Rige en Francia el sistema parlamentario. Hay un presidente, que es el jefe de Estado, y posee funciones poderosas sobre las relaciones exteriores y la seguridad nacional. En abril, Emmanuel Macron fue electo, en votación popular y en balotaje, para un segundo mandato. Derrotó al representante del partido de ultraderecha, Agrupación Nacional, Marine Le Pen.
Francia se avoca a un proceso incierto, y es elegir -en junio- los integrantes de las dos cámaras, la más numerosa la Asamblea Nacional. Se prevé gran atomización, y no se sabe si el presidente Macron podrá ejercer control sobre ellas, como ha sucedido en su primer mandato. De esa elección, de acuerdo a la mayoría, debe surgir de los diputados un primer ministro. Ese primer ministro, que será el jefe del Gobierno o jefe del Ejecutivo, puede surgir de la bancada pro-Macron. Existe la posibilidad de que no sea así. No hay certeza de qué corriente será, si de la propia, o de las filas de Mélenchon o Le Pen.
Aunque Macron triunfó por el 58% de los votos, en una nación, séptima economía mundial, y baluarte en la Unión Europea. Reina descontento por una suma de factores, que ha unido iracundia, desilusión y disgusto social, en buena parte dirigido hacia el gobernante.
Macron se impuso por el rechazo de buena parte de la población a su contrincante Le Pen. Ella “cosechó el descontento contra Macron”, precisa Edilia Camargo, filósofa. En juego de palabras, se relata en París que Macron dominó en el quinquenio anterior la derecha para acabarla, y ahora le tocará aniquilar a Le Pen.
La política ultra busca votos para aspirantes a escaños, no obstante prefiere ser adversaria del gobernante, apunta Nicolás Rey, antropólogo. Entra un tercero en disputa, que resultó tercero en la primera vuelta de la elección presidencial: Jean-Luc Mélenchon, izquierdista, y quien sí pretende ser primer ministro, adiciona, y organiza hoy una alianza, que no obtuvo para su campaña presidencial, con partidos y/o facciones socialistas, comunistas y ecologistas.
Si no obtiene mayoría en la Asamblea, se producirá una “cohabitación” entre el jefe de Estado de un signo y el primer ministro de otro. Ocurrió con el presidente Miterrand socialista y el premier Chirac conservador, y después con el presidente Chirac conservador y el primer ministro Jospin socialista (1997-2004).
Si no le gusta ese “concubinato”, Macron puede, por regla constitucional, ordenar la disolución de las cámaras y convocar a nuevas elecciones con la esperanza de que un nuevo resultado le favorezca. Macron es filósofo, estudioso de Moliere y su esposa, Brigitte, es instructora de actuación.
En caso de que Francia sea gobernada por un presidente de un signo y un primer ministro de otro, el segundo encarrilará su gestión hacia una candidatura presidencial para el torneo de 2027 y entrará en contradicción con Macron, quien no puede aspirar a otra reelección. Es el pronóstico de Camargo.
Rey calcula que la juventud será crucial en la decisión de junio y que se le ha visto muy activa. Marcos Castillo, analista político, asiente. Para junio, la izquierda se ha unido en torno a la figura de Mélenchon, a diferencia de las rondas presidenciales. Rey y Castillo ponderan esa unidad y la comparan con aquella que llevó al poder al exguerrrillero Pepe Mujica, bajo el Frente Amplio de Uruguay.
El autor es docente y miembro de la Real Academia de la Lengua
