Vecino del monumento a Cervantes, en la Colina universitaria, el ejemplar de guayacán incita a Sancho: estas flores pueden ser mágicas para esa proverbial seducción a Dulcinea.
Entre febrero y junio, el guayacán (Handroanthus ochraceus) viste de gala nuestros campos y centros urbanos. El amarillo resalta sobre el verdor y batalla en la orilla de la avenida y ante el tendido eléctrico.
Este deleite visual conmueve a todos. El espectáculo natural es relacionado a belleza, hermosura, poesía. Amor por Natura. Alguien define: es la sonrisa de Dios.
No ser indiferentes. “En medio de tanto ruido y violencia enquistados en la vida cotidiana, admirar el arte y la naturaleza será siempre una acertada elección para celebrar la vida”, apuntilla Ela Urriola, filósofa y escritora.
Sinfonía de colores. Al guayacán, cantalante de esta temporada, se suman el flamboyán (Delonix Regia), el roble (Tabebuia Rosea; de flores blancas y rosadas), la jacaranda, lluvia de oro (Galphimia gracilis) y crespón (Lagerstroemia speciosa). La lluvia de oro puede florecer por un lapso hasta julio y la jacaranda hasta octubre.
De las cuatro estaciones, surgidas del movimiento de traslación de la Tierra, nos tocan verano e invierno. Se percibe poco primavera y otoño. Todas son palabras latinas. La primavera (primera y ver), verano (veranus y sinónimo de estío), caluroso; otoño (autumnus, caída de las hojas) e invierno (hibernus, adormecimiento). Las primeras teorías sobre las estaciones se remontan al siglo IV a.C. en los pueblos mesopotámicos.
Ellas se generan por la fenómeno de mayor proximidad o alejamiento de la Tierra con respecto al Sol. Se relaciona con el cambio en las condiciones meteorológicas, latitud, altitud (orografía), ubicación con relación al mar, corrientes oceánicas y tormentas, que generan el tipo de clima y sus temporadas climáticas en equis localidad.
Pensando en esta temporada de esplendor de la naturaleza, convocamos a tres personalidades de nuestro país (Víctor Martínez, Ela Urriola y Donatilo Ballesteros) para animar durante abril y mayo el Primer Festival Primaflor, abierto a cualquier persona u organización interesada en materia ambiental, científica y cultural.
Todas las expresiones culturales de los pueblos Apuntan a sus raíces. Decir raíz, es decir origen, pero también flor, naturaleza que germina e inspira a los eventos afectivos de animales y humanos, a los ciclos de la vida, convence Ela.
“Conmoverse por el color de los pétalos reflejados en los lienzos y objetos identitarios, pero también, a través de los sonidos de la lluvia o las aves, reproducidos en versos, cantos, en movimientos que se apoderan de la danza o de los parlamentos dramáticos, que convierten la naturaleza en palabra alada, ha sido una experiencia fundamental para la humanidad”.
Sucedió en la Antigua Mesopotamia (Akitu); en Grecia y Roma, floración y adoración tomaban las expresiones de festejos estacionales y festivales de intensidad inigualable (las Antesterias, las Tesmoforias, las Muniquias en honor a Artemisa) -sustenta Ela-; hoy, a pesar del ruido artificial y el efecto hipnótico que la tecnología tiene sobre las mentes y las pupilas, muchos pueblos continúan la tradición de observar y celebrar estos cambios del paisaje que nos contiene.

