiana Pérez, quien compró su libertad por 600 pesos”, detalló.
El traje local
La pollera panameña se caracteriza, entre otros aspectos, por estar elaborada con diferentes materiales, como telas de hilo y holán, además de llevar decoraciones coloridas expresadas en cintas y estampados. Otra característica es que su indumentaria es “adaptable, única y mágica”.
“La confección de nuestra pollera tiene una influencia árabe, [cuya cultura] difundió el bordado en las zonas colonizadas de la península ibérica. Se expresa en la caligrafía y en los diseños geométricos”, añadió Pinillo.
Para Aura Elena Ferrer, gerente de Responsabilidad Social Empresarial del BNP, el arte en todas sus expresiones fomenta la creatividad de las personas y sin la creatividad es difícil el desarrollo de los países y los seres humanos, por lo que esa institución siempre busca fomentar las actividades artísticas y culturales.
En relación con la promoción del folclor, detalló que el BNP posee una importante colección de polleras, que expone en eventos internacionales.
La propiedad intelectual
Leticia Caminero, de la OMPI, dijo que la propiedad intelectual protege las creaciones de la mente y el registro del diseño o producto es necesario para reconocer los derechos exclusivos y conseguir que terceros no puedan fabricar, vender o importar productos que tengan las características del diseño que está registrado.
Ahora bien, las tradiciones folclóricas en sí son reconocidas como parte del dominio público y, por tanto, se entiende que no deberían recibir una protección equiparable a un producto que requiera de propiedad intelectual, y las expresiones culturales tradicionales tienen la característica de ser una manifestación tangible e intangible de la cultura tradicional que puede tomar la forma de cualquier expresión cultural artística, como la danza.
A su vez, la abogada especializada en propiedad intelectual Nadia Jorge consideró que para avanzar en el tema de la protección de la propiedad intelectual hay que avanzar en la salvaguardia.
“En Panamá, hay normas que protegen la propiedad intelectual en la materia de conocimientos tradicionales y expresiones culturales, pero están únicamente enfocadas hacia los pueblos indígenas, como la Ley 20 de 2000 y la Ley 17 de 2006, sobre medicamentos [...]. Hay que elaborar una normativa que identifique cuáles son aquellos [bienes culturales] que son susceptibles a la protección por medio de la propiedad intelectual [y] una vez identificados, se pueden determinar las prohibiciones y entonces conocer las sanciones a aquellas personas que cometen las faltas”, señaló.
De acuerdo con María Gilma Arrocha, de AROC Panamá, la pollera, en efecto, es el traje representativo del país, en el que está representada una gama de diversidades, tanto en el ámbito cultural, como en el de los servicios logísticos, legales y bancarios por diversas generaciones.
Arrocha hizo un llamado a potenciar el consumo local, al tiempo que las marcas de producción local que están presentes en el país puedan tener acceso a los derechos de propiedad intelectual en su camino, generando así una estructura sólida que se traduzca en el desarrollo y, por consiguiente, que conduzca a la rentabilidad de los talentos nacionales.
Un principio en el que se basan las capacitaciones y charlas que otorga AROC Panamá a lo largo del país, dijo.
