Estamos en la búsqueda del poder democrático. Para construir sociedades justas, libres e igualitarias. Tenemos 200 años de estar intentándolo. Con altas y bajas. Se requiere un ordenamiento del poder, la gran utopía de esta época de la metamodernidad, con tantos sobresaltos. A los terrícolas contemporáneos de este espacio del planeta, nos corresponde, a marchas forzadas, la responsabilidad de impulsar este ideal democrático. Izar en lo alto la bandera de la democracia, no solo el concepto abstracto, como meta transformadora en nuestras vidas, bajo el sustento del espíritu colectivo.
Me empapo en esta obra inspiradora de un maestro de la política, Harley Mitchell D., quien abre esta nueva fase del debate, cuando superamos dos siglos de la emancipación del dominio español, que aún sigue rondando: Desafíos de la democracia en América Latina. Son 300 páginas de información y alegatos de los pasos en la política a través de los tiempos, las fracasos, la involución, con el andamiaje argumental de 268 textos de referencia.
Existe un legado que debe ser retomado para soñar con días mejores, poner en marcha la utopía, con voluntad perfectible, la revisión y estudio de los pro y contra del sistema de poder heredado y el desarrollo, sin paliativos y blindajes antidemocráticos, para la construcción e implantación de una nueva convivencia institucional.
Son desafíos para afrontar crisis crónicas, ingobernabilidad, evolución fallida, colapso, democracia retórica y deformación del sentido de la política en su concepto original.
Harley parte del legado fundamental de Bolívar, patriarca de la génesis institucional en nuestro continente, y sus propias admisiones de fracaso, que pueden leerse en la portada de los Desafíos: “He arado en el mar y he sembrado en el viento”. Es un reclamo del Libertador ante las distorsiones nacientes en materia institucional.
El autor es nacido en ese lugar que Bolívar privilegió, que lo conocía, como estratega y erudito, si bien nunca lo visitó. Le otorgó su importancia en su función y devenir, al compararlo al Istmo de Corinto, espacio de concertación multicultural en la Grecia Antigua: al establecerlo de sede del Congreso Anfictiónico -dentro de tres años se completarán 200 años- y postularlo como capital del mundo.
Mitchell es estudioso de la historia y de la política, ha tenido altas responsabilidades en los 3 poderes del Estado, incluso obtuvo cargos de representante y legislador después de someterse al voto popular. Su puesto de magistrado de la Corte Suprema lo conquistó de forma unánime en la Asamblea Nacional, y después presidió aquella corporación. Nació en aquel paraje bocatoreño avistado por Colón en su Cuarto Viaje y que bautizó con el rango logrado en el Primero: Almirante.
Fue líder y alumno aplicado desde niño, y su formación la obtuvo en Bocas del Toro, Colón, Ciudad de Panamá, Bogotá y Nueva Orleans. Con altos estudios en abogacía. Sus textos publicados tratan de materias diversas: liderazgo, gobernanza, Derecho Parlamentario, proceso de formación de las leyes, Derecho Deliberativo Parlamentario, Filosofía del Derecho, hegemonía global y declive del Estado.
El descrédito del poder político es mayúsculo y los laberintos, desgobierno y fracasos están relacionados al poder colonial, su reminiscencia y el caudillismo. Los puntos de dolor son crónicos y centenarios: sus estructuras de dominación siguen perviviendo. Hay que exorcizarlas.
